29 diciembre 2009
¡ Feliz nueva partida!
10 diciembre 2009
Mis Reyes Magos.
25 noviembre 2009
En el cementerio.
27 octubre 2009
Una hora regalada.
22 octubre 2009
La tienda de los chinos.
07 octubre 2009
El ladrón de recuerdos
04 octubre 2009
Mercedes Sosa.
24 septiembre 2009
Otoño.
18 septiembre 2009
Alvaro Hernández, el héroe de Tordesillas.
Es de esos hombres que hacen grande a la Humanidad, de los que con su comportamiento logran que uno se sienta orgulloso de ser un ser humano. Hombres como él, con su manera de entender la vida, los derechos de unos y otros, la forma de divertirse y lo que es y no es sufrimiento son los que logran libertades e igualdad.
13 septiembre 2009
La España del euro.
Muchas veces hemos oído ese término, "la España del euro" pero... ¿Cómo es en realidad esa España? Pues si cogéis una moneda de 2 euros y miráis la cara donde está el mapa veréis un país pequeño con unas fronteras practicamente imposibles de ver. Ahora yo os regalo una España 20 veces más grande, aquí ya se ve mejor, se ve la frontera con Francia, la de Portugal... incluso yo diría que a alguien se le ha ido la mano y casi ha dado la independencia a Galicia.
11 septiembre 2009
Mi padre.
04 septiembre 2009
Bola extra.
01 septiembre 2009
El vídeo de la semana.
Ahora, si queréis disfrutar, desconectad la música de fondo, abajo, al final de la página, y poned en marcha el vídeo para oir a un andaluz universal, Paco de Lucía.
23 agosto 2009
El niño que se hizo un hombrecito.
Posiblemente si mi amigo Alberto hubiese visto sentarse a un fantasma a su lado y pedirle algo de beber a María no habría puesto una cara de más asombro que la que puso esta tarde cuando su hijo lo hizo.
Tiene el chaval ya 20 años, pero para mi amigo su hijo sigue siendo su niño. Cuando el muchacho se marcha a algún sitio Alberto siempre termina su despida con la misma frase: Ten cuidado… y no vengas muy tarde. Después, en su casa, el hombre se va a la cama como si no le importase lo más mínimo que su hijo esté fuera, pero algunas veces se sincera más de lo que él mismo quiere y confiesa que no pega ojo, que permanece despierto, pendiente de la puerta, y cuando lo oye llegar se relaja, se da la vuelta y se duerme.
Algunas veces estando tomando una copa de vino dulce o una cerveza en el bar de María ha llegado el chaval y se ha sentado con nosotros. Unas veces es el padre, otras María y otras yo quien le pregunta que va a tomar, y el muchacho siempre se pide un zumo, un refresco, pero hoy Raúl ha dejado boquiabierto a su padre cuando para responder ha mirado las cervezas que teníamos en la mesa y señalando los vasos ha dicho dos palabras: Una cervecita.
No ha sabido Alberto que decir y su hijo no se ha atrevido a mirar a su padre directamente y ha preferido buscar la complicidad de María con una leve y nerviosa sonrisa.
-¿Una cerveza? – Pregunta nerviosa y tontamente mi amigo, y el muchacho, con sus 20 años, le dice que si prefiere se pide un zumo. Y mi amigo se pierde en una nube de recuerdos, y se me hace que está viendo a su niño andar solo por primera vez, y comenzar a trotar por todas partes, y su primer día de colegio… Y mi amigo mira a su hijo y ve que es ya un hombrecito, que sigue siendo su niño, pero que ya es un hombrecito.
No sé si son los nervios, la tensión que está pasando o simplemente la sed y las prisas, pero el muchacho se bebe la cerveza rápidamente, se despide, ha quedado para ir a la ciudad. Y mi amigo le dice que tenga cuidado, que no venga muy tarde… Y después mira el vaso vacío de su hijo y vuelve sus ojos al chaval.
02 agosto 2009
Cuarto creciente.
Notó su voz vestida de tristeza y quiso hablar de cosas banales, cosas sin importancia, intentado distraerla con alguna conversación que la alejase de aquellos pensamientos, pero no supo hacerlo.
Cada vez que iban a estar unos días sin verse ella sentía la misma angustia, el mismo miedo. Esta vez la ausencia sería mucho más larga, él se marchaba a la mar para muchos días, pasarían un mes sin verse, sin poder hablar, sin poder decirse que se querían y ella, una vez más, tenía miedo.
-Venga, ¿qué te pasa?
-Nada, lo de siempre, que te voy a echar mucho de menos, y que son muchos días, y tengo miedo de que te olvides de mí.
La vida sigue su camino y dos días después el partió en un amanecer que parecía el comienzo de una noche eterna. Pasaron los días y la luna se hizo inmensa, ella se asomaba a su ventana y al mirarla se preguntaba si él la estaría viendo también, si estaría ya dormido, o si estaría en algún puerto, en algún café. Él miraba la misma luna reflejada en el mar y cuando las olas rompían su reflejo para dejarlo volver instantes después se imaginaba viendo de nuevo la luz del faro, viendo el puerto, viéndola a ella.
Comenzó la luna a hacerse cada noche más pequeña, de la misma manera que cada noche era menor el tiempo que los separaba, y volvió la luna a su cuarto creciente, del mismo modo que crecían sus recuerdos y sus ansias por volver a abrazarla.
Regresó el barco con los marineros, regresó él y se fueron sus miedos. -¿Ves? No te he olvidado, es imposible, te quiero.
17 julio 2009
20 veces más grande.
Dicen que una imagen vale más que 1.000 palabras y, muchas veces, es cierto. Imaginar una cosa pequeña 20 veces mayor es más complicado de lo que parece, en realidad imaginarlo no es difícil, lo difícil es hacerse una idea que se aproxime a la realidad. Para que os la hagáis lo más certera posible os pondré unos ejemplos.
Un niño que mida 1 metro tendría prácticamente la altura de un edificio de 7 plantas.
Un teléfono móvil de medida estándar sería como una puerta de las que tenemos en casa. Ponedlo de pié junto a una de ellas y veréis lo que es algo 20 veces mayor.
Una mosca vendría a ser como una paloma. Sin comentarios.
El teclado del ordenador tendría unos 10 metros de largo.
Un bolígrafo Bic puesto de pié no cabría en la mayoría de los pisos, mediría 2,80 de alto.
Un pañuelo de papel, esos a lo que solemos llamar clínex, sería una sábana más o menos cuadrada de 4 metros de lado (16 metros cuadrados de pañuelo en una sola pieza).
Una tarjeta de crédito mediría 1,70 por 1,10. Si pensáis en pagar en efectivo un dato: la moneda de 2 euros tendría un diámetro de medio metro.
Y para hacer lo de la imagen que vale más que tantas palabras arriba tenéis una. Eso que veis es el filamento de una bombilla incandescente de las de toda la vida, en el centro de la fotografía, borroso en su parte superior pero nítido abajo, el fino alambre que lo sostiene para mantenerlo alejado del cristal.
Si el tema os interesa podemos ir viendo diferentes cosas aumentadas esas 20 veces, cosas pequeñas, muy pequeñas… Hasta que las aumentamos.
14 julio 2009
El vídeo de la semana.
13 julio 2009
Blogueros sin fronteras.
La amiga Meiguiña le ha dado a este blog el premio que veis justo encima de estas letras. Quien me conoce sabe que estos actos no los considero premios sino regalos, primero porque no creo que un blog como este se merezca esos premios y segundo porque el regalo me suena más personal. También saben quienes me conocen que no suelo seguir el sistema y que no suelo dar el premio a otros blogs, pero este premio es diferente, es un premio a blogueros sin fronteras y hablando de personas así hay dos blogs que sin duda alguna se lo merecen muchísimo más que este, estos blogs son Lápices para la paz y África en el mundo (a la izquierda hay enlaces a ambos). Para estos dos blogs el premio, para quienes los llevan mi cariño y admiración.
El viejo farero.
12 julio 2009
Cuando no estés a mi lado.
No fue el primero, por su vida habían pasado ya muchos hombres cuando él llegó, después de marcharse, cuando decidió dejarla, ella siguió buscando el calor de otras camas, de otros brazos.
El hombre solía dormir con una camiseta vieja y descolorida y aquella mañana, desnudos en la cama poco antes de despedirse ella se la pidió. –Te amo, y dormiré con ella cuando no estés a mi lado, será como tenerte cerca cuando me sienta sola y te eche de menos.
Le gustaba a ella que la esperase en la cama, salir del cuarto de baño vestida solamente con una prenda que antes había sido de él y que se la quitase, le excitaba sentirse semidesnuda y deseada.
Un mes de esperas, otra cita, tres citas furtivas, tres hoteles, tres habitaciones diferentes, la misma camiseta cubriendo por unos minutos parte de su cuerpo.
Ella salió del baño con una camisa que la cubría hasta cerca de las rodillas, mangas largas recogidas para dejar al descubierto las manos y dos iniciales en el bolsillo del pecho. -¿Y esta camisa? - ¡Por Dios… Es la que me regalaste! Pero aquellas iniciales no eran las suyas. –Yo te regalé una camiseta, ¿recuerdas?
Se maldijo a sí misma, buscó cien explicaciones, pero no tenía sentido, mejor callar y aceptar la realidad. Cuando regresó a su casa abrió un cajón de su ropero para dejarla y la vio, dormida, doblada, ordenada entre otras camisetas, entre otras camisas. Maldito error. La guardó, era un recuerdo más, un trofeo más.
Conoció el calor de otros brazos, los besos de otras bocas, salió de otros cuartos de baños de otras habitaciones de otros hoteles con otras camisas, con otras camisetas para que otros hombres se la quitasen. Y cada noche que dormía sola en su cama cubría su cuerpo con aquella camiseta descolorida y vieja que una mañana, antes de despedirse, le pidió a él.
07 julio 2009
El ropero.
Una tormenta que ha refrescado el aire esta tarde, y durante la noche una leve lluvia que imitaba la luz de mi faro y venía y se iba a intervalos han tenido la culpa de todo, ellas han hecho que la madrugada sea más fresca de lo habitual en esta época del año, ellas han conseguido que el aire frío que entraba por la ventana medio abierta me despertase.
He perdido el sueño y dispuesto a ver amanecer me he preparado un café, he vuelto a sentir frío y mientras el agua se calentaba y se disponía a teñirse de negro he buscado mi vieja rebeca en el ropero. Me trae a la realidad el sonido del agua que ha hecho magia y se ha convertido en un café humeante, y me sorprendo a mi mismo parado delante de mi ropero, mirando las camisas, los pantalones, con mi rebeca en la mano.
Ha dejado de llover y me asomo al balcón del faro para ver un amanecer que las nubes se han empeñado en retrasar. No tengo prisa, la vida me ha enseñado a no tenerla, no merece la pena. Tomo un sorbo de café y una bocanada de aire fresco me invita sin darme cuenta a buscar mi rebeca. Agradece mi cuerpo el calor que me aporta y mi imaginación vuela y me sitúa de nuevo delante de las perchas y los estantes que sostienen mi ropa. Siento frío en mi alma, un viento húmedo de soledad la deja helada. Ojalá tuviese un ropero donde guardar tus besos, tus abrazos, ojalá pudiese tenerlos ahí y ponérmelos cada vez que siento frío, ojalá no se fuesen como se van las estrellas fugaces. Y yo tengo que cerrar los ojos, e imaginar tus labios rozando los míos, y tus brazos rodeando mi cuerpo…
01 julio 2009
El abuelo de todos los faros.
22 junio 2009
Invocación.
Me vio mirándola desde el balcón del faro y me saludó agitando su brazo en alto, moviéndolo como lo hacen quienes se quedan en tierra al despedirse de aquellos que se marchan en los barcos.
Alguna vez la he visto en ese pequeño trozo de playa que cuando la marea sube desaparece bajo las olas, con una pluma de gaviota en su mano, escribiendo cosas en la arena. Más de una he sentido la tentación de coger los prismáticos y acercar furtivamente mi mirada hasta poder leer las palabras que traza, pero la tentación se desvanece de inmediato, ella sabe que poco después de irse las olas lo borrarán todo y, tal vez, sea lo que quiere, que esas letras desaparezcan de la faz de la playa sin que nadie las lea.
Hoy he querido bajar donde ella y a mitad de camino desde el faro a la playa le he hecho un comentario casi a voces sobre la bonita luz de la tarde, sé que a ella no le interesa, a mí tampoco me parece un tema de conversación, pero es una manera de avisarle de mi llegada, por si quiere alejarse de su pizarra de arena y esperarme donde yo no pueda leer lo que ha escrito.
Me sorprende su quietud, su quedarse quieta junto a las palabras trazadas en la arena, y lentamente me acerco a ella, y cuando llego a su lado entiendo que no tiene reparo en que yo me entere de su pequeño secreto.
He leído un breve poema, apenas tres líneas, y cuando quiero buscar sus ojos ella eleva su mirada al cielo y me dice que a lo mejor él, desde allí arriba, pueda leer lo que le escribe.
Tuvo la mala suerte de enamorarse a destiempo, muchas veces las mejores cosas de la vida llegan demasiado tarde, o demasiado temprano, y conocerlo a él fue una de esas cosas maravillosas que llegan tarde a la cita que tienen con nosotros. Una charla en el puerto, un café, una despedida, otra charla, un paseo, una nueva despedida, una nueva cita, un beso… Y cada vez que él partía para su puerto se llevaba medio corazón de ella y le dejaba el otro medio enamorado y loco por volver a verlo.
-Me duelen los ojos, farero, de buscar su cara ente la gente, y me duelen los dedos de escribir su nombre, a veces es como un rezo, como una invocación para que regrese, para que me saque de esta soledad. Y ya ves, le escribo poemas en la arena, por si él los puede leer que sepa que lo amo, que lo sigo amando, que no lo olvido.
Cuando se marchó dicen que cerró sus ojos unos minutos y una sonrisa se dibujó en su boca como si estuviese recordando cosas hermosas, dicen que solamente dijo una palabra antes de despedirse para siempre: Fue el nombre de ella.
14 junio 2009
Tony Meléndez.
El protagonista hace referencia constante a Dios pero, independientemente de que seamos o no creyentes, Tony, que así se llama, nos demuestra que hay que luchar, que no vale darse por vencido a la primera de cambio, ciertamente después de verlo tendríamos que plantearnos si de verdad no podemos hacer algo antes de decirlo y tirar la toalla.
No es fácil hablar sobre este hombre y sobre el mensaje que su actitud ante la vida nos manda, creo que lo mejor es que veáis el vídeo y saquéis vuestras propias conclusiones.
10 junio 2009
Abuelo.
28 mayo 2009
Siendo niño.
Mi amigo José me sonríe y me invita a quedarme con ellos aunque sabe que mi respuesta es un gesto con la mano y seguir caminando hacia otra mesa, pero este cura es terco y me comenta que a José le gustaría morirse mientras duerme. -¿Qué te parece eso farero?
Se acerca María y su presencia es un paréntesis, un respiro, pero José me cuenta que es cierto, que le gustaría morir dormido, sin enterarse nada, sin sufrir, sin saber que se muere, sin pasar miedo, pero también me dice que eso le provoca otro temor, el de estar en pecado y no tener ocasión de arrepentirse.
-Bueno José, si Dios es medianamente listo sabrá que eres un buen hombre que no tiene nada serio de lo que arrepentirse.
-Nacemos llorando – dice María – nos pasamos media vida llorando a escondidas, en silencio, y si estamos conscientes a la hora de la muerte lloramos, llora quien se muere, llora quien lo quiere y lo pierde… Tal vez la idea de José sea la ideal, morir mientras dormimos, al menos no nos iremos de este mundo llorando.
Y comienzan a hablar los marineros de sus últimos deseos, de lo último que les gustaría hacer en esta vida y al final, el cura, vuelve a preguntarme qué cómo me gustaría morir, qué cual sería mi último deseo… Esquivo sus preguntas y me marcho dentro con María. Y ella, curiosa, me pregunta lo mismo.
-Ser niño, me gustaría morirme siendo otra vez niño, María, me gustaría en mis últimos minutos volver a mi infancia, a correr por los campos con mis amigos, a hacer candelas, a construir una casa en un árbol, a volar una cometa, a tirarle a las latas con el tirachinas, a coger ranas y culebras para asustar a las niñas… Ese sí sería el modo ideal de irse de esta vida, siendo feliz, siendo niño otra vez. Todos nos iríamos felices, con una sonrisa en los labios, corriendo tras una paloma, tras una estrella.
19 mayo 2009
El club de los poetas vivos.
07 mayo 2009
Vacío.
Alguna tarde he compartido una botella de vino con este buen amigo y lo he dejado que se desahogue, que me cuente cosas, que recuerde en voz alta o que me hable de sus penas, y hoy, mi buen amigo, ha vuelto a coincidir conmigo en el bar de María.
-Hacía ya mucho tiempo que no la veía farero, tú sabes, el miedo a verla con otro, a oírla hablar con otro, a imaginarla camino de una cita con otro… Esta tarde me he atrevido de nuevo y aquí me tienes, otra vez con la botella delante.
Y mi buen amigo me cuenta que la ha visto, que estaba tan guapa como siempre ha estado, que la vio hablando con otro hombre, tal vez un amigo, tal vez su nuevo amor… -¿Y sabes farero? Hoy estoy más triste que nunca, no me duele el corazón, como me pasaba antes, pero estoy triste, porque no he sentido ese dolor, ni esos celos… Es triste farero no sentirlo, se que suena a locos, pero es la realidad.
Me imagino por un instante a María de la mano de otro hombre y yo sin sentir nada, y comprendo la tristeza de mi amigo, la inmensa tristeza que le provoca ese vacío que ahora hay en su pecho.
-No me ha dolido verla con otro, farero, no me ha dolido, ya no me duele lo que diga, ni lo que haga… Los sentimientos han dejado de ser sentimientos y se han convertido en recuerdos, farero, y eso es triste, muy triste.
Y mi amigo pone un poco más de vino en su vaso vacío, y mira el mío y lo ve casi lleno, y me habla de buscar un poema que leyó un día, un poema que hablaba de un hombre que tenía una espina clavada en el corazón, y logró arrancarla un día y…
25 abril 2009
Mi orgullo.
Hoy, con la feria de abril llamando a las puertas de Sevilla, aprovecho una de las sevillanas del que para mi es el mejor grupo, Los Romeros de la Puebla, para decir que me siento orgulloso de ser, sentir, pensar y hablar en andaluz.
24 abril 2009
¡¡ B I E N V E N I D O S !!
Guardo el brillo de una mirada que sin querer se escapa,
el calor que acumulan mis manos en esta interminable espera,
una lágrima salada que alegre por la mejilla resbala
y esa sonrisa callada que nace cuando te asomas a mi ventana.
Guardo los sueños que se esconden trás el miedo agotado,
un corazón habituado a vagar entre paisajes enmarañados,
y por si quieres, lo que queda de un taciturno camino
para el momento que tus ojos se crucen con los míos...
Mar__
A pesar de mis miedos.
Me da miedo soñarte, me asusta el poder abrazarte, porque posiblemente no quiera abrir mis brazos y dejar que te separes de mi, pero ya ves, te sueño, sueño que nos fundimos en un solo ser, que te marchas un momento llevándote mi aroma, que me giro y en la almohada está tu olor, hasta que regresas... y sueño que el sueño deja de ser un sueño.
A pesar de mis miedos, te sueño.
El viejo farero.
El tiempo.
El viejo farero.
Primer amor.
Yo tenía 8 añitos y cada mañana estaba loco por ir al colegio, allí estaba la niña más guapa de todas las niñas. En aquellos tiempos niños y niñas teníamos clases separadas y el único momento en el que coincidíamos era a la hora de entrar mientras esperábamos en la puerta. Cada mañana me levantaba más temprano y salía antes de casa para estar un poquito más mirándola, sí, mirándola, porque no me atrevía a decirle nada. ¡Cuantos días pasaron sin que ella se diese cuenta de que yo existía!
Se llamaba Dolores y tenía el pelo negro, largo, y a mi se me caía la baba mirando sus ojos. Un día, una compañera le contó algo y ella empezó a mirarme de reojos, Dios… que nervios. Cada mañana, sin decirnos nada, buscábamos el modo de estar esos pocos minutos uno frente al otro y mientras mis amigos jugaban al fútbol o las niñas a la comba ella y yo nos quedábamos junto a nuestras madres sin hacer otra cosa que mirarnos a escondidas.
Algunas veces jugábamos al coger todos juntos, y cuando era uno de nosotros quien la quedaba solamente tenía un objetivo: coger al otro.
Con el tiempo fuimos empezando a hablar, a regalarnos dibujitos de corazones, a buscarnos a la salida del colegio… Un día, jugando, se le cayó un lazo del pelo y yo, a mis 8 añitos, guardé mi primer tesoro.
Al curso siguiente, por cuestiones familiares, tuvieron que regresar a su pueblo, Fuente de Piedra, en Málaga. El colegio estaba a pocos metros de lo que entonces era la estación de San Jerónimo y allí, escondidos entre dos trenes parados en las vías muertas, se despidió de mí y me dio el primer beso que sentí en mis labios.
En su pueblo hay una laguna en la que habitan cientos de flamencos rosa y todavía hoy, después de más de 40 años, cuando acudo a verlos, no puedo evitar recordarla; fue la niña más guapa de todas las niñas, la primera a la que regalé un corazón, la primera que me besó… mi primer amor.
El viejo farero.
Por favor, ¿la iglesia?
-La gente, María, tiene que saber donde está la iglesia, por eso los indicadores, y deben saber que la iglesia está con la vida, por eso el lazo blanco que este año llevará la Virgen.
- ¿Saber donde está la iglesia? Esos indicadores teníais que haberlos puesto cuando asaltaron el Congreso, cuando nos metieron en la guerra de Irak, cuando matan a una mujer tras otra, cuando se hunde una patera, cuando cierran empresas… Entonces es cuando la gente se pregunta donde está la iglesia.
Me voy dentro, a solas con María, y dejo fuera al cura vendiendo a los demás su salvación, sus buenas obras, su ayuda infinita a los pobres. –Vas a ir al infierno, farero- me dice María sonriendo.
He de regresar al faro, y en la plaza Chica unos turistas despistados me paran.
-Por favor… ¿La iglesia?
- ¿La iglesia? Si, la primera a la derecha.
El viejo farero.
Otra vez.
Quiso quitarse pronto la mili de en medio y se fue voluntario, y en la jura de bandera volvió a sentir que no tenía padre, ni un año después cuando terminó su compromiso con el ejército y lo licenciaron.
No tenía padre al que enseñarle orgulloso el título de graduado escolar que sacó estudiando de noche, después de la jornada de trabajo.
No tuvo padre al que presentarle su novia, ni padre con el que celebrar su boda.
La vida le regaló a mi amigo dos hijos, pero no tuvo un padre que hiciera de abuelo cuando nacieron, ni cuando empezaron a andar, ni cuando fueron al colegio por primera vez, ni cuando estuvieron enfermos.
Ayer una voz a través del teléfono le decía que su padre había muerto y él, una vez más, volvió a quedarse sin el padre que nunca tuvo.
El viejo farero.
Bálsamo.
-Vaya con el farero- dice José sonriendo – cada día está más sensible… anda, María, dale un vasito de agua fría y que se moje los labios. Y María deja sobre el mostrador el paño blanco como la nieve con el que limpiaba los vasos y me dice que pase a la cocina, que tiene una crema, un bálsamo para las quemaduras.
Me acerco y le pido el vaso de agua mientras siento fuego en mis labios, pero ella mira, y hace un gesto, y vuelve a insistir en que es mejor el bálsamo.
Es pequeña la cocina del bar de María, una cámara frigorífica, una hornilla, un par de muebles… Y abre uno y busca, y abre un cajón y remueve algunas cosas, y después se vuelve hacia mí, y me dice que ya lo ha encontrado, que cierre los ojos… Y siento la yema de su dedo dibujando el contorno de mi boca, y la suya que me dice que tendré que permanecer callado, y siento en mi labio quemado el roce dulce y leve de sus labios, el frescor de su lengua recorriéndolo lentamente, y yo, prisionero de mis deseos, de mi amor, dejo mi boca entreabierta y permito que los labios de esta mujer hagan prisionero a mi labio inferior, que lo retengan entre ellos mientras su lengua lo acaricia, lo humedece, y cuando intento besarla ella se retira, y pone su dedo delante de mi boca y me dice que me está curando, que me esté quieto. Y sigue la cura, y yo me olvido del dolor y me dejo llevar por la dulzura de su boca que ha robado toda dulzura del mundo para ponerla en mis labios.
Quieren los labios de María llevarse con ellos el mío antes de separarse de él, y cuando lo dejan huérfano de caricias me dice riendo que ya está, que no era nada, que soy un quejica…
Vuelve María al mostrador, con sus vasos y su paño blanco, y yo, camino de mi mesa, me cruzo con José que me mira detenidamente y se sonríe y se acerca a María para pagarle su vaso de vino, y al dejar las monedas le dice que guarde bien ese bálsamo, que este viejo farero anda ya torpe, y delicado, y que se volverá a quemar… Y los dos se ríen, y María arroja el paño blanco al brazo de José…
El viejo farero.