28 mayo 2009

Siendo niño.


Algunas veces la vida me sonríe, otras, en cambio, la mala suerte parece ensañarse conmigo. Suele hacerlo por las tardes, cuando bajo al pueblo, al bar de María, y sentado con los marineros está el cura. Parece creer ser su propio Dios hablándole a sus pocos seguidores desde la altura que le da su supuesto conocimiento, desde la grandiosidad de quien todo lo sabe. Hoy, a los pobres marineros, les tocaba oír hablar de la muerte, de juicio final, de los últimos minutos en este mundo.
Mi amigo José me sonríe y me invita a quedarme con ellos aunque sabe que mi respuesta es un gesto con la mano y seguir caminando hacia otra mesa, pero este cura es terco y me comenta que a José le gustaría morirse mientras duerme. -¿Qué te parece eso farero?
Se acerca María y su presencia es un paréntesis, un respiro, pero José me cuenta que es cierto, que le gustaría morir dormido, sin enterarse nada, sin sufrir, sin saber que se muere, sin pasar miedo, pero también me dice que eso le provoca otro temor, el de estar en pecado y no tener ocasión de arrepentirse.
-Bueno José, si Dios es medianamente listo sabrá que eres un buen hombre que no tiene nada serio de lo que arrepentirse.
-Nacemos llorando – dice María – nos pasamos media vida llorando a escondidas, en silencio, y si estamos conscientes a la hora de la muerte lloramos, llora quien se muere, llora quien lo quiere y lo pierde… Tal vez la idea de José sea la ideal, morir mientras dormimos, al menos no nos iremos de este mundo llorando.
Y comienzan a hablar los marineros de sus últimos deseos, de lo último que les gustaría hacer en esta vida y al final, el cura, vuelve a preguntarme qué cómo me gustaría morir, qué cual sería mi último deseo… Esquivo sus preguntas y me marcho dentro con María. Y ella, curiosa, me pregunta lo mismo.
-Ser niño, me gustaría morirme siendo otra vez niño, María, me gustaría en mis últimos minutos volver a mi infancia, a correr por los campos con mis amigos, a hacer candelas, a construir una casa en un árbol, a volar una cometa, a tirarle a las latas con el tirachinas, a coger ranas y culebras para asustar a las niñas… Ese sí sería el modo ideal de irse de esta vida, siendo feliz, siendo niño otra vez. Todos nos iríamos felices, con una sonrisa en los labios, corriendo tras una paloma, tras una estrella.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo, seguramente al igual que María, sonreiría imaginando el bienestar que, sólo imaginarlo, provoca.

Mas tarde, cuando el efecto de la felicidad hubiese pasado, volvería a ser adulto, porque los adultos no podemos ser otra cosa… e inmediatamente volvería a enfadarme con la vida, con quien dirige los hilos y con las situaciones que nos llevan a “vivir” por y para los demás, muriendo para nosotros mismos.

Si, concluiría… eso sería lo más apropiado, volver a ser niño y volver a los tiempos felices, porque después, nos sentiremos afortunados cuando vivamos unos pocos momentos felices. Dicen los que saben, que eso es exactamente lo que vivimos: “momentos” felices que son así, sólo porque existen momentos tristes.

De ahí, que nos deseemos en las mejores ocasiones “muchas felicidades” (no en singular, sino en plural).

Muchas felicidades para ti, Farero y para María (que ya la va tocando).

She

Océano dijo...

Me pido morir durmiendo mientras sueño que vuelvo a ser esa niña que era, ea.Eso si,ya sabes donde voy luego ; ).

Muchos besos Farero.
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Anónimo dijo...

Es muy delicado el tema , quien sabe.Quizas morir satisfecho de haber vivido segun tus preceptos, tus ideas y que la vida la has llevado con ganas de vivir.

Entonces la muerte tendria un final feliz.

Sepas que te leo en silencio, no me da tiempo a contestar a todos.

Yo.misma.

El viejo farero dijo...

SHE: Los momentos felices son así no sólo porque existen los malos, sino porque estos suelen ser muchos y aquellos pocos.
Gracias por tus deseos de felicidad, lo mismo te deseamos María ( que la tengo aqui al lado) y yo.

Un beso.

MAR: Buena combinación esta tuya, morir durmiendo y soñando ser la niña que fuiste. Después... después nos veremos en el mar.
Besos. 13.

YO.MISMA: Morir convencido de que has vivido y actuado conforme a tus preceptos debe ser una gran satisfacción. Gracias por leerme y por tus visitas, aunque sean en silencio.

Un beso.

Adelina dijo...

Deberíamos conservar ese niño en nosotros...

Cuando puedas, pásate por mi blog, que hay algo para ti.

Muchos besos.

Chesana dijo...

Hacía tiempo, mucho ya, que no pasaba por aquí. La falta de tiempo para acudir a todo tiene eso. Pero echaba en falta la calma de tus escritos, porque aunque ni siquiera me recuerdes, hace ya mucho tiempo, pero mucho, que te leo aquí y allá.

Cómo morirme?. No me preocupa porque al fin y al cabo será mi final, pero si pudiera pedir algo, serían dos cosas: sin dolor y... de distinta forma a como se morirá algún día mi madre.

Abrazos dos, a María y a tí, que casi sois de la familia.

El viejo farero dijo...

SAKKARAH: Dicen que de niños, poetas y locos todos tenemos un poco. Yo llegué tarde al reparto de la parte de poeta, pero en la de niño hice guardia y me llevé una buena porción. Bueno, y en la de loco ni te cuento.
Muchas gracias madrileña por tu premio, otro regalo más.

Muchos besos.

CHESANA: Me alegra tu visita, espero que de vez en cuando tengas un ratillo para pasarte por este y por otros blogs amigos.

Un abrazo mío, y un beso de María.