11 septiembre 2009

Mi padre.


Tenía la radio encendida pero yo, mirando por la ventana abierta de par en par, prestaba más atención al sonido de las olas que se deshacían sobre la playa y al graznar de las gaviotas que se perseguían en el aire que a las canciones y los comentarios de la emisora. Oí casi sin oírlo al presentador nombrar a Gila y mi cuerpo se volvió como si en lugar de su voz fuese el mismísimo humorista en persona quien estuviese entrando en la habitación. Una leve y casi triste sonrisa debió pintarse en mi boca cuando comenzó el monólogo.

Han pasado las horas, la noche ocupó el sitio de la tarde y ahora la madrugada mira de reojos al horizonte buscando temerosa un amanecer que la devorará poco a poco. He vuelto a la ventana y una frase ha hecho nido en mi mente, la oí esta tarde en la radio, ya la había oído otras veces, pero hoy la he entendido de una manera diferente. "Cuando yo nací mi madre no estaba en casa" dice Gila, y me vuelvo y me miro en el espejo. Cuando yo nací mi madre no estaba en casa, ni en el pueblo, ni siquiera estaba en este mundo.

Yo no nací de mujer alguna, no me alimentó su cuerpo, ni su vientre fue mi morada durante nueve meses. Nací de la mente de un hombre, de su necesidad de expresar y compartir cosas, ideas, sentimientos. Un hombre como tantos y tantos hombres, posiblemente con alguna cualidad y sin duda alguna con muchos defectos. Yo nací siendo ya un viejo farero.

Mi padre ama la soledad, el mar, los faros y la noche, y quiso para mi todo eso que él quería, por eso me hizo farero, pero sabe mi padre que la soledad es buena solamente si es deseada, que duele cuando es impuesta, y puso a un paseo de mi faro un pueblo, un puerto. Sabe mi padre que un corazón no es feliz sin amor, que las personas necesitan sueños e ilusiones, y una tarde puso un café en el puerto, y en él a una mujer de la que enamorarme. Hay más mujeres en el pueblo, pero ninguna es ella.

Algunas veces alguien me confunde con él, piensa que soy él, o que él es yo, otras hay personas que aseguran que somos iguales, que en mí hay mucho de él, que soy un reflejo de quien me creó. Se equivocan, si lo viesen conduciendo, protestando por todo, o si supieran de sus continuos y tremendos despistes, de sus olvidos, de esos prontos que lo pierden, de su impaciencia, de lo difícil que le resulta expresar sus sentimientos... entonces comprenderían que él y yo no somos el mismo, ni somos iguales, posiblemente ni mínimamente parecidos.

Yo nací siendo un viejo farero, paciente, sensato, enamorada, sensible muchas veces... él me hizo así. Cuando yo nací mi madre no estaba en casa.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre es un placer leerte. muchos bikiños.

Muchacha