12 enero 2010

Colonias.


Resultaba extraño verlo venir por el camino montado en su bicicleta sin que ésta pareciese una estrella fugaz que va dejando una estela de polvo tras de si. Hoy Miguelito, mi amigo niño que sueña con ser farero, parecía otro. Ha dejado la bici junto a la cancela y se ha acercado a paso alegre, con esa sonrisa que le acompaña casi constantemente. Lo espero observándolo a través de la mirilla de la puerta y cuando está a punto de llamar le abro y le gasto una pequeña broma.

-Jo farero, que susto me has dado.
-Vaya Miguelito... casi no me pillas aquí, me iba al pueblo. - Y a mi niño amigo se le borra por unos segundos sus sonrisa y hace un leve gesto de resignación mientras baja la mirada y la deja vagar errante por el suelo.

-Que no hombre, que es broma, no voy a ninguna parte; anda, pasa.

Me habla de las vacaciones, de las notas, que fueron tan buenas como siempre, de los Reyes Magos, que cada año, dice sonriendo, mientras dejan los regalos de madrugada tienen una voz más parecida a la de su padre... y desvía el tema para preguntarme si uso colonia, y al final pierde esa vergüenza que jamás debe haber entre amigos y me cuenta un problema que tiene.

Primero se la pidió a ese gordo vestido de rojo que antes bajaba por las chimeneas y ahora sube por escaleras que penden de balcones y azoteas, pero no le hizo caso; después probó con los Reyes Magos, pero éstos le trajeron todo menos la colonia que les había puesto en la carta. Esta mañana entró al dormitorio del padre, pero cuando abrió el bote y acercó su nariz para olerla descartó rotundamente la posibilidad de usarla: Era colonia de viejos.

-¿Y la tuya como huele farero?

Sonrío, acerco mi mano a su cabeza para alborotar un poco su cabello con una caricia pero no me da tiempo, la retira como si mi mano fuese un rayo que amenaza con caerle encima; entonces me fijo en lo bien peinado que está, en que hoy viene vestido diferente: ha cambiado su pantalón vaquero de siempre por otro mucho más elegante, sus deportivos por unos zapatos negros, su vieja cazadora de cuero por una nueva que los Reyes Magos le han traído sin haberla pedido.

-Pero bueno.. ¿Y tú a donde vas tan bien vestido? - Se ruboriza levemente y mirando a la mesa me cuenta que tiene una cita con una niña, una compañera del cole, la más guapa de todas las niñas del pueblo. Y Miguelito anda buscando desde hace muchos días una colonia para ponerse, para gustarle más, para oler bien, para que no piense la chiquilla que él, como algunos críos del pueblo, es descuidado en su higiene personal.

Le enseño la mía, la huele, le parece bien, mejor que la de su padre, pero no es lo que él quiere, no es la que sueña llevar en su primera cita: esta colonia también es de hombre me dice, y él es un muchacho.

Algunas veces la vida nos sorprende gratamente y hace magia para nosotros, y esta tarde en el faro ha habido algo de eso: Ha aparecido un sobrecito con su nombre puesto a modo de destinatario; no trae firma ni remitente, pero es para él y lleva en la estantería desde la mañana del día 6. No existe regalo más grande que ver la cara de ilusión de un crío abriendo los suyos. Dentro del sobre no hay un bote de colonia (estos Reyes Magos no se dan por enterado) pero Miguelito sonríe y me abraza mientras me da las gracias... y cuando le pregunto si quiere un chocolate me dice que no, que tiene prisa, y una cita, y que antes tiene que ir a la tienda de Encarna: En el pequeño escaparate ha visto cada día la colonia con la que sueña.



4 comentarios:

Mar dijo...

Preciosa historia, da gusto sentir como los sueños de los niños se hacen realidad :)

Besitossssssssss

osane dijo...

Me ha encantado la historia. Parecía que os veía hablar.
Ya nos contarás si tu amigo triunfó en su cita.
Esa colonia de la foto Jean Paul G... huele superbien.

Un beso.

El viejo farero dijo...

MAR: Aun recuerdo, después de tantos años, las madrugadas del 5 al 6 de enero, casi sin dormir, nervioso, hasta que nos encendían la luz y mi madre creía despertarnos para decirnos que los Reyes Magos ya habían venido; entonces comenzaba una carrera loca a buscar los pocos regalos que en aquellos tiempos podían dejarnos. Después, con el paso de los años se cambiaron los papeles y el disfrute, mayor todavía, consistía en ver a mis hijos en la misma situación que yo cuando tenía su edad. Eso de ver a un crío abrir regalos y coger caramelos en la cabalgata de reyes es algo que no tiene precio.
Un beso.

OSANE: Si que huele bien esa colonia, ya veremos si a Miguelito le ayudó en su primera cita aunque siendo algo tan personal igual no nos lo cuenta. Intentaré chantajearlo con una taza de chocolate la próxima vez que venga al faro.

Un beso.

Trini Reina dijo...

Así comenzamos todos, no?
El principio es cuando dejamos de creernos lo de los Reyes Magos, luego viene el peinado y la colonia y casi al mismo tiempo, las mariposas en el estómago:):)

Me ha encantado el relato

Un abrazo