29 mayo 2010

Gaviota.


Siempre han estado en el puerto, sobrevolando los barcos que salen a pescar, en los acantilados, o en la playa, pacientes, mirando siempre de cara al viento para que sus plumas no le tapen los ojos. Algunas veces se quedan suspendidas en el aire, como colgadas de un hilo que mis ojos son incapaces de ver.

De todas ellas solamente una se atrevió a acercarse al faro y, con el tiempo, a dejar que yo me acercase a ella. Soñé muchas veces que le daba de comer en mis manos, pero jamás llegué a acariciar las suaves plumas que cubren su cuerpo. Ella, gaviota, es libre como el viento y yo, un viejo farero, soy un barco atracado en la bocana del puerto con las anclas echadas y las velas recogidas.

Ojalá ella hubiese podido quedarse a dormir en mi quilla, ojalá yo hubiese podido navegar hacia el horizonte siguiendo su vuelo. Ojalá yo hubiese sido un alfarero y le hubiese construido un nido en mi corazón, ojalá ella hubiese sido en vez de gaviota golondrina, y regresase cada primavera al nido que le hice con besos y caricias soñadas.


El viejo farero.

23 mayo 2010

Los claveles del mar.


Aquella tarde de mayo el mar tuvo celos de tanta felicidad y quiso tener un hijo igual que aquella pareja que jugaba en la pequeña playa, casi a los pies del faro, con un niño precioso como una flor, y es que todas las flores son bellas para quien las ama y todos los críos son guapos para quienes los quieren.

No tenía más de 6 años, corría por la playa con un globo que se le escapaba una y otra vez, y él lo perseguía entre risas, traspiés y caídas en la arena, hasta alcanzarlo. La vida, a veces, es tremendamente cruel, y un beso del padre a la madre, un abrazo, una caricia, unos segundos de descuido que el mar, celoso, aprovechó para robarles lo que más querían.

Nunca hubo entierro. Los marineros dejaron de salir a pescar y lo buscaron durante muchos días, las mujeres del pueblo escudriñaban cada rincón en los acantilados, en la playa, en el puerto, a mi se me salían los ojos buscando con los prismáticos su pequeño cuerpo desde lo alto del faro, pero la mar no quiso devolverlo y se lo quedó para siempre.

Me duele cada final de mayo cuando los veo venir, cogidos de la mano, con un ramo de claveles hasta la pequeña playa. Ella, la madre del crío que se llevó el mar, se sienta en la arena y su mirada se pierde a lo lejos por encima de las olas. El padre coge las flores y se mete en el agua hasta que ésta le llega a la cintura, y entonces, uno a uno, lanza los claveles al mar cuando la marea está bajando para que se los lleve. Son las flores que nunca pudieron poner a su hijo. Después se sienta junto a ella y la abraza. Desde el faro no puedo verlo, pero se que lloran, que se preguntan mil veces por qué.

Se van igual que vinieron, despacio, volviendo de vez en cuando su mirada al mar, como despidiéndose una vez más de su hijo. Ya no volverán hasta el año que viene, por eso no saben que mañana, cuando la marea suba, el mar les devolverá a la playa uno de los claveles que trajeron para su hijo, y yo, cuando lo veo al amanecer varado sobre la arena, dormido, igual que el niño se quedó dormido sobre las olas, sé que no es el mar que lo devuelve. Es su hijo, que los sigue queriendo y recordando.

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(la fotografía la hice cuando el mar devolvió una de esas flores, la base de esta historia es real)
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22 mayo 2010

Apagando luces.


Lo aprendió siendo un crío, cuando en verano se iba al pueblo y en la casona de su abuela iba dejando luces encendidas por todas partes. La casa era inmensa, con paredes de piedra y ventanas pequeñas que tan sólo dejaban pasar una poca de luz. Pedro estaba acostumbrado a la luz de Sevilla, a las paredes blancas de cal, al sol de mediodía que se comía los colores, al toldo que había que echar a media mañana para dar sombra al patio, y aquella penumbra lo entristecía, por eso encendía las luces de cada habitación en la que entraba, las del pasillo, las de las escaleras, la de la buhardilla... Pero era "un rabo de lagartija" como le decía su abuela, y no paraba un minuto en ninguna de ellas.

Su abuela terminó enseñándole que las luces eran para iluminar la habitación en la que estaba, pero las demás, si estaban vacías no. Los muebles no necesitan una bombilla encendida.

Cada día, cuando eran las fiestas y ellos salían de noche para ir a la plaza del pueblo, la abuela lo mandaba a la planta de arriba y él venía apagando las lámparas de cada habitación, las del pasillo, las de la escalera... Solamente dejaban encendida la de la entrada. Y cada año, cuando regresaba a Sevilla, Pedro iba apagando una a una las luces de la casona.

Hoy, en el bar de María, Pedro me ha contado que después de tantos años volvió a encender todas las luces de su corazón. Entró en él una mujer y Pedro no dejó un recodo sin iluminar, pero hoy, después de tantos años de correr por aquella casona, ha vuelto a apagar luces. Ha cerrado las puertas y las ventanas de las habitaciones que jamás pisará ella y ha ido bajando, poco a poco, apagando luces. -Es como en la casa de los abuelos farero -, me dice mientras mira un vaso de vino que no termina de llevar a su boca. Y Pedro deja el vaso y sale a la calle, y llora a escondidas mientras busca una nueva luz que apagar dentro de su corazón. Se acaba su verano.

19 mayo 2010

A N D A L U Z.


No es que sea muy aficionado al fútbol, pero es el equipo de mi hijo. La copa del Rey podía haberla ganado un equipo madrileño, pero la ha ganado un equipo andaluz, al menos así es como yo creo que deberían verlo todos los andaluces sean del equipo que sean. Con la que nos está cayendo ésta debería ser una noticia buena para Andalucía, una noticia que esta noche nos deje buen sabor de boca.

La temporada que viene un equipo andaluz jugará en Europa, ¿Qué más da cual sea si es de nuestra tierra?. Este Sevilla, con su triunfo, me ha dado hoy tres alegrías: porque ha ganado mi equipo, porque es andaluz y porque mi hijo está loco de contento. A los seguidores del Atlético mi felicitación por su copa europea. Y es que unos ponen en el césped el cava y otros las copas.

17 mayo 2010

La cocina del farero. (Allende)


Hoy os dejo una manera muy particular de ver este blog. En principio podía ser un comentario a la entrada en la que celebrábamos el primer aniversario en esta nueva dirección, pero creo que estas letras de la amiga Allende se merecen ir como una entrada independiente.

Esta presentación es muy breve, justo lo contrario que mi agradecimiento a Allende por sus palabras, que es inmenso.


LA COCINA DEL FARERO.


El azar me hizo tropezar un buen día con un farero que hablaba con pasión de los faros y contaba preciosas historias sobre ellos. También me habló de un blog que tenía y amablemente me invitó a visitarlo.

La chispa de mi curiosidad se encendió y decidí entrar a leer lo que en él se cocía. Robándole tiempo al tiempo fui adentrándome en historias, vivencias y opiniones propias y ajenas haciéndolas un poco mías, así como temas "sociales y políticos", sin dejarme indiferente nada de lo leído. Sírvame el momento y lugar para felicitar al conductor del mismo por la lucidez y coherencia mantenida en todos y cada uno de los temas tratados.

Mi condición de demócrata me hace respetar "sin compartir" opinión y pensamiento que no vaya parejo al mío propio, pero debo reconocer que si la trayectoria hubiera sido distinta mis pasos se hubieran detenido en el umbral de la puerta y la chispa de la curiosidad se habría apagado. Ésto, unido a lo ya dicho me ha hecho pasar muchos y buenos momentos husmeando lo que se cocinaba en las perolas de esta cocina donde las palabras se aliñan y condimentan para disfrute de los sentidos de todos los que a ella nos asomamos.

Mis felicitaciones a las instaladoras que hicieron posible la puesta en marcha de tan singular cocina y al cocinero que a fuego lento y cariño como principal ingrediente nos elabora tan suculentos platos para deleite de los comensales que a ella acudimos para alimentar nuestro intelecto y alegrar nuestros corazones.

Allende.



08 mayo 2010

La ruta de los faros. 10ª etapa.


Cuando organizamos las etapas dejamos 2 días para descansar: uno era hoy, después del tirón fuerte de kilómetros de ayer y el otro cuando llegásemos a La Coruña, pero desayunando Lucía dice que prefiere seguir viendo cosas; hemos descansado bien y el tiempo a partir de mañana amenaza con complicarse y es probable que nos haga perder algún día, así que ahora que aun es bueno deberíamos aprovechar y seguir viendo faros. Dicho y hecho: Camino al faro del cabo Higuer.

Desde Irún al faro el camino nos ofrece una bonita vista de la playa y el puerto de Hondarribia que va quedando a los pies de la carretera; el día está frío y desapacible, pero no parece que vaya a llover.

A este faro de Higuer es muy fácil llegar pues la carretera pasa justo delante de él. Frente a su puerta un aparcamiento permite verlo de una manera tan cómoda como poco habitual en los faros.

El primero se construyó en 1.855, pero hasta entonces los marineros de Hondarribia encendían en este lugar una luz fija, blanca, de lámpara de aceite que tenía un alcance de 7 millas en noches de buen tiempo. Después, durante las Guerras Carlistas, el faro fue destruido en al año 1.874 y dos años más tarde se proyecta uno nuevo a 150 metros de las ruinas del anterior y que comenzó a funcionar en 1.881 también con lámpara de aceite pero con un alcance de 16 millas. En 1.905 es sustituida por una de petróleo hasta que en 1.937 es electrificado. Su torre tiene 21 metros de altura siendo el más alto de los faros del País Vasco, pero su situación en un acantilado eleva su luz a 65 metros sobre el nivel del mar. Su arquitectura es diferente del resto de los faros vascos pues cuando se construyó se le quiso dar cierto parecido a los faros franceses puesto que éste es el primero que los marineros que venían de aquellas aguas se encontraban al entrar en las españolas. La parte inferior es cuadrada y de la azotea que forma arranca otro tramo esta vez de forma octogonal rematado por una linterna aeromarítima de un color rojo precioso.

En el terreno que hay delante de la casa el farero tiene un huerto bonito y bien cuidado que le da cierto aire de independencia y aislamiento. En cambio, si lo rodeamos, vemos a sus espaldas un Cantábrico un poco agitado que estrella una y otra ola contra los acantilados. Actualmente el faro tiene un alcance de 23 millas y da 2 destellos cada 10 segundos.

Pasajes, la siguiente parada, imita a los hipermercados y nos ofrece dos faros por el precio de uno. O casi. Nos metemos por la margen derecha de la ría y cuando queremos darnos cuenta la calle se complica y se vuelve demasiado estrecha y no hay modo de seguir. Montamos un poco de lío y de atasco, pero al final damos la vuelta y retrocedemos hasta un aparcamiento donde dejamos la autocaravana.

Pasajes es un lugar precioso al que solamente le sobran fotos de presos etarras. Damos un paseo junto a la ría y a la vuelta encontramos un embarcadero que nos habían comentado y del que zarpa una barquita que te lleva a la otra orilla. Lucía no está por la labor de cruzar y darse después una caminata hasta los faros, prefiere volver a la autocaravana y ver la tele o escuchar música en su mp 3.

Siguiendo la ría camino del mar, ahora por su margen izquierda, se pasa junto a una vieja draga llamada Jaizkibel abandonada en una especie de pequeños astilleros y que dicen espera ser rehabilitada; después comienza un camino cada vez más estrecho que sube por la ladera del monte hasta el faro (técnicamente es baliza al tener solamente 6 millas de alcance) de Senokozulúa, construido en 1.909 y que estuvo habitado hasta 1.986 dada su importancia para orientar en la entrada a la ría. Es un edificio pequeño de torre octogonal cuya primera impresión es desalentadora después de lo que se lleva subido. La única opción válida es seguir subiendo hasta salir a la carretera e ir al faro de la Plata.

La primera imagen que se viene a la cabeza al ver este faro es la de un pequeño castillo blanco con dos torreones pintados de color gris perla y al que cambiaron su torre del homenaje por una linterna farera. Su nombre le viene de la peña en la que reposa y de la que se dice que, dependiendo de la luz, algunas veces vista desde el mar brilla como la plata. A pesar de su edificio de 3 plantas los marineros solamente ven su linterna ya que por su fachada norte, la que mira al Cantábrico, está adosado a la roca y su torre se encuentra sobre una terraza labrada en la misma piedra.

El faro fue construido en 1.885 y es de recalada (indica la entrada a un puerto) a la ría de Pasajes, tiene un alcance de 13 millas con un grupo de 3 destellos cada 4 segundos.

De regreso al puerto impresiona el revuelo de las gaviotas que sobrevuelan la ría formando un espectáculo que te obliga a detener la marcha una y otra vez para observarlo.

El siguiente faro en los mapas es el del Monte Igueldo, pero teniendo en cuenta que el verano pasado lo estuvimos viendo cuando íbamos camino de Francia decidimos pasarlo y dirigirnos a Getaria donde nació Juan Sebastián de Elcano, que tras la muerte de Fernando de Magallanes se puso al mando de la primera expedición que dio la vuelta al mundo. Teniendo España cientos de puertos marineros tan gloriosa expedición zarpó del puerto de Sevilla el 10 de agosto de 1.519 con 5 naves y culminó su hazaña atracando el 6 de septiembre de 1.522 con tan sólo una embarcación y 18 hombres en el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Comienzo y fin de la primera vuelta al mundo en un río, el Guadalquivir; algo tendrá el agua cuando la bendicen.

El faro de Getaria está situado en lo que en otros tiempos fue la isla de San Antón a la que se accedía a pie aprovechando la bajamar. El monte que forma y que le da nombre y al que llaman "el ratón de Getaria" se confundía con los que hay detrás del pueblo siendo la causa de más de un naufragio. En 1.813 durante la Guerra de la Independencia es destruido el farol primitivo que orientaba a los barcos. En 1.847 se aprueba la construcción de uno nuevo que comienza a funcionar el 31 de diciembre de ese mismo año emitiendo una luz fija de color rojo.

Durante la Segunda Guerra Carlista el monte es bombardeado con la intención de eliminar la luz del faro que guiaba a las embarcaciones que arribaban a la sitiada Getaria. Cuentan que el farero siguió en su puesto y ocultaba los paneles de la linterna que daban al enemigo y que cada día guardaba en lugar seguro la lámpara y el aparato óptico para evitar que lo destruyesen. De esta manera el faro de Getaria no dejó de funcionar ni una sola noche durante la contienda.

Mientras se reparaba el edificio y para evitar que se interrumpiese el servicio se construye junto al solar de la vieja ermita un torreón de 1,70 metros de altura que aloja provisionalmente el aparato óptico siendo electrificado en 1.938. Más tarde la torre se recrece casi 3 metros para cubrir un ángulo muerto situando hoy su plano focal a 93 metros sobre el nivel del mar con un alcance de 21 millas y ofreciendo 4 destellos cada 15 segundos. Cerca del faro y en el mismo monte aun quedan los restos de un edificio destinado a observar el paso de las ballenas.

Seguimos la carretera que bordea el mar y nos dirigimos hasta Zumaia donde nos espera un faro blanco con la linterna pintada de azul marino al estilo de los barcos pesqueros de este puerto. Lo encontramos al final de un bonito paseo que acompaña al río Urola hasta su desembocadura en el mar. El cerro donde se encuentra el faro, al igual que el de San Antón en Getaria, fue isla a la que se accedía a pie con la bajamar.

La torre, de 1.870, es de forma octogonal y su linterna de horizonte con un mecanismo óptico de ocultaciones tiene un alcance de 12 millas con una ocultación seguida de un grupo de 3 cada 12 segundos.

Avanzamos un poco más por la carretera llena de curvas que imita la línea costera. Con la autocaravana este tipo de carreteras se hace pesado pues hay que ir despacio y frenando suavemente de manera continua, pero el paisaje es precioso y compensa.

El próximo faro es el de Lekeitio, pero empieza a hacerse un poco tarde y buscamos un lugar donde aparcar y pasar la noche. Lo encontramos en el puerto, un lugar en el que suele estar prohibido el acceso a vehículos ajenos al mismo, sobre todo autocaravanas, pero en esta época del año hay muy pocas por no decir ninguna y muchas veces es el único sitio donde se puede aparcar sin demasiados problemas.

El mar está cada vez más agitado y la policía local tiene acotada una parte del dique para evitar problemas porque las olas rompen contra él y lo sobrepasan unos cuantos metros. Hay mucha gente haciendo fotos, algunos a chiquillos que ponen delante y esperan a que las olas rompan detrás de ellos.

Mañana comenzaremos el día visitando el faro que está a un par de kilómetros, ahora toca dar un paseo por Lekeitio, comprar algunas cosillas de comida que se han terminado y después a cenar y a dormirse oyendo las olas contra el dique.

04 mayo 2010

Cibervelas.


La iglesia católica, a pesar de lo que se dice de ella, está con los nuevos tiempos, con las nuevas ideas y con las nuevas tecnologías. No aceptan el aborto, no aceptan el uso del preservativo como medio para evitar el sida, no aceptan las bodas entre personas del mismo género, no aceptan la adopción de niños por parejas de homosexuales ni el derecho a una muerte digna cuando la vida ya no es vida. No salen a la calle para protestar contra la invasión de un país buscando armas de destrucción masiva y tampoco entregan a la justicia a sus miembros que cometen delitos sexuales contra niños, simplemente los cambian de iglesia. Son cosas demasiado modernas para ellos, pero en alguna sí que hacen un esfuerzo y se apuntan.

Ahora, si quieres encender una vela ( Dios me libre) en la catedral de Santiago de Compostela ya no es necesario que vallas a la capital gallega, puedes hacerlo a través del móvil o de internet. Pagando evidentemente. Decían hoy en las noticias que las velas estarán encendidas un mínimo de 11 minutos. Al parecer lo de encender la cibervela es un modo de acompañar a quien, a cientos o miles de kilómetros, reza; todo un detalle. Yo no tengo ni idea de rezos, afortunadamente mis misas obligadas terminaron cuando dejé el colegio de los salesianos ( en verdad antes, cuando conseguía desaparecer entre la salida de la clase y la entrada a la capilla), pero ellos, los de la iglesia, dicen que es tiempo suficiente, así que ¿ qué puñetas hace una vela encendida si quien la puso ha terminado de rezar? Nada. Se apaga y listo, además así la tenemos dispuesta para encenderla de nuevo y acompañar el rezo de otra criatura que previamente ha pagado sus casi dos euros. Hay que reconocer que generosidad no les falta. Yo tengo una duda con eso de los 11 minutos: ¿Serán también suficientes cuando quien la enciende es un cura, un obispo, un cardenal, que ha abusado de uno o muchos críos? Igual a esos tendrían que conectarle la cibervela a a la red eléctrica y añadirle un generador de emergencias, como en los quirófanos de los hospitales, por si acaso.

En esta vida todo tiene su razón de ser y este tema no iba a ser diferente, la Iglesia sigue a rajatabla las enseñanzas de Jesucristo, un ejemplo: "Dejad que los niños se acerquen a mi". ¿Otro? Dice la biblia que Jesús se irritó y se puso violento cuando entró en el templo y vió a los mercaderes haciendo negocio dentro. "No hagáis de la Casa de mi Padre un mercado". Pues nada, no hacemos negocio en la casa del Padre, lo hacemos fuera, en el banco de cada uno, o en la tarjeta prepago de su móvil, o en su factura. Que no digan después que no cumplen. Ya, lo único que les queda, es sacar de las catedrales y de las iglesias las taquillas donde venden las otras velas, las postales, los recuerdos y las entradas para ver las riquezas que atesoran y ponerlas en la puerta. Las taquillas digo, las riquezas no, que son suyas. Pero hay que darles tiempo, que ahora están muy ocupados escondiendo y trasladando curas y obispos con un amor especial por los críos.