22 mayo 2010

Apagando luces.


Lo aprendió siendo un crío, cuando en verano se iba al pueblo y en la casona de su abuela iba dejando luces encendidas por todas partes. La casa era inmensa, con paredes de piedra y ventanas pequeñas que tan sólo dejaban pasar una poca de luz. Pedro estaba acostumbrado a la luz de Sevilla, a las paredes blancas de cal, al sol de mediodía que se comía los colores, al toldo que había que echar a media mañana para dar sombra al patio, y aquella penumbra lo entristecía, por eso encendía las luces de cada habitación en la que entraba, las del pasillo, las de las escaleras, la de la buhardilla... Pero era "un rabo de lagartija" como le decía su abuela, y no paraba un minuto en ninguna de ellas.

Su abuela terminó enseñándole que las luces eran para iluminar la habitación en la que estaba, pero las demás, si estaban vacías no. Los muebles no necesitan una bombilla encendida.

Cada día, cuando eran las fiestas y ellos salían de noche para ir a la plaza del pueblo, la abuela lo mandaba a la planta de arriba y él venía apagando las lámparas de cada habitación, las del pasillo, las de la escalera... Solamente dejaban encendida la de la entrada. Y cada año, cuando regresaba a Sevilla, Pedro iba apagando una a una las luces de la casona.

Hoy, en el bar de María, Pedro me ha contado que después de tantos años volvió a encender todas las luces de su corazón. Entró en él una mujer y Pedro no dejó un recodo sin iluminar, pero hoy, después de tantos años de correr por aquella casona, ha vuelto a apagar luces. Ha cerrado las puertas y las ventanas de las habitaciones que jamás pisará ella y ha ido bajando, poco a poco, apagando luces. -Es como en la casa de los abuelos farero -, me dice mientras mira un vaso de vino que no termina de llevar a su boca. Y Pedro deja el vaso y sale a la calle, y llora a escondidas mientras busca una nueva luz que apagar dentro de su corazón. Se acaba su verano.

10 comentarios:

Trini Reina dijo...

Una casa es como un corazón y en ella y por ella transitamos cuerpo y alma, asociándolo todo. Las ventanas, las luces, los rincones, las sombras, las esquinas, las grietas, la penumbra...

Abrazos y luces

osane dijo...

Me hiciste caer dos lagrimillas.
Es muy triste apagar las luces sobretodo cuando se tiene una buena cantidad de bombillas de repuesto por si se rompe alguna.
También estoy acostumbrada a vivir en la la luz de grandes ventanales, en el calor del Mediterráneo, pero no me hubiera importado andar encendiendo las luces de una casa con pequeños ventanucos en un bosque frío y frondoso, pero hay cosas que se ponen complicadas en ocasiones cuando los interruptores dejan de funcionar.

Un beso para Pedro y otro para ti.

Anónimo dijo...

Como a él a mí tambien me enseñaron apagar las luces de la casa, aunque siempre dejando la de entrar a la casa encendida, en mis tiempos el "Ave María". Pensandolo bien se puede poner de ejemplo para lo que es la vida, no todas las luces de la vida estan siempre encendidas, cada una a su tiempo, eso sí dejemos una pequeña luz para no entrar a ciegas y darnos un golpe.
yo.misma.58

D.Laurencich dijo...

hermosa historia farero, las luces, las velas, la vida.
salud!

Isabel dijo...

Conozco esa sensación de ir apagando luces que, en ocasiones, son tristemente para siempre...
Pero saber que podemos encencer luces nuevas me devuelve la sonrisa una vez más...

Hermoso,muy hermoso...
Te comento que, en más de una ocasión, me has hecho recordar el estilo de Arturo Pérez Reverte en alguno de sus artículos.
Que tengas un buen fin de semana,farero. :-)

El viejo farero dijo...

TRINI REINA: Si, son dos cosas que, siendo tan diferentes, tienen mucho en común. Ya ves, hasta las luces.
Un beso.

OSANE: Vamos a ver... tú y yo vamos a tener que hablar tranquilamente de eso de las lágrimas; de entrada te voy a prohibir que derrames una sola más leyendo cosas en este blog. Podría contarte algún chiste para ver si te arrancaba una sonrisa, pero los que me se son de catalanes... ¿te reirías? Venga, un beso y un abrazo. Y hoy el revés de una mano para quitarte esas lagrimillas.


YO.MISMA: Te echaba de menos mi querida amiga. Dejaremos esa lucecita encendida para evitar tropiezos. Un beso muy grande y mis mejores deseos para todos vosotros.

INGRID: Gracias por tus palabras. Procuraremos tener siempre a mano una vela, por si las luces fallan, además, su luz es mucho más bonita y cálida. Un beso para vos.

ISABEL: Es cierto, hay luces que se apagan para siempre, pero también es cierto que siempre cabe la posibilidad de encender una nueva. Es lo bonito de la vida, que siempre puede brotar algo nuevo cuando menos se espera.
Un beso paisana.

galerna dijo...

Dile a Pedro que es doloroso apagar luces por ese motivo,dile a Pedro que casi todos hemos tenido que hacerlo,pregúntale a Pedro la razón de que ella no pueda pisar esa casa, quizá haya una explicación que le consuele.
Es doloroso este final, pero a ti, Farero ni se te ocurra dejar tu casa a oscuras,me lo prometes?
Un beso.

El viejo farero dijo...

Todos tenemos una razón para hacer las cosas que hacemos, tú, yo, Pedro, ella... por eso Pedro no le reprocha nada, simplemente acepta la realidad y, en todo caso, deja una luz encendida.

Este farero vive en un faro y los faros, como sabes, siempre tienen cuando menos una luz encendida, así que te prometo no dejar a oscuras la casa. Gracias por tus palabras.

Un beso

Adelina dijo...

Qué triste, se eriza la pil, de la forma tan bella que tienes de contar las cosas. Eres único para eso, farero.

Deseo que siempre estén encendidas todas las luces dentro de ti, porque te lo mereces.

Un beso muy, muy grande.

El viejo farero dijo...

Tú y tu eterno cariño hacia mi. Es una delicia tener personas así en tu vida. Todas no, pero siempre habrá alguna luz encendida.

Hoy dos besos directamente.