23 mayo 2010

Los claveles del mar.


Aquella tarde de mayo el mar tuvo celos de tanta felicidad y quiso tener un hijo igual que aquella pareja que jugaba en la pequeña playa, casi a los pies del faro, con un niño precioso como una flor, y es que todas las flores son bellas para quien las ama y todos los críos son guapos para quienes los quieren.

No tenía más de 6 años, corría por la playa con un globo que se le escapaba una y otra vez, y él lo perseguía entre risas, traspiés y caídas en la arena, hasta alcanzarlo. La vida, a veces, es tremendamente cruel, y un beso del padre a la madre, un abrazo, una caricia, unos segundos de descuido que el mar, celoso, aprovechó para robarles lo que más querían.

Nunca hubo entierro. Los marineros dejaron de salir a pescar y lo buscaron durante muchos días, las mujeres del pueblo escudriñaban cada rincón en los acantilados, en la playa, en el puerto, a mi se me salían los ojos buscando con los prismáticos su pequeño cuerpo desde lo alto del faro, pero la mar no quiso devolverlo y se lo quedó para siempre.

Me duele cada final de mayo cuando los veo venir, cogidos de la mano, con un ramo de claveles hasta la pequeña playa. Ella, la madre del crío que se llevó el mar, se sienta en la arena y su mirada se pierde a lo lejos por encima de las olas. El padre coge las flores y se mete en el agua hasta que ésta le llega a la cintura, y entonces, uno a uno, lanza los claveles al mar cuando la marea está bajando para que se los lleve. Son las flores que nunca pudieron poner a su hijo. Después se sienta junto a ella y la abraza. Desde el faro no puedo verlo, pero se que lloran, que se preguntan mil veces por qué.

Se van igual que vinieron, despacio, volviendo de vez en cuando su mirada al mar, como despidiéndose una vez más de su hijo. Ya no volverán hasta el año que viene, por eso no saben que mañana, cuando la marea suba, el mar les devolverá a la playa uno de los claveles que trajeron para su hijo, y yo, cuando lo veo al amanecer varado sobre la arena, dormido, igual que el niño se quedó dormido sobre las olas, sé que no es el mar que lo devuelve. Es su hijo, que los sigue queriendo y recordando.

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(la fotografía la hice cuando el mar devolvió una de esas flores, la base de esta historia es real)
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9 comentarios:

Adelina dijo...

Es una historia tristísima...

Aunque hasta al tristeza se hace bella en tu palabra.

Muchos besos.

galerna dijo...

Mucha sensibilidad narrando esta historia, y para escribir así hay que tener algo que, por lo que se, tu tienes:ternura.
Un beso.

Aixa dijo...

Una triste historia... tan emotiva que llego hasta el ultimo rincon de mi alma... sencillamente conmovedora... gracias por compartirla farero.

eloisse dijo...

No tengo palabras. solo decirte Gracias Farero.
Un bikiño desde galicia.

eloisse

El viejo farero dijo...

SAKKARAH: Una buena parte de las cosas que ocurren en esta vida son tristes, pero tal vez eso haga que las "normales" sean buenas, y las buenas estupendas.
Un beso... o dos.

GALERNA: Muchas gracias por tus palabras, pero igual si me vieses conduciendo tenías otra idea de mi. Estas cosas, como todo en esta vida, van y vienen, suben y bajan... tal vez anoche, cuando por fin lo escribí (después de muchos meses) estaba un poco sensible.
Venga, otro beso para ti.

AIXA: Gracias a ti por los poemas que alguna vez me has regalado. Un beso y un abrazo. Y a seguir adelante.

ELOISSE: Nada de gracias, eso sí, el beso me lo quedo y te envío otro hasta tus tierras gallegas.

Isabel dijo...

Uff,pues es difícil aceptarlo,la verdad...
Con el respeto que me impone desde siempre el mar,a pesar de todo lo que me gusta observarlo, siempre dejo en mi recuerdo un lugar para todos aquéllos a los que los vientos no les fueron propicios...
Aunque nunca sepamos por qué razón el mar los quiso para él...

Relato y fotografía muy bellos,sin duda.Un abrazo.

El viejo farero dijo...

Si, ésta es una de esas cosas que cuesta aceptar pero que al final no tenemos más remedio que vivir con ellas. Me alegra que te guste el relato y la fotografía.

Un beso.

Chesana dijo...

Lo primero en cuanto he llegado ha sido el pararme mirando la imagen. Después te he leído.

El mar, ese con el que se quedan cortas las palabras para describirle, y que es capaz de hablar cuando el silencio es dueño. Pero también puede ser muy cruel cuando se torna avaricioso de vidas.

Tremenda la historia, y tan mágicas tus palabras que leyéndolas casi he tocado la arena húmeda y escuchado el balanceo de las olas llenas de amor.

Abrazo fuerte.

El viejo farero dijo...

La imagen tan sólo refleja una mínima parte de lo que fue aquella tarde. Tengo otras fotos del hombre tirando los claveles, de la mujer sentada en la arena... pero he preferido dejar ésta, las otras no son fotos para publicarlas, aquí el drama es la historia, las personas reales mejor dejarlas al margen.

Así es el mar, como tantas cosas, como el amor, por ejemplo, que igual da la vida que te la roba.

Un abrazo desde Andalucía.