12 junio 2010

El payaso.


Llegaron ayer y, como cada año, los pocos críos que hay en el pueblo gritaban mientras corrían detrás del camión y la caravana que arrastraba. Antes, a media mañana, había llegado la furgoneta vieja que lleva un altavoz sobre el techo y que repite una y otra vez la misma cantinela. Es el circo, pequeño como el pueblo, pequeño como el puerto; viejo como los barcos de mis amigos los marineros, viejo como este viejo farero.

Lo montaron en la explanada que hay junto al puerto, lo llenaron de bombillas que a fuerza de colores pretenden ocultar su poca intensidad. Hay precios especiales para niños y para jubilados. No saben que medio pueblo tiene derecho a esos precios, no por ser críos, sino por ser hombres y mujeres que ya dieron todos sus años de trabajo y ahora malviven con una pensión miserable.

Tenía ilusión María por ir al circo y cerró pronto su bar. Me esperaba en la puerta, con su vestido azul, nerviosa, impaciente. Está tan acostumbrada a vestir de negro y cubrirse con el delantal que le cuesta verse vestida asi. Hay cosas a las que nunca te acostumbras, cosas que siempre te emocionan y te ponen nervioso y yo, al verla, preciosa, esperándome, siento cómo mi corazón se acelera, y me acerco a ella sonriente, deseando besarla y decirle lo guapa que está.

El circo es una estructura metálica que sostiene una lona de colores raída y descolorida que ha dormido en cientos de pueblos, que ha cobijado miles de cuerpos y que ha oído la risa de niños que hoy son padres de otros niños que vuelven a reír bajo ella. Unas filas de bancos, una pista pequeña que pretende ser un círculo y unos focos que cambian de intensidad y juegan un poco a ser el sol de un mundo de ilusiones vistas y miserias escondidas.

Sale corriendo desde el fondo y al entrar a la pista tropieza y cae. Se levanta, camina de espaldas mirando el suelo donde tropezó y vuelve a caer dando una voltereta. Los niños sonríen y alguna mujer mayor ríe escandalosamente. De los ojos del payaso salen dos chorros tremendos de agua mientras él llora y cuando se limpia las lágrimas exprime su pañuelo que deja un nuevo charco en el suelo.

Tiene su cara pintada, su peluca escandalosa, la nariz roja y grande, la camiseta de rayas y un pantalón de tirantes que amenaza caerse cada vez que se mueve. Hace mil cosas y arranca mil risas con su voz de pito y sus bromas a algunos vecinos, y cuando termina un estruendoso aplauso pretende compensar su generosidad.

Esta mañana he visto a un hombre desconocido paseando por la pequeña playa que hay a los pies del faro. He mirado con mis prismáticos y he encontrado un hombre serio, triste, melancólico, que miraba al mar y tiraba de vez en cuando alguna piedra al agua. Se ha alejado poco a poco con un andar pausado, cansado. Arriba, en el camino, ha vuelto a detenerse para mirar al mar. Lleva sus manos en los bolsillos del pantalón y golpea con su pie una piedra; la aleja cuesta abajo como si con ella alejase de sí mismo algún triste pensamiento y después se marcha por el sendero camino del puerto.

Esta tarde, en el bar de María, he vuelto a verlo. Salía justo cuando yo entraba, me ha saludo con la misma tristeza con la que paseaba por la playa. He preguntado y un amigo me ha dicho que es del circo. Volvía a la caravana que hace de casa ambulante, de camerino. La noche está al caer y tiene que ponerse su peluca escandalosa, la nariz roja y grande, la camiseta de rayas... A las 10 saldrá otra vez, tropezará, llorará a mares y volverá a hacer reír a la gente.

9 comentarios:

osane dijo...

Todos somos un poco como ese payaso.
Cuantas veces tenemos el corazón destrozado y salimos a la arena con un disfraz de excesivos colores y excesiva expresividad intentando transmitir que aquí no pasa nada.
El disfraz no apaga lo que sentimos en nuestro interior, ni siquiera un payaso está libre de sentirse solo.
Me encanta tu forma de escribir, la forma en que haces que una situación sencilla se convierta en un ramillete de sentimientos.

Un beso querido Farero.

M.A. dijo...

Supongo que te lo han dicho mil veces: tu manera de contar las cosas cala, llega al alma. Da lo mismo que escribas del amor de la soledad o, como en este caso, de un payaso, al final lo tuyo es tocar la fibra sensible y hacernos sentir. Hacernos ver las cosas que cuentas como si ocurriesen delante de nuestros ojos es algo que logras de manera única.
Se que quien pone las letras y los sentimientos no es el farero, que alguna vez has dicho que éste es un personaje inventado, pero algo me dice que uno y otro tienen muchas cosas en común.
Un beso, a los dos.

M.A.

Isabel dijo...

No he podido evitar recordar esta aria preciosa...

http://www.youtube.com/watch?v=FfLlE6yoG2g&feature=related

Bueno, decirte nuevamente que sabes muy bien cómo colorear de sentimientos tus palabras es ya algo repetido...

Transmites emoción y eso no es fácil.
Ah ,por cierto, ví la pelicula que me dijiste; perfecta para recrearme con el ambiente de Alfama y el Tejo...Gracias mil,amigo.
Buen domingo.:-)

Trini Reina dijo...

Siempre me han provocado melancolia los payasos. Debe de ser porque yo los miraba, los miro, más allá del maquillaje. Así como tú, Farero.

Abrazos

Adelina dijo...

A veces uno tiene que reír cuando llora por dentro...
Muchos besos con cariño.

Adelina dijo...

Creí que ya lo había contestado. Lo debí hacer mal...

Precioso...Es así, a veces hay que sonreír a pesar de estar sufriendo por dentro.

Muchos besos.

Isabel dijo...

Paso para desearte feliz fin de semana,amigo...
Que disfrutes.Un abrazo. :-)

http://www.youtube.com/watch?v=U7eP3c7JDi4

El viejo farero dijo...

OSANE: Supongo que unas veces lo hacemos para evitar que quien nos quiere nos vea hundido y otras la razón de esa falsa alegre apariencia es ocultar nuestros dramas y miserias. Gracias por tus palabras y por tu presencia en este faro.
Un beso.

M.A. Si lo que cuento alguien puede vivirlo como si lo estuviese viendo es en buena parte gracias a su imaginación.
Es cierto que más de una vez he dicho que el personaje y quien escribe son dos seres completamente diferentes, tan cierto como que es así; lo único que tenemos en común es que nos gusta el mar y alguna gaviota.
Un saludo.

ISABEL: Me alegro que la película te trajese bonitos recuerdos. Muchas gracias por tus palabras y por el enlace, Pavaroti me encanta.
Un beso con una semana de retraso.

TRINI: Igual es que lo superficial, como el maquillaje de los payasos, no nos dice mucho.
Un beso paisana.

SAKKARAH: Me parece a mi que te voy a cambiar el título de madrileña preferida por el de madrileña despistada; cualquiera sabe a quien le dejaste el comentario. Lo cierto es que tienes razón, hay veces que tenemos que pintarnos esa sonrisa.
Un beso... o dos.

ISABEL: Muchas gracias por tus buenos deseos y por el vídeo, es precioso, y más para alguien como yo. Esta vez el beso te lo devuelvo dentro de plazo.

Mar dijo...

El semblante de los payaso siempre me ha transmitido tristeza; no así sus bromas.

Despues de leer tu relato pienso ¿cuanto hay en el hombre de payaso o en el payaso de hombre? La cara de tristeza que tiene el payaso es el reflejo del alma del hombre.

Precioso.

Saludos.