03 junio 2010

Juan Araujo y el Gran Poder.


Cuenta la leyenda que aquel hombre fue mil veces a pedirle a Jesús del Gran Poder para que salvase la vida de su hijo, pero el muchacho murió y el hombre le dijo al Cristo: "A partir de ahora, si quieres verme vas a tener que ir a mi casa". Una tarde de lluvia llamaron a su puerta, al abrirla se encontró al Gran Poder.

La leyenda, en este caso, es parte de una historia real. Su protagonista fue Juan Araujo, delantero centro del Sevilla, de cuando este puesto llevaba el número 9 a las espaldas. Juan había nacido en 1.920 en La Carolina, Jaén. Dicen que cuando corría por el césped lo hacía sobre los talones, lo que le sirvió el apodo de " El Pato Araujo" y durante muchos años formó parte de la plantilla sevillista, donde hizo historia en el último partido de la temporada 1.945/46 al marcar el gol del empate frente al Barcelona en el campo de Las Corts, gol que supuso el único título de liga que posee el Sevilla.

Eran otros tiempos y cuando Araujo se retiró del fútbol puso un garaje en su barrio de Nervión. Su hijo tenía una grave enfermedad y Juan acudió a los más afamados médicos, pero ninguno daba solución a la enfermedad del muchacho. Muchas tardes atravesaba Sevilla para ir al barrio de San Lorenzo para pedirle al Gran Poder por su hijo, pero ni los médicos ni sus oraciones sirvieron de nada y el hijo murió. Cuentan que después del entierro Juan Araujo se fue a ver al Gran Poder y le dijo: Que sepas que ya no vengo más a verte porque no has querido salvar a mi hijo, así que si quieres verme vas a tener que ir tú a mi casa.

Años después, en 1.965, se celebra en Sevilla una "santa misión" en la que las hermandades sacaron las imágenes a las calles de los barrios para potenciar la devoción religiosa. Al Gran Poder lo llevan al barrio de Nervión, pero la tarde se cerró en agua y los hermanos de la cofradía necesitaron un lugar donde proteger la imagen de la lluvia. El único sitio cercano capaz de cobijar al paso del Gran Poder era un garaje: el de Juan Araujo. Cuentan que cuando llamaron a la puerta salió Juan a abrir; ante él el Cristo, empapado y mirándolo, y los hermanos pidiéndole que lo cobijase.

Yo os dejo la historia, cada uno de vosotros pondréis la interpretación.


El viejo farero.

2 comentarios:

Trini Reina dijo...

Como Sevillista que soy, me he interesado siempre por la historia del SevillaFC y, como Sevillana, por las leyendas de Sevilla.
Hace mucho que leí esta leyenda que cuentas y la creí a pies juntillas. Pero, no hace mucho leí que no era cierta. Que Araujo, a pesar de la muerte de su hijo, nunca renegó del Gran Poder; aunque sí lo recibió aquella noche en sus talleres. No sé cual será la cierta, pero, desde luego la primera, pone los pelos de punta.

Mira, esta es cierta y no hace más de tres años. Me operaron de metástasis y, al llegar el tiempo del Rocío, mi madre prometió que no saldría a la calle a ver pasar el Simpecado en la carreta de Tomares, ya que le había rogado a la Virgen que yo no recayera y la virgen ni caso...
Así que no salió en la ida, pero la vuelta la pillo paseando por una calle por donde antes nunca pasaba la carreta en su recogida, y ese año, vete tú a saber por qué, cambiaron el itinerario y el Simpecado pilló a mi madre en el cogollo...
Mi madre lo repite cien veces al año, siempre con lágrimas en los ojos. Son sus creencias y yo las respeto.
Uy, qué manera de enrollarme:):):

Abrazos

El viejo farero dijo...

Tengo entendido que la "versión oficial" es cierta; es fácil entender que un padre a quien le sucede algo asi reniegue de lo que sea, incluído su Cristo, de todos modos algunas veces las historias se convierten en leyendas y entonces empiezan los aderezos a gusto del consumidor. Sea como sea hay una cosa clara: Tenemos una ciudad única llena de preciosas leyendas.

Un beso.