26 enero 2011

Edwing Castro Rodríguez.

Hace unos meses, durante el homenaje que hicimos en el faro a Miguel Hernández, Homero, un amigo nicaragüense, nos dejó un comentario en el que decía que en su tierra, Nicaragua, hacían cierta comparación entre el poeta español y Edwing Castro, poeta nicaragüense. Entonces prometí a Homero buscar un poema que él mencionaba y dejarlo en el faro como homenaje a todos los nicaragüenses.  Hoy, después de más tiempo de la cuenta, cumplo la promesa y pido perdón a Homero, si me lee, por la tardanza.

Edwing Castro fue detenido por la policía del dictador Somoza el 18 de octubre de 1.956 acusado de conspiración contra el dictador; el 18 de mayo de 1.960 fue ejecutado por las mismas fuerzas dictatoriales.

Estando en la cárcel escribió varios poemas que su esposa conseguía sacar a la calle, entre ellos éste que os dejo a continuación. Cuando lo leáis veréis que es cierto, que hay muchas cosas en común entre los dos poetas.

A los amigos nicaragüenses pedirles disculpas si alguno de los datos que he dejado no es correcto.



Mañana, hijo mío, todo será distinto.


Mañana, hijo mío, todo será distinto.
Se marchará la angustia por la puerta del fondo
que han de cerrar para siempre
las manos de hombres muertos.

Reinará el campesino sobre la tierra suya
-pequeña, pero suya-
florecida en los besos de su trabajo alegre.

No serán prostitutas las hijas del obrero,
ni las del campesino,
pan y vestido habrá de su trabajo... honrado
se acabarán las lágrimas del hogar proletario.

Mañana, hijo mío, todo será distinto,
sin látigo, ni cárcel, ni fusil
que supriman las ideas.

Caminarás por las calles de tus ciudades,
 en tus manos, las manos de tus hijos,
como yo no lo puedo hacer contigo.

No encerrará la cárcel tus años juveniles,
como encierra los míos,
ni morirás en el exilio.

Temblorosos los ojos
anhelando el paisaje de la patria,
como murió mi padre.

Mañana, hijo mío, todo será distinto...




Edwing Castro.








24 enero 2011

Ya no duele.

Durante mucho tiempo mi corazón fue como esa herida que vamos tocando levemente, con miedo, para comprobar si sigue doliendo. No lo tocaba, no podía,  pero mi mente le traía el recuerdo de tu cara, de tus manos... y  él sangraba. Retiraba el recuerdo de la misma manera que se retira la mano de la herida para evitar el dolor que hemos comprobado que sigue ahí, dormido, aletargado, pero vivo, esperando un roce, leve, mínimo, para despertarse.

Tu cara y tus manos dejaron de hacerle daño, pero tus besos, los corazones que pintaste en mi espalda y tus te quiero seguían escociendo, eran sal en una herida, agua del mar, y yo, inconsciente, buscaba algunas noches la playa de tus recuerdos y me sumergía en el mar de la añoranza.

He vuelto a verte, a oir tus palabras y tu risa, hoy tensa y nerviosa. Hemos hablado de todo, hemos hablado de ti, de mí... pero no hemos hablado de nosotros. Tal vez hayas olvidado que nos amamos, tal vez hayas tenido miedo de tocar tu corazón con los recuerdos de mis caricias, por si te dolía.  Al mío ya no le duelen, cicatrizaron.  


El viejo farero.

10 enero 2011

Algunas cosas que no vemos.

Ocurren cientos de veces a nuestro lado, las vemos, pero no las vemos. Esto es una gota de agua en el preciso instante de chocar contra el cristal de una mesa. Ocurrió en la azotea de mi casa después de haber llovido; una gota rezagada que quedaba en uno de los hierros del toldo.

Tal vez sea que algunas cosas, igual que la vida, pasan demasiado rápidas. Se nos escapan.

Saludos desde el faro.

La higuera de Miguel Hernández.

En su elegía a su amigo Ramón Sijé Miguel Hernández ya la menciona:


Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera.

La casa donde vivió el poeta está situada en el número 73 de la calle de Arriba, en Orihuela. Hoy en día es la casa museo de Miguel. En su patio una higuera bajo la cual Miguel Hernández compuso algunos de sus poemas.  Una higuera centenaria que ya daba sombra al patio cuando sus padres compraron la casa.  Hoy las visitas, la dejadez, la desidia y la insensatez la están matando.

Quienes visitan la casa quieren hacerse una fotografía bajo sus ramas. Nadie lo impide, pero las continuas pisadas están compactando el terreno y las raices se están muriendo.  Los años han dejado huecos en su tronco, habían dejado, porque un jardinero descerebrado los ha rellenado con cemento.

Hay más:  El pasado año para celebrar el centenario del nacimiento del poeta el periódico murciano La Verdad regaló a sus lectores "un trocito" de la higuera de Miguel Hernández; para que no hubiesen dudas el ayuntamiento de Orihuela extendió un certificado de autenticidad con cada trozo de la higuera.  ¿Desde cuando se celebra un centenario desmembrando un ser vivo que es parte de una historia?

La higuera se está muriendo, la están matando, pero no os preocupéis: La han podado y han sacado 200 esquejes, 200 supuestos clones, y los han repartido por este culto país. También llevan un certificado de autenticidad.  Entre los destinos: el palacio de La Moncloa y el de la Zarzuela.

¿Decimos algo o nos callamos?