01 junio 2011

El primero.

Hace ya varios días que María, cansada de una mala cobertura en su móvil, cambió de compañía.  Desde entonces es fácil verla, cuando no tiene otra cosa que hacer, tocando botones, mirando el manual... y quejándose de lo complicado que es este nuevo. Pero María es una mujer porfiada y terca. Es luchadora, y cariñosa, y buena... pero es sobre todo eso, dice ella,  luchadora: Es la única forma de conseguir cosas por uno mismo en esta vida dice; las que conseguimos gracias a la suerte no saben igual.

-María, ¿aún andáis con el celular aprendiendo su manejo? -Le pregunta Alfredo, un marinero argentino que a pesar de llevar media vida en esta tierra sigue hablando con el mismo acento del primer día y al que, cariñosamente, el primer día que lo oyeron hablar en el puerto alguien le llamó Di Stéfano. Nunca le molestó, incluso algunas veces se sonreía y hacía alguna broma sobre el tema.

-Ya aprenderé, además, con saber recibir llamadas y hacerlas y lo de los mensajes tengo suficiente.

Me siento junto a ella y observo el movimiento de páginas hacia adelante buscando una instrucción, páginas hacia atrás buscando un dibujo, miradas al móvil intentando  hacer lo que dice el librito...  y María se levanta a poner un refresco y mis ojos, que la siguen como si mi mirada la hubiesen cosido a su cuerpo y no pudiera mirar hacia otra parte, se van con ella.

Regresa y en sus manos trae  otro móvil, uno de la otra compañía que muchas veces nos castigaba y no nos dejaba hablar de noche. Hace tiempo que no funciona, o al menos no puede hablar con él, ya no tiene línea, pero ella lo conserva.

Lo deja en la mesa y mientras sigue en su guerra particular con los menús, las opciones, las aplicaciones, la conectividad y los ajustes yo cojo el móvil viejo. Es triste ver lo pronto que se hacen viejas estas cosas. Toco una tecla y el móvil se enciende. Sonríe María casi a escondidas.

-No me digas que aún funciona este cacharro...

- Bueno,  no puedo hacer llamadas ni recibirlas, pero sigue vivo. Le tengo cariño.

-¿Conservas todos los móviles que has tenido hasta ahora?

-No, sólo este.  

Espera María una pregunta que, inevitablemente llega.

- Venga, ¿Cual es el motivo?

Y María coge el teléfono de mis manos, lo mira, lo acaricia con las suyas y con su mirada.

-Aquí dentro está el primer mensaje que me enviaste, una noche, hace ya mucho tiempo.


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Es bonito conservar recuerdos, máxime cuando se cuentan como los cuentas tú. Preciosa la frase de tu mirada cosida a su cuerpo y es una alegría grande ver que recuperas un poco de esa rutina perdida.
Un beso.
María.

Unknown dijo...

Cada vez que llego a tu sitio me da la misma emoción. Es inevitable, como esa pregunta que María conoce. Tu blog fue el primero que enlacé al mío. Siempre me pareció maravilloso, porque siempre he amado los faros y Andalucía... y siempre están los recuerdos, como en éste precioso relato.
Un abrazo desde Buenos Aires

Trini Reina dijo...

Sí, hay cosas que hemos de atesorar por siempre y para siempre.

Muy hermoso el relato

Abrazos

El viejo farero dijo...

MARÍA: Sí, hay recuerdos que es bonito conservarlos y de vez en cuando echar mano de ellos, es un poco volver a vivir aquel momento. Intentaremos volver poco a poco a la normalidad, al menos a parte de ella.

Un beso.

SUSANA: Mi amiga porteña, gracias por tus palabras, para mi es un lujo que en tu blog haya un enlace a este faro.

Un beso desde Andalucía.

TRINI:Seguiremos guardando pequeños tesoros.

Un beso para ti.

simply blue dijo...

Utilizando tu frase, los recuerdos siempre siempre los tenemos cosidos al alma y ahí perduran eternamente. Es precioso de vez en cuando sentirlos, tocarlos....de esas cosas del día que te hacen sonreir, emocionarte y llenarte de amor.

Un beso desde mi faro amigo farero.

galerna dijo...

Buenos dias, farero,dime:guardas tu movil anterior?
Un beso

Inma dijo...

Pordios, cómo me dolió a mí perder mi viejo teléfono... en él conservaba, como María, "sus" mensajes, los primeros, los más bellos, los que databan de aquellos meses en que aún ni nos habíamos conocido...
Sospecho que me lo robaron, y sospecho quién lo hizo... y reconozco que me alegro de cada uno de los tropiezos que ha tenido desde entonces... Incluso de que alguien (juro que no fui yo) robase una noche su bolso, en el que llevaba un teléfono, como el mío supongo, cargado de emoción...

El viejo farero dijo...

GALERNA: Sí, lo conservo a pesar de sus arañazos, a pesar de no tener ya línea... es, en buena medida, como el móvil viejo de María. Seguramente sea porque aprendo de ella.

Un beso.

MINA: Hubo un tiempo en que algunas cajitas guardaban cartas, palabras escritas sobre cualquier papel... eran cosas sin valor alguno, pero eran pequeños tesoros para quienes las guardaban. Hoy, posiblemente, estos aparatos aparentemente fríos sean un poco como aquellas cajitas: Siguen guardando pequeños tesoros.

Un saludo.

Adelina dijo...

Precioso... Llega al alma.

Un beso.