21 junio 2011

Mi república.

Hace ya muchos años,  el día que me convertí en farero, Onofre, el  viejo farero de entonces, me dio las llaves del faro, unos cuantos consejos, un abrazo de padre y una bandera republicana.  A Onofre nunca le gustaron los militares que pisotean las leyes, que dan golpes de estado, que llevan a un país a una guerra fratricida,  que quitan gobiernos elegidos por el pueblo y que imponen una dictadura. 

Durante años guardó aquella bandera esperando el día en que las cosas volviesen a ser como eran, esperando que alguien le devolviese al pueblo lo que le había robado y esperando izarla en lo más alto del faro, pero los años pasaron y las cosas que el ejército golpista robó al pueblo se perdieron para siempre.

Onofre, el farero republicano, se fue de este mundo sin poder ver su bandera ondeando en lo alto del faro. La tuvo muchos años en el sótano, allí donde nadie entraba, guardada, bien doblada, en una caja de madera. Era lo más profundo y sagrado de esta minúscula república que era su faro.  Yo, un buen día, la saqué de aquellas penumbras y la puse en las escaleras,  junto a una ventana.  Pero las banderas no se inventaron para tenerlas escondidas, las banderas, cuando las sentimos nuestras, dicen quienes somos, y esta mañana he bajado a la playa con la bandera de Onofre y mía y he clavado su pequeño mástil como si, por unas horas, tomase posesión de aquel trocito de tierra.

Nunca me gustaron los dictadores, ni las cosas impuestas sin más motivo que el capricho o  los intereses de alguien. Tampoco me gustaron nunca las personas que son lo que son porque tienen cierto apellido, aquellas que lo único que han hecho para tenerlo todo a sus pies es haber nacido en determinada familia. Supongo que es por eso por lo que no me gusta tener un rey: porque lo impuso un dictador, porque su familia está por encima de todos, a años luz del pueblo, por el único hecho de llamarse Borbón, porque nunca nadie me preguntó si yo quería volver al medievo y vivir en un reino o volver al sistema, bueno o malo, que mis predecesores habían elegido y que les robaron.

Ahora, en la soledad del faro, he vuelto a recordar  a mi antecesor, Onofre, y he decidido colgar de nuevo la bandera, esta vez a la entrada, sobre el arco que da paso a las escaleras. Hoy le devuelvo a mi faro lo que era suyo y lo convierto en mi minúscula república.


El viejo farero.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

En el fondo de muchos la bandera republicana bandea, es la que mi padre sentía y es la que (por convencimiento propio y no por imposición) me representa. Al leerte he ido hasta el lugar donde conservo palabras escritas que me recuerdan como vivieron los tiempos en que la bandera ondeaba.

Hizo bien el farero sacando al aire la bandera del cofre que Onofre conservaba en esa caja de madera.

Un beso desde tierras extremeñas

María José

Susana Terrados dijo...

Te felicito amigo farero porque hay que empezar por casa a devolvernos la identidad y los ideales a cada uno.
Linda república la tuya, espero que cunda el eejemplo.
Es una preciosa entrada...miles de gracias.
un beso

Fernanda - diseño de paginas web dijo...

Las dictaduras son lo peor, y los militares dictadores ni hablar... Ojala se acabe eso para siempre.
Fernanda

Unknown dijo...

Ay Farero, siempre tan adecuado, tan emotivo, tan ideal...la república y su esencia, el hombre y su identidad. Cuando las banderas amortajan a los seres hay que sacar las otras, las de la libertad, las de los sueños...Yo que he nacido en una República, y que me han contado mis padres y mis abuelos de aquellas luchas, de aquellos ideales, siento éste post entrañable. Onofre te lo debe estar agradeciendo con una inmensa sonrisa. Y nosotros, tus lectores, también ;)
Un abrazo grande desde Ciudad de Buenos Aires

Ciudadano Plof dijo...

Esa bandera que aparece clavada en una playa de cayados (que puede ser una de las muchas de ese tipo que existen en Canarias) es la que nos arrebataron por la fuerza de las armas. La bandera adoptada legalmente por la II República Española, refrendada por el voto mayoritario de los ciudadanos.Y es ella, y no otra, la que muchos llevamos en el alma, porque aunque la enseña nacional vuelva a ser aquella bandera de origen marinero que instauró Carlos III allá por 1785, para gran parte de la población estará siempre unida al Régimen Franquista.

Carolina - casas en merida dijo...

Excelente articulo. Lamentablemente en latinamerica estamos llenos de purus militares en el poder como ese que describes.
Carolina