22 agosto 2011

La mujer y el faro.

Para Belén Menéndez, la mujer que devuelve la vida a los faros.



Lleva mi faro aquí  años y años, guiando a los barcos cuando el sol se pone, diciéndoles donde está la costa, el acantilado.  Los amigos marineros dicen que no sólo es su guía en las noches de temporal cuando nadie sabe dónde está nada, sino que es como una madre, como una esposa que vela por ellos, que les indica el camino a casa.  Pero, después de tantos años, nadie sabe nada de sus sentimientos. Nadie sabe siquiera que los tiene.

                                      
Esta  noche pensé que me estaba volviendo loco o, al menos, que comenzaba a estar  enfermo. Muy enfermo.

 Cuando subí las escaleras al caer el sol para comprobar que todo estaba dispuesto la escuché. Fue una voz tenue, suave. Me asusté: allí no podía haber nadie. Me volví y tras de mí tan sólo había una escalera vacía. –Vamos, enciéndeme, por favor.
 
Me he sentado en el suelo, junto a la linterna, y he pasado mi mano por la frente  limpiándome un sudor que no tenía, buscando un indicio de fiebre, de malestar.  –Por favor... enciéndeme... falta poco para que venga-  He mirado por todas partes y un miedo que ha ido helando mi sangre se ha apoderado de mi.

-¿Quién eres?– He preguntado sin saber bien a quien. No esperaba respuesta alguna, no había nadie que me respondiese. – Soy tu faro.

 ¿Serán los años, la soledad que me está volviendo loco?  Los faros no hablan. Pero mi faro me estaba hablando, y yo  no estoy loco. ¿O sí?

-Enciéndeme, por favor, dentro de nada ella vendrá, paseará por la playa, mirará nuestro mar... y yo necesito verla.  Es una mujer, tú la conoces...-  ¿estás hablando, tú puedes hablar?-No entiendo nada.  Después de  media vida aquí, en la soledad del faro cada noche... lo estaba oyendo hablar. 

Se encendió la linterna y  el haz de luz comenzó su interminable andadura, su giro eterno sobre el eje de la torre.  Y mi faro siguió hablando, y yo, un viejo y asustado farero, escuchando.

-Que relativo es todo, amigo mío. Cada tarde tú vienes a encenderme, a darme vida. Ellos me ven de noche, me miran y se sienten más tranquilos, pero de día no se fijan en mí... entonces yo les veo, en el puerto, navegando... los veo alejarse, los veo venir, pero ellos no me ven, no me miran.

Desde fuera mi luz es un destello que apenas dura un segundo, una luz que se enciende de repente en mitad de la noche para volver a apagarse... pero no es así amigo mío. Mi luz es una luz que no cesa; está encendida toda la noche, no va y viene, y tú, solo tú, mi viejo farero, lo sabes y lo sientes así.  Quiero iluminar a todos, pero no puedo, quiero verlo todo, pero no me dejan... incluso a ella tengo que verla  poco a poco, a retalitos de tiempo.

Gracias, amigo, por encenderme cada noche, por hacerlo aquella en la que la vi caminando por la playa, descalza.  La iluminé de repente, como lo ilumino todo, y di la vuelta buscándola. Allí estaba, dejando que el agua del mar besara sus pies.  Las primeras noches sólo la observaba... pero ahora necesito verla.  Envidio esa agua que llega hasta sus pies, esa arena que ella mira y que pisa... esas caracolas que recoge y acerca a su oído para oír el mar que tiene junto a ella.  Si yo fuera caracola por un momento no le daría los sonidos del mar.  Cuando me acercara a su oído le hablaría de mi soledad, de mi amor por ella, de lo largos que son mis días esperando la noche para verla... si yo fuera caracola, amigo farero, le diría un te quiero muy bajito muy bajito, tan bajito que casi no lo oyera, para que tuviera que acercarme más a ella, para poder oler su olor, para poder rozar y sentir su piel como la sienten la arena y el mar.

Me he enamorado amigo mío. Ya ves... yo, un faro... pero si tú la vieras puede que también, a tu edad, te enamorases de ella.  Alguna tarde ha venido a mirar el mar. Se sienta en la playa y deja que su mirada se pierda a lo lejos buscando no sé qué.  Pero cuando más me gusta es de noche, porque sé que ella, entonces, me mira.

Una mañana vino hasta aquí, ¿recuerdas?... estuvo paseando junto a mí, me miraba... y al final llamó y tú la dejaste entrar... ¿la recuerdas?... si hombre... es imposible olvidarla... Aquella noche di más luz que ninguna otra... ella había estado aquí... viéndome por dentro.  ¡Qué pena que no viera también por dentro de lo interior, por dentro de lo más dentro!  Pero no sé, igual se hubiera asustado... ¿te imaginas, descubrir que un faro está enamorado de ti? 

Ella no lo sabe... pero cuando la ilumino de noche le hago guiños. No sabe que la espero, que las noches que no viene casi no tiene sentido estar luciendo. Si, ya sé que debo hacerlo, que les hago falta a otros... pero ella me hace falta a mí. 

Tú, amigo farero, ya lo sabes, enciéndeme cada tarde: tengo que verla  cuando llegue, tengo que hacer que me vea... tengo que llegar a ella y acariciarla con lo único que puedo hacerlo: con mi luz, con la que tú me das.

¡Qué triste es, viejo farero, ser faro y estar enamorado de una mujer!








7 comentarios:

Unknown dijo...

Tu nunca estarás solo, Farero, somos muchos los que ya seguimos tu luz...

Anónimo dijo...

Un saludo desde estas tierras del norte...
Un placer pasar por este lugar lleno de luz y sentimientos.
Un abrazo.
Vetusta

Unknown dijo...

Ay ay ay Farero, amigo... ¿quien puede dejar de enamorarse de tus letras?, de ese modo de decir las cosas entrañables... No puedo pasar a leerte y no emocionarme. Tienes ese don, ese duende, esa luz.
Un beso desde Ciudad de Buenos Aires

El viejo farero dijo...

BELÉN: Esta luz solamente indica dónde hay un amigo; si de vez en cuando acudes a este faro tú eres bienvenida y yo un poquito más feliz.
Un beso desde el Sur.

VETUSTA: Me alegra enormemente verte por el faro; el siguiente paso leer (donde tú quieras) algo tuyo.
Beso también para ti.

SUSANA INÉS: Mi querida amiga porteña, gracias por tus palabras y por tu visita. Espero que poco a poco todo sea de un color más alegre.
Para tí, hoy, dos besos.

RChS dijo...

Y que bonito es, Farero, pasarse por tu blog y leer tus preciosas historias !!

galerna dijo...

Farero:ya tienes un motivo mas para encender tu faro.
Un beso.

El viejo farero dijo...

RChS: Si estas historias te gustan yo me alegro. Tienes abiertas las puertas del faro para que entres cuando quieras.

Un saludo.

GALERNA: Hay muchos motivos para mantener encendido el faro, si no mucho sí al menos algunos. Éste, en todo caso, es un aliciente no para el farero, sino para que el mismísimo faro.

Un beso y un abrazo.