05 mayo 2012

Faros de Portugal, VII


El desayuno en el pequeño comedor del hotelito es la despedida de esta esquina del mundo. Las calles de Sagres están desiertas y más que circular paseo por ellas. No es que Sagres tenga en sus edificios nada de especial, pero es Sagres: la puerta del Cabo San Vicente. Dejarla es dejar atrás un sitio mítico para mí.

Hoy el primer destino es a la entrada de la ciudad de Lagos, un lugar llamado Ponta da Piedade.  Ponta Piedade es una zona costera de acantilados y grutas.  Es una especie de transición entre los acantilados de Cabo San Vicente y las playas Albufeira o Faro.   Aquí hay pequeños barcos que ofrecen paseos junto a la costa, adentrándose algunas veces por arcos que el agua y el viento han ido labrando en esta piedra arenisca. Y aquí está también el faro de Ponta da Piedade.

La primera sensación que produce este faro, al menos a mí, es de soledad y abandono. Es un edificio de planta rectangular de color amarillento y adosada al mismo está la torre, cuadrada, de mampostería, con linterna pintada de rojo.  A cada lado del edificio según se mira desde la entrada se alzan dos palmeras que con el paso de los años han terminado superando en altura al mismo faro y ahora parecen escoltarlo y cuidarlo.  Todo el recinto está rodeado por una alambrada que le da cierto aire de prisión, de zona prohibida, de esos sitios en los que algo te impulsa a desobedecer el mensaje y entrar.

El faro es relativamente moderno ya que data de 1.913 y se edificó sobre las ruinas de la ermita de Nossa Senhora da Piedade. Comenzó a funcionar con un sistema óptico de 4º orden que emitía  un grupo de 5 destellos cada 10 segundos utilizando petróleo.  En 1.923 la luz pasa a ser de ocultaciones ofreciendo una ocultación de de 2,5 segundos cada 69.5 segundos.   Ya en 1.952 el sistema de petróleo es sustituido por una lámpara eléctrica y el faro se conecta a la red pública obteniendo entonces un alcance de 15 millas náuticas que más tarde se ampliaría a 18.  El faro fue automatizado en 1.983, tiene una altura de 10 metros y su plano focal se encuentra a 51, su alcance es de 20 millas y ofrece un destello de luz blanca cada 7 segundos.


Es imperdonable estar en Ponta Piedade y no sentir el vértigo que produce asomarse a sus acantilados o tomar el sendero, lleno de escalones, que baja hasta el mismísimo mar, a una mínima plataforma de hormigón diseñada para embarcar, cuando el mar lo permite, en uno de esos barquitos que te enseñan el acantilado desde otro punto de vista. Y a eso y a hacer fotografías me dedico durante un buen rato. Después toca subir lo bajado, volver a las puertas del faro y coger el coche para seguir el camino.

50 kilómetros al este del Lagos el río Arade desemboca en el mar formado un pequeño estuario en cuya orilla derecha está el puerto de Portimao y en la izquierdo el pueblecito de Ferragudo.  Un poco más adelante, en un saliente de la costa, está el faro de la Ponta do Altar.  Llegar hasta él se me  ha complicado más de la cuenta debido a una urbanización nueva de la que no terminaba de salir. Al final alguien me indica el camino (Martita me tenía loco y siempre volvía a la misma calle sin salida). 

La visita a este faro la salva el paisaje que se ve desde el saliente en el que se encuentra. El faro en sí es uno de los más sosos del viaje, rodeado con otra alambrada como el de Ponta Piedade, supongo que al estar automatizado y no tener farero el vandalismo comienza  a hacerse notar. Por si fuera poco junto al faro hay una torre de comunicaciones inmensa y fría que lo empequeñece más aún. Le hago un par de fotos y me voy a ver el mar, Portimao, la desembocadura del Arade y una playa cercana.

El faro de la Ponta do Altar tiene una altura total de 10 metros y su plano focal se encuentra a  32. Comenzó a funcionar en 1.893.  Tiene un diseño poco frecuente entre los faros portugueses ya que está formado por un edificio rectangular de una sola planta, pintado de blanco y esquinas de mampostería,  con tejado a dos aguas de teja roja y arrancando de uno de sus lados una pequeña torre cuadrada rematada por una linterna pintada de color rojo.

Este faro, al igual que el de Ponta da Piedade, se automatizó en el año 1.983, su óptica está formada por una lente Fresnel de 5º orden que tiene un alcance de 16 millas náuticas ofreciendo un destello blanco cada 5 segundos.

Ya solamente me quedan 3 faros por visitar en este viaje. En condiciones normales podría verlos todos hoy pero uno de ellos está en una isla, la de Culatra, frente a la población de Olhao y el barco que lleva hasta allí en esta época del año solamente sale del puerto de Olhao una vez al día, a las 10 y media de la mañana así que hoy toca hacer noche cerca de Albufeira y mañana  ir a la isla.  Y como hoy solamente queda que ver el faro de Alfanzina y tengo tiempo de sobra aprovecho para visitar un pequeño pueblecito de la costa: Carvoeiro.

Carvoeiro tiene una pequeña playa en la que también se ven pequeñas barcas de pesca.  A uno y otro lado de la playa hay unos cerros, edificados, por los que suben las calles y un camino que va dando continuamente primero a la playa y después al mar.  Desde aquí arriba hay unas vistas preciosas y aunque el camino, haciéndolo a pie, es un poco duro, merece la pena.  Al bajar hago una paradita para tomar una cerveza y después en una tienda de recuerdos encuentro dos apliques para poner en la pared. Sí, son dos faros.

A menos de media hora de camino está el último faro de hoy: Alfanzina. En 1.913 comenzó a estudiarse su ubicación, después de ver varias posibilidades se optó por este promontorio rocoso y en 1.920 el faro comenzó a funcionar. Tiene, adosada a los edificios de servicio,  una torre cuadrada de mampostería de 23 metros de altura  que da al faro un plano focal de 56 metros. Está rematada por una linterna pintada de rojo con un aspecto muy parecido a la del Cabo San Vicente, aunque bastante más pequeña. 


 En 1.952 se ampliaron las instalaciones y se construye una casa para el farero. Al faro llevaba un camino de tierra que en días de invierno lo dejaba aislado hasta que en 1.961 se arregla y se asfalta convirtiéndolo en carretera, pero tendría que esperar hasta el verano de 1.980 para ser conectado a la red eléctrica. Al año siguiente se automatiza y hoy en día tiene un alcance de 29 millas náuticas ofreciendo 2 destellos blancos cada 15 segundos.

A  tiro de piedra casi de este faro se encuentra una de las playas más pequeñas, bonitas y originales de cuantas conozco: la playa do Carvalho; pero hace unos años cuando  la descubrimos de manera accidental y, por sus características, Lucía, mi hija, la bautizó con el nombre de “Playa de los Piratas”. Y ese es el nombre que pone el bote de cristal donde guardo una poquita de su arena y que forma parte de esa colección de arenas de playas, la inmensa mayoría visitadas y unas cuantas regaladas, que ya pasan de 70.

La playa de los Piratas es una pequeña entrada del mar en la tierra. Quitando la parte que da al mar el resto está completamente rodeada por un acantilado vertical. Lo más original de ella es su acceso. Para llegar a la arena no hay que bajar por las paredes, es imposible, no hay camino; para llegar a la playa hay que ir hasta lo que sería su parte trasera; allí un túnel excavado en la piedra arenisca y cuyo suelo es una escalera nos lleva a la orilla del mar. Si alguna vez estáis cerca de esta zona buscad la urbanización Atlántico Club, cerca del faro de Alfanzina. Una vez comienza la urbanización solamente hay que seguir la calle hasta el final, termina en una pequeña placita y al fondo, en el lado izquierdo, arranca el camino que lleva a la playa de los Piratas. No os arrepentiréis si vais.


Cerca de Albufeira está el hotel donde pasaré la última noche en Portugal en este viaje. Mañana toca el único faro de todos los de esta ruta que está en una isla. Después Vila Real do Santo Antonio, el último. 

5 comentarios:

La Abuela dijo...

Preciosa ruta turística, que nos preparaste ,las fotos y tus palabras hacen que apetezca ir y ver y sentir el viento y tocar la arena.
que envidia "SANA".

Un abrazo

El viejo farero dijo...

La verdad es que el viaje fue una maravilla, y no es necesario que te gusten los faros para disfrutar de esas playas, esos acantilados, del mar...

Un beso desde el faro.

Miguel Ángel G. Yanes dijo...

El faro en si es ya un puntazo como guardián de esa esquina de Europa pero, aparte de él y de la calidad literaria de tu narración, que nos lleva prácticamente de la mano, me ha enamorado esa preciosa imagen de la Playa de los Piratas.

Unknown dijo...

Hola, Farero. Esperamos con interés tu ruta por Asturias, al menos espero haya sido tan interesante como el viaje portugués. Un abrazo desde el Norte.

El viejo farero dijo...

MIGUEL ÁNGEL: En la fotografía de la playa verás al fondo un rectángulo vertical oscuro, es la entrada a la playa, es la salida de ese pequeño túnel que la comunica con la parte de fuera. Si alguna vez estás por la zona no te la pierdas, te gustará.

Un abrazo desde Andalucía.

BELÉN: Lo de Asturias ha sido diferente, otra manera de ver faros. El amigo José Ramón es un tío encantador al que tendré que dedicar alguna cosilla en este blog, merecido se lo tiene. De los faros portugueses solamente me queda una etapa, después será ese paseo por los 5 asturianos.

Un beso desde el Sur, y espero que ese nuevo trabajo marche viento en popa.