La primera vez que estuve frente al mar tenía 12 años. Tal vez porque ya había visto su color en el atlas de Aguilar donde tenía marcado el recorrido del Nautilus en sus "20.000 leguas de viaje submarino" su color me resultó conocido. Tal vez porque lo había visto en aquella vieja serie titulada "Viaje al fondo del mar" donde el almirante Nelson comandaba otro submarino, en este caso llamado Sibiu creo recordar, su inmensidad no me sorprendió. Ni siquiera el sonido de las olas rompiendo en la playa fue nuevo porque lo había oído en la tele muchas veces. Lo que nunca había hecho, ni en la tele, ni en los libros, ni siquiera en sueños era percibir su olor. Tal vez por eso la imagen más antigua, la primera de todas las imágenes que tengo del mar no es una imagen, es un olor: el olor a salitre, el olor a las algas entre las rocas, el olor a mar de las piedras que cogía de la playa y acercaba a mi cara para olerlas. Aun hoy, más de 40 años después de aquella mi primera visita al mar, cada vez que llegó a sus orillas cierro los ojos y aspiro hasta llenar mis pulmones y mi alma de aquel olor a salitre, a algas, a mar inmenso. Tal vez por eso prefiera pasear junto a él en invierno, cuando el aire no está lleno de olores a bronceadores y cada partícula que aspiro es una partícula de aire marino.
Hace unos días he encontrado un viejo cuaderno que mi madre guardó durante cerca de 40 años entre sus cosas como si fuese un tesoro y que cuando ella falleció me traje a casa. Su portada está llena de pegatinas. Son fotografías de motos, de una colección llamada Pepsi Motos Grand-Prix y de la que no tengo el más mínimo recuerdo. Dentro, en unas páginas que una vez fueron blancas y ahora están teñidas por el ocre amarillento con el que el tiempo tiñe las cosas, una colección de poemas que, según la fecha, escribí un par de años después de aquel primer viaje al mar. ¿Os imagináis los versos que podía escribir un chaval de 14 años, 14 años de entonces? De todos ellos he escogido uno que a pesar de los años siempre he recordado, el único posiblemente que recordaba. Tenía 14 años y ya el mar estaba en el fondo de mis escritos. Hoy os dejo un poema muy especial, no porque el poema lo sea en sí mismo, sino porque tiene casi 4 décadas, porque lo escribió un chaval de 14 años que ya soñaba con el mar.
Mi barquilla.
Mi barquilla marinera
que la mar me arrebató
está encallada en la arena
entre rocas, bajo el sol.
Por la noche van las olas
y la besan en la quilla,
que al verse mi barca sola
Mi barca mira hacia el mar
cuando el sol se está poniendo,
¡ay, cómo rompe a llorar
mi barquilla con el viento!
Las olas, con tantos besos
su nombre le están borrando,
mi barca llora por eso
cuando el sol la está mirando.
En el mástil de su vela
las gaviotas se posan
y mi barquilla recuerda
cientos de bonitas cosas.
Mi barca perdió sus remos
que se fueron entre espumas.
Barquilla, ya no podemos
traernos de la mar fortunas,
barquilla, yo ya no quiero,
salir al mar con ninguna.
Y tú sola, mi olvidada,
que estás dormida en la arena
con tus tablas deterioradas
miras con ojos de pena
tu proa desmantelada
de tu nombre "Macarena".
Y los hilos de mis redes
cuando ya se marcha el día,
cuando el cielo pierde su azul,
lloran porque tú no vienes...
y yo no tengo alegrías
desde que me faltas tú.
El viejo farero... hace casi 40 años.