09 marzo 2017

Otra vez ellas.

Han vuelto, como cada año, pocos días antes de que llegue la primavera, con su escandaloso trinar, con sus vuelos a ras de suelo, con sus giros repentinos... son mis amigas las golondrinas.

Desde el balcón del faro las veo, como cada año, irse hacia el pueblo siguiendo el sendero, marcando sobre él giros que el pobre camino no hace. Cuesta, al menos a mí me cuesta, seguirlas con la mirada sin perderlas un instante de vista.

En los naranjos las flores de azahar están dormidas, recogidas sobre sí mismas, como gatos cuando duermen. Dicen que esperan el calor de la primavera para abrirse e inundarlo todo con su olor, pero yo creo que no, que a las flores de azahar las despiertan las golondrinas. 

Ahora empezarán a volar por las calles del pueblo, jugando al pillar, riéndose de la gente, de su andar tremendamente lente visto desde sus pequeños ojillos. Buscarán el barro en las orillas del río y volverán a las cornisas  y a los balcones a reparar sus nidos.

La primavera empieza a desperezarse. También a ella la han despertado las golondrinas.