28 diciembre 2011

Tan cotidiano como poco visto.

Hoy os quiero dejar un enlace a un nuevo vídeo que he subido a Youtube.  Si el anterior fue de cosas tan grandes y evidentes como algunos faros españoles éste es de algo muchísimo más frecuente y fácil de ver... pero igualmente muchísimo más difícil de ver. Si, ya se que suena a contradicción, pero es que la vida, muchas veces, es eso: una pura contradicción


http://www.youtube.com/watch?v=aS-fsRf2UaA&list=HL1325068424&feature=mh_lolz

Saludos desde el faro.

19 diciembre 2011

Faro de Cabo Silleiro.

El despertador estaba puesto a las 8 de la mañana pero a las 7 y media ya estaba despierto.  Lo primero (supongo que manías de la edad) subir la persiana y ver cómo se presentaba el día. Era aun de noche  y lo único que pude ver era el coche con claros indicios de que la noche había sido fría. 

No sé si era el haber dormido divinamente o los nervios por comenzar el viaje que, a pesar de saber que hasta las 9 no había una luz medianamente aceptable  para hace fotografías,  antes de las 8 ya estaba arrancado el coche para comenzar la marcha.  En el navegador la avenida de Santa Marta, en Baiona. Se trataba de pasar por la costa, ir viendo el mar después de 900 kilómetros de autovías de interior, recoger arena de la playa  y, si había algo abierto a esas horas de un sábado, tomar el primer café del día.

Algunas veces parece que la vida, el destino, va poniendo señales: Una cafetería abierta llamada Isla, frente a la playa y dentro, decorando una de sus paredes, imágenes de faros.  Después del café y de coger arena de la playa de Baiona rumbo al primer faro, al único que no era portugués en este viaje: el de Cabo Silleiro.

El faro de cabo Silleiro tiene la linterna más potente de toda Galicia y se encuentra en la falda de un monte a 85  metros sobre el nivel del mar. 

El faro primitivo databa de 1.892 y estaba a 20 metros de la costa (hoy en día solamente quedan unos pocos restos de su base) pero  fue necesario darle más altura y potencia y en 1.924 se levantó el que hoy podemos ver.  En la misma ladera de la montaña hay instalaciones militares abandonadas que lo único que hacen es estropear el paisaje pero la vista es selectiva y las ignoro: prefiero ver el faro, el mar o las islas Cíes que comienzan a recibir los primeros rayos de sol de la mañana.

 Tengo una mezcla extraña de sentimientos al ver este faro: por un lado se me viene a la mente aquel día de enero de 2009 cuando, haciendo la ruta de los faros españoles con mi hija, subí aquí una mañana de niebla completando un sueño. Por otro la alegría, los nervios, del  comienzo de una nueva ruta que, si todo va bien, completará el contorno de la península  y la visión de casi casi todos sus faros.

 Dejo atrás con cierta tristeza este faro que es fin y principio y retomo la carretera  que va dibujando la silueta de la costa camino de La Guardia y, a la entrada de éste último pueblo gallego, me desvío  para coger la segunda bolsita de arena y para ver un minúsculo puertecillo usado para la descarga de algas. La próxima parada será en tierras portuguesas.

Martita, la voz del navegador, quiere que pase a Portugal por un transbordador pero ella no sabe que antes necesito llenar el depósito de gasolina: en tierras lusas el litro de sin plomo 95 cuesta 25 céntimos más que en España. 

09 diciembre 2011

Faros portugueses. Preámbulo.

Llevaba tiempo preparándolo todo, los días en esta época del año son cortos y  las horas de luz para hacer fotografías escasas: localización de los faros, coordenadas de aquellos que no tenían una dirección concreta, distancias, tiempos estimados, hoteles donde hacer noche cada uno de los días…   Algunos, muy pocos, ya los conocía, pero la inmensa mayoría los vería por primera vez.
La costa portuguesa, a groso modo, tiene la forma de una ele mayúscula que comienza en la orilla izquierda del río Miño en su desembocadura, baja hacia el sur hasta el cabo  San Vicente y desde aquí se dirige al este hasta Vila Real de Santo Antonio, en la margen derecha del Guadiana. Y en este sentido, de norte a sur y de oeste a este es como decidí hacer el viaje; de esta manera la inmensa mayoría de los faros quedarían a la derecha de mi marcha con lo que, en principio, las salidas desde las carreteras hacia los faros serían más fáciles y seguras. En Portugal  conducir en carretera puede ser un deporte de alto riesgo y toda precaución es poca.
Haciendo así el recorrido el primer faro en la lista era el de Montedor, el más meridional de todos los faros portugueses, pero unos días antes de salir decidí hacer un pequeño cambio y comenzar un poco más al norte: En cabo Silleiro, el faro más septentrional de Galicia. Éste fue el último cuando la ruta de los faros españoles y, en cierto modo, comenzar allí era como continuar aquel viaje.
De las posibles opciones para ir desde Sevilla a Baiona he optado por seguir la ruta de la Plata hasta Zamora y después la autovía de las Rías Baixas (prefería hacer unos cuantos kilómetros más y conducir por España).  Al final 900 kilómetros, unas cuantas horas de autopista y llegada a Nigrán, cerca de Baiona, con la noche encima. Aburre y cansa tanta autovía así que disfruté de la ducha, de la cena, de la ducha otra vez  y por fin de la cama. Al día siguiente comenzaba de verdad la ruta de los faros portugueses y, ni en sueños, hubiese tenido un mejor comienzo.

03 diciembre 2011

Casi casi prefecto.

Podría resumir este viaje en números. Podría decir que han sido 8 días, más de 2.500 kilómetros, más de 30 faros...  que me he traído arena de casi 20 playas diferentes o que he tenido la suerte de conocer 3 faros por dentro y a 2 fareros que son gente encantadora.  Podría, incluso, valorar el viaje de 0 a 10 y darle sin la menor duda un 9,95 con una sola razón para no darle el 10: Nada es lo suficientemente bueno como para no poder ser mejorado. Pero la vida no es siempre cuestión de números, ni la intensidad de las vivencias depende de las cantidades.

En la memoria de la cámara de fotos más de 700 fotografías. En la mía miles de imágenes que tardarán en borrarse y, en mi corazón, la sensación de haber vivido 8 días únicos. Ahora toca eliminar fotos, hacer criba. Después ordenarlas y, poco a poco, ir subiendo algunas de ellas para que, quien lo desee, conozca un poquito esos faros.


Ahora podría poner alguna de esas cientos de fotografías de faros que me he traído, pero prefiero dejar estas dos.  Están tomadas frente a Aveiro, desde el espigón que da cobijo al puerto frente al faro. Entre una y otra foto hay 2 décimas de segundo de diferencia.  La vida de los pescadores es mucho más dura de lo que imaginamos. Ya veis, una simple barca con la que apenas si sacarán unos cuantos kilos de peces que venderán por una miseria. 

18 noviembre 2011

Como las personas.

Sí, lo sé, y quienes me conocen también lo saben: hago fotografías a objetos a los que casi nadie se las hace. También colecciono algunas cosas, unas más corrientes como son cacharros  antiguos y otras menos frecuentes de coleccionar como son arenas de playas.

Esto de las arenas comenzó como recuerdo de sitios en los que estuve.  Un par de playas donde viví momentos especiales y de las que quise traerme un pequeño montoncito de arena como recuerdo. Un buen día, mirándolas en casa me di cuenta de que eran diferentes. Todas son diferentes. Nunca lo había pensado: la arena de la playa es arena, una más clara, otra más oscura... pero arena al fin y al cabo ¿no?  Y empecé a traerme un puñadito de arena de cada playa que visitaba. También me han regalado alguna de sitios en los que posiblemente nunca estaré. 

Las arenas de las playas son un poco como las personas en las grandes ciudades: Las miramos pero no las vemos, no nos fijamos en ellas, todas nos parecen iguales y 30 segundos después de haberlas vistos, salvo excepciones,  no recordamos nada especial de ellas.  Pero las arenas, al igual que las personas, son todas diferentes, solamente hace falta observarlas, conocerlas un poco, dedicarles un poquito de eso que tanto nos falta y tanto desperdiciamos: tiempo.

Lo que veis en estas fotografías son arenas. Son 4 imágenes diferentes de arenas de 4 playas diferentes. Todas están hechas en las mismas condiciones de luz y enfoque y todas aumentadas 20 veces (2 milímetros de la realidad se convierten en 4 centímetros). La número 1 es de una playa canaria, la 2 del Cabo de Gata, la número 3 de San Juan de Puerto Rico y la 4 de Sanlúcar de Barrameda.  Lo dicho: como las personas, todas diferentes.

Saludos desde el faro.

8 días.

El próximo viernes día 25 nos vamos de faros; nos vamos, o me voy, otra vez a una ruta de faros. Hace ya casi 3 años fue la de los españoles de la península, ahora toca el resto de faros peninsulares: los de Portugal.

Como si de una segunda parte, una continuación de aquella primera ruta se tratase, ésta comienza donde terminó aquella de enero de 2009: en el faro de cabo Silleiro, junto a Baiona, en Galicia.  Este faro de cabo Silleiro es el más meridional de los faros gallegos encontrándose tan sólo a 30 kilómetros de la frontera con Portugal formada por el río Miño. 16 kilómetros más al sur está el faro de Montedor, el más septentrional y el primero de los faros portugueses que forman esta ruta.

7 jornadas visitando y fotografiando 34 faros de los cuales 3 pasaron a formar parte de la historia y ya no cumplen  la  función para la que fueron construidos. Algunos de ellos tan famosos y conocidos como el de Cabo San Vicente (justo el que aparece en la cabecera de este blog) o el de Cabo da Roca, el punto más occidental del continente y que aparece en la portada de una  página digna de ser visitada: Faros del mar; otros tan desconocidos y originales como el faro de Regufe, en Povoa de Varzím. 

A la vuelta iré dejando aquí (esta vez completa) toda la ruta: las fotografías, los comentarios sobre el viaje...  y por supuesto, si alguna de las fotografías que deje en el blog le interesa a alguien solamente tiene que ponerme un correo para que se la envíe.

Aun queda una semana, pero ya ando dando los últimos retoques a las rutas diarias, a los recorridos, a las posiciones de cada faro, preparando cámaras, limpiando objetivos...  y sintiendo los primeros nervios.  

A partir de la primera semana de diciembre os iré contando, hasta entonces mis mejores deseos para cada uno de vosotros.



Saludos desde el faro.

24 octubre 2011

El otro otoño.

De haber sido un criminal tendría el agravante de nocturnidad y alevosía, porque así es como ha entrado este otoño tardío y repentino: de madrugada, sorprendiéndome dormido, a traición casi.

Ha estado lloviendo hasta media mañana y poco después del amanecer, con las primeras luces grises y plomizas del día, las calles se veían vestidas de otoño.  Aceras llenas de hojas que el viento primero arrancó de sus árboles y después se las llevó lejos, unas veces volando, otras arrastrándolas sobre las lozas, hasta que el agua las ha hecho prisioneras y ahora están empapadas, pegadas al suelo, incapaces de seguir volando.

Se han convertido los jardines en pequeños lagos,  y de su superficie nacen desde el mismo punto dos árboles siameses: uno se alza hacia un cielo lleno de nubes, el otro parece recostado, dormido sobre el agua.  Es incapaz esta tierra que lleva seca desde la primavera de admitir tanta agua.

He apoyado mi frente en la reja que hoy cierra el parque y que me impide pasear bajo los   árboles que hoy lloran desde sus ramas gotas de lluvia y me he sentido tierra. Una tierra sobre la que ha diluviado dolor, penas, tristezas, ausencias…  Una tierra incapaz de absorber tanta lluvia, una tierra encharcada, como la de este parque, una tierra a la que de repente llegó otro otoño igual de gris y de frío.  Me ha traído a la realidad el frío del hierro mojado y unas gotas que corren por mis mejillas. Es la lluvia, me digo.

A mediodía salió el sol y la tierra del parque va bebiéndose los pequeños lagos, los charcos. Los árboles siameses han sido separados por algún misterioso cirujano y ahora solamente queda uno que crece hacia un cielo azul.  Cuestión de tiempo esto de que la tierra se beba la lluvia, cuestión de tiempo que cese ese otro diluvio y la tierra que hoy soy sea capaz de absorber tanta lluvia, tanto dolor, tanta tristeza.

10 octubre 2011

Cava, mosto y aceitunas.

Hoy, como cada vez que va a la ciudad, María regresó nerviosa y con ese dolor de cabeza que le producen las tensiones.   Seguramente sea esta tranquilidad, esta manera de vivir la vida en el pueblo, sin prisas,  casi a cámara lenta, siguiendo unos horarios marcados por las mareas, por el sol, por la llegada y la salida de los barcos.  Yo, además de todos esos ritmos que son el mismo ritmo, tengo mi vida acompasada las más de las veces a este otro  que me marca el faro cuando su luz gira sobre sí misma haciendo guiños a la mar, a la noche.

A media tarde, cuando el bar se ha quedado sin clientes, ha cerrado y me ha invitado a acompañarla a la tienda de Encarna: Con las prisas se había olvidado un par de cosas y quería comprarlas. 

La tienda de Encarna no es grande pero tampoco es pequeña, no tiene de todo, pero da el apaño y ella, Encarna, hace todo lo posible por tener siempre las cosas que, después de tantos años, sabe que los vecinos van a terminar pidiéndole.

Algunas veces pone en el pequeño escaparate alguna cosa nueva que ha traído, algo que tiene de oferta, algún producto que, por las fechas que corren, se venderá con toda seguridad. Tras el mostrador, en las viejas estanterías de madera, los productos ordenados según se venden: los que más salida tienen en la parte de abajo, donde ella los alcanza fácilmente; más arriba otros que la gente compra con menos frecuencia, y así hasta llegar a la última balda, cerca del techo.  Detrás de la pared medio  tapada por las estanterías una habitación que Encarna le robó a su casa hace las veces de almacén.   Y desde allí nos ha gritado un “ya voy… un momento” mi amiga tendera cuando la campanilla que hay sobre la puerta  y que suena cada vez que ésta se abre o se cierra le ha avisado de que alguien había entrado.

Hablan las mujeres de este calor que no termina de irse, de un verano que se hace eterno, de los mantecados que, como esto siga así nos los  vamos a comer en tirantas…  y Encarna aprovecha la oportunidad para avisarnos de una decisión que acaba de tomar: Este año no venderá cava para las navidades.

-Siempre tengo alguna botella en el almacén, aunque quitando algún cumpleaños la gente solamente lo compra para celebrar la Nochevieja; pero este año tendrá que hacerlo con otra cosa, o ir a otro sitio a comprarlo, ya le he dicho al de los licores que este año no me traiga ni una botella.-  Y Encarna nos cuenta la última noticia de otro  político catalán que ha vuelto a despreciar a los andaluces, y dice que ya está bien, que algo habrá que hacer. Y ella, la mujer que lleva una tiendecita en un pueblo insignificante, no va a despreciar a nadie por ser de una tierra diferente a la suya, pero si va a despreciar sus productos y a defender los nuestros. –Este año, farero, brindamos con mosto del Aljarafe y con aceitunas sevillanas.

La melodía del móvil ha roto la paz y el silencio casi absoluto de la noche. Un sobresalto que dura lo que tardo en leer el nombre de María en la pantallita del aparato. -¿sabes una cosa farero? Encarna tiene razón: desde mañana yo hago lo mismo.

Ahora, de madrugada y  en la soledad del faro, he puesto la radio en una emisora que siempre está dando noticias. Son las mismas repetidas una y otra vez hasta que surge una nueva. Han puesto las declaraciones del político catalán,  el revuelo que se ha formado… Faltan más de 2 meses, pero este año no habrá espuma saliendo de una botella cuando un reloj nos diga que hemos cambiado de año: El mosto no la hace.

30 septiembre 2011

Somos diferentes.

Posiblemente el señor Mas no entienda a algunos niños andaluces cuando hablan en castellano. A él, las pocas veces que habla español tampoco es fácil seguirle siempre porque deja de fondo un acento catalán del que supongo se siente orgulloso; tan orgulloso como nos sentimos los andaluces de ser andaluces y de hablar en andaluz. 

No nos quita el sueño a los andaluces que personas como el señor Más no nos entiendan algunas veces, nos duele, eso sí, que desprecie de esta manera a los niños, no por ser andaluces o gallegos, sino por ser niños.  

A mi, señor Mas, me encanta oir a los niños de mi tierra hablar con acento de mi tierra.  A usted igual no le cuesta entenderlos, simplemente no le gusta oírlos hablar porque no hablan en catalán. 

Al final, a pesar de ser todos españoles, usted incluído le guste o no le guste, somos diferentes unos y otros. Entre usted y los niños de Sevilla hay una diferencia abismal: Mis paisanitos hablen mejor o peor el castellano, tienen clase, usted no.

"Déjame hablar como quiera,
que me exprese a mi manera,
lo mismo que lo haces tú.
Habla tú como prefieras 
que yo hablaré en andaluz".



Saludos desde Andalucía.

17 septiembre 2011

La abuela.

Hace ya tiempo, mucho tiempo, mi amiga María José se marchó del pueblo.  El destino puso entre su nueva casa y el faro una distancia inmensa. Entre su corazón y el mío no,  ahí era imposible, porque el cariño mutuo que sentíamos y que seguimos sintiendo no entiende de distancias, porque a pesar de los kilómetros solamente necesitamos una llamada, una carta, para sentirnos tan cerca como cuando ella vivía en una callecita que daba al puerto.

Hace ya más de un año que mi amiga María José está loca de contenta: La vida le ha regalado una máquina del tiempo, le ha quitado años, le ha devuelto vida, la ha convertido en abuela.  Me llama, me cuenta cosas de su nieta, me relata cada avance, cada cosa nueva que hace la cría…  No la veo, pero a mi amiga María José debe caérsele la baba hablando de su nieta.

Un día me mandó una foto de la chiquilla sentada sobre una alfombra de colores. –Mira farero esta foto, ¡ya se incorpora sola!   Y yo sonreía viendo la fotografía, imaginando a la abuela con su cámara, riendo, diciendo mil cosas a la niña para que mirase, pensando (y sabiendo) que tiene la nieta más bonita del mundo.

Esta noche, al abrir el correo, he encontrado más fotos. La cría, con su año y medio de vida, es un tesoro con cuerpo de chiquilla.  Un juguete en sus manos que parece ofrecer a la abuela, unos ojos negros como la noche, unos dientecillos blancos como la espuma de las olas, una sonrisa que es un sol…

Iba a escribirle a mi amiga para decirle que hoy soy feliz viéndola feliz, que le tengo cierta envidia porque una personita  la llama abuela, porque otra vez puede dormir entre sus brazos a una criaturita así, porque yo, esta noche, dejaría este faro que es mi vida si a cambio oyese una vocecita que me llama abuelo.

Ha volado el tiempo y ahora, de madrugada, en la soledad del faro, me pongo a escribirle a mi querida amiga para decirle que la quiero, que me hace feliz oírla hablar de su nieta… y que, imposible ocultarlo, le tengo envidia.

11 septiembre 2011

11 de septiembre:

Hay fechas dolorosas de recordar, fechas que son rosales en los que cada año renace una espina nueva. El 11 de septiembre es una de ellas. Hoy todas las televisiones del mundo hablarán del aniversario de un acto criminal, terrorista, de un ataque contra una población inocente. Veremos las torres gemelas arder, las veremos caerse y veremos a los bomberos yanquis cubiertos de polvo buscando supervivientes. Después seguramente veremos banderas estadounidenses ondeando en memoria de sus muertos. Menos probable es que veamos imágenes del otro 11 de septiembre en el que los Estados Unidos no fueron víctima, fueron cómplices.   A las víctimas de ese 11 de septiembre de 1.973 y de todos los dictadores, de los  militares golpistas...  mi recuerdo.



30 agosto 2011

Colonia de mujer.

Comenzó la tarde a vestirse de gris primero, de negro después. Amenazaba el cielo con tormenta,  con un nuevo diluvio y yo, sin nada para protegerme, decidí regresar al faro antes que las nubes cumplieran su amenaza.  Anduvo la lluvia más rápida que yo,  me alcanzó antes de la mitad del camino y tuve que desviarme levemente y llamar a la puerta de un buen amigo buscando refugio. Se llama Esteban y vive solo; casi toda la vida ha vivido solo. Me dejó pasar, me pidió mi chaqueta que ya estaba empapada de agua, me trajo una toalla y se fue en busca de una botella de vino y dos vasos.

No necesité acercar mucho la toalla a mi cara para llenarme de aquel olor tan especial. Me llamó la atención, pero las gotas que se deslizaban por mi frente y se enredaban en mi barba tenían prisa por abandonarme y las sequé; sequé mis manos y antes de dejarla a un lado volví a olerla. Y asi me sorprendió Esteban: oliendo su toalla.

-¿Huele a colonia de mujer o es que a mi me recuerda algo y no sé que es? - Y mi amigo se sienta a mi lado, pone los dos vasos sobre la mesa y lentamente abre la botella en silencio, alargando un tiempo que, posiblemente,se le hacía demasiado corto para responderme. Permanecemos callados: él sirviendo el vino, yo mirándolo; y cuando me acerca uno de los vasos rompe su silencio. -Huele a colonia de mujer.

Sonrío leve y torpemente sin saber qué decir, pero él me salva de tan incómoda  situación. -No pienses que la uso yo, farero,  es sólo para las toallas-  Bebe un sorbo de vino, me mira, y con un gesto me invita a hacer lo mismo. No sé si preguntarle o dejar que él decida si contarme el motivo o dejarme con la intriga.  

Me habla de tarde, de la lluvia, de las tormentas que se nos echan encima de repente a estas alturas del verano, de un impermeable que tiene y que me dejará para que pueda seguir mi camino al faro... llena los vasos, bebemos poco a poco entre silencios y charlas y por un momento sus ojos se van a la toalla.  -Es su colonia farero, la que ella usaba -  Y mi amigo llena su vaso y me cuenta que cuando estuvo trabajando en la ciudad conoció a una mujer y se enamoró de ella.  -La quise, y la sigo queriendo farero, pero no pudo ser; ya sabes: la vida es como es, no como queremos que sea, y aquello no pudo ser. Ésta es la colonia que ella usaba, es su olor, el de las noches juntos, el que quedaba en nuestras sábanas y en mis manos.  La echaba tanto de menos que un día decidí comprar aquel perfume. Olerlo es volver a aquel tiempo, a sus brazos, a ella...

Vuelve a poner vino en mi copa. -No Esteban, ya no más, tengo que irme, y tú tampoco deberías beber más.

Me da mi triste amigo su impermeable y una bolsa grande donde meter la empapada chaqueta y yo, sin ganas y con dolor en mi corazón, tengo que dejarlo solo, abrazado a una toalla que huele a colonia de mujer, con una botella de vino con el que quiere ahogar unas penas que, como algunas de las mías, han aprendido a nadar.






El viejo farero.




22 agosto 2011

La mujer y el faro.

Para Belén Menéndez, la mujer que devuelve la vida a los faros.



Lleva mi faro aquí  años y años, guiando a los barcos cuando el sol se pone, diciéndoles donde está la costa, el acantilado.  Los amigos marineros dicen que no sólo es su guía en las noches de temporal cuando nadie sabe dónde está nada, sino que es como una madre, como una esposa que vela por ellos, que les indica el camino a casa.  Pero, después de tantos años, nadie sabe nada de sus sentimientos. Nadie sabe siquiera que los tiene.

                                      
Esta  noche pensé que me estaba volviendo loco o, al menos, que comenzaba a estar  enfermo. Muy enfermo.

 Cuando subí las escaleras al caer el sol para comprobar que todo estaba dispuesto la escuché. Fue una voz tenue, suave. Me asusté: allí no podía haber nadie. Me volví y tras de mí tan sólo había una escalera vacía. –Vamos, enciéndeme, por favor.
 
Me he sentado en el suelo, junto a la linterna, y he pasado mi mano por la frente  limpiándome un sudor que no tenía, buscando un indicio de fiebre, de malestar.  –Por favor... enciéndeme... falta poco para que venga-  He mirado por todas partes y un miedo que ha ido helando mi sangre se ha apoderado de mi.

-¿Quién eres?– He preguntado sin saber bien a quien. No esperaba respuesta alguna, no había nadie que me respondiese. – Soy tu faro.

 ¿Serán los años, la soledad que me está volviendo loco?  Los faros no hablan. Pero mi faro me estaba hablando, y yo  no estoy loco. ¿O sí?

-Enciéndeme, por favor, dentro de nada ella vendrá, paseará por la playa, mirará nuestro mar... y yo necesito verla.  Es una mujer, tú la conoces...-  ¿estás hablando, tú puedes hablar?-No entiendo nada.  Después de  media vida aquí, en la soledad del faro cada noche... lo estaba oyendo hablar. 

Se encendió la linterna y  el haz de luz comenzó su interminable andadura, su giro eterno sobre el eje de la torre.  Y mi faro siguió hablando, y yo, un viejo y asustado farero, escuchando.

-Que relativo es todo, amigo mío. Cada tarde tú vienes a encenderme, a darme vida. Ellos me ven de noche, me miran y se sienten más tranquilos, pero de día no se fijan en mí... entonces yo les veo, en el puerto, navegando... los veo alejarse, los veo venir, pero ellos no me ven, no me miran.

Desde fuera mi luz es un destello que apenas dura un segundo, una luz que se enciende de repente en mitad de la noche para volver a apagarse... pero no es así amigo mío. Mi luz es una luz que no cesa; está encendida toda la noche, no va y viene, y tú, solo tú, mi viejo farero, lo sabes y lo sientes así.  Quiero iluminar a todos, pero no puedo, quiero verlo todo, pero no me dejan... incluso a ella tengo que verla  poco a poco, a retalitos de tiempo.

Gracias, amigo, por encenderme cada noche, por hacerlo aquella en la que la vi caminando por la playa, descalza.  La iluminé de repente, como lo ilumino todo, y di la vuelta buscándola. Allí estaba, dejando que el agua del mar besara sus pies.  Las primeras noches sólo la observaba... pero ahora necesito verla.  Envidio esa agua que llega hasta sus pies, esa arena que ella mira y que pisa... esas caracolas que recoge y acerca a su oído para oír el mar que tiene junto a ella.  Si yo fuera caracola por un momento no le daría los sonidos del mar.  Cuando me acercara a su oído le hablaría de mi soledad, de mi amor por ella, de lo largos que son mis días esperando la noche para verla... si yo fuera caracola, amigo farero, le diría un te quiero muy bajito muy bajito, tan bajito que casi no lo oyera, para que tuviera que acercarme más a ella, para poder oler su olor, para poder rozar y sentir su piel como la sienten la arena y el mar.

Me he enamorado amigo mío. Ya ves... yo, un faro... pero si tú la vieras puede que también, a tu edad, te enamorases de ella.  Alguna tarde ha venido a mirar el mar. Se sienta en la playa y deja que su mirada se pierda a lo lejos buscando no sé qué.  Pero cuando más me gusta es de noche, porque sé que ella, entonces, me mira.

Una mañana vino hasta aquí, ¿recuerdas?... estuvo paseando junto a mí, me miraba... y al final llamó y tú la dejaste entrar... ¿la recuerdas?... si hombre... es imposible olvidarla... Aquella noche di más luz que ninguna otra... ella había estado aquí... viéndome por dentro.  ¡Qué pena que no viera también por dentro de lo interior, por dentro de lo más dentro!  Pero no sé, igual se hubiera asustado... ¿te imaginas, descubrir que un faro está enamorado de ti? 

Ella no lo sabe... pero cuando la ilumino de noche le hago guiños. No sabe que la espero, que las noches que no viene casi no tiene sentido estar luciendo. Si, ya sé que debo hacerlo, que les hago falta a otros... pero ella me hace falta a mí. 

Tú, amigo farero, ya lo sabes, enciéndeme cada tarde: tengo que verla  cuando llegue, tengo que hacer que me vea... tengo que llegar a ella y acariciarla con lo único que puedo hacerlo: con mi luz, con la que tú me das.

¡Qué triste es, viejo farero, ser faro y estar enamorado de una mujer!








15 agosto 2011

La mala madre.

Ella nunca fue una buena madre para con sus hijos. Los dejaba que se marcharan de casa buscando fuera lo que ella les negaba mientras abría sus brazos para acoger a los hijos de otras madres.  Algunos, pasados los años, volvían donde ella, posiblemente buscando el amor que nunca tuvieron y que cientos de noches echaron de menos cuando estaban lejos de sus hermanos y de su casa. Otros no, otros se quedaron en sus nuevos hogares; se hicieron hijos adoptivos de otras madres a pesar de que ellas nunca los tratasen como hijos  propios.

En el barrio tiene fama de generosa, de abrir sus puertas a todo el que llama a ellas. Nunca falta un trozo de pan, una manta, una ayuda.  Incluso, muchas veces, sale a su encuentro. No tienen que saltar la verja del jardín para entrar en su casa, ni siquiera tienen que llamar a la puerta: Ella sale a buscarlos cuando los ve acercarse, merodeando. Es una buena madrastra.

Tiene un corazón grande, inmenso. Con sus hijos adoptivos. Muchas veces los trata mejor que a los de su propia sangre, a los que ha parido.  Siempre encuentra la manera de ayudar a los que vinieron de fuera y se han hecho hijos suyos. Todos, unos y otros, tienen derecho a vivir pero ella, muchas veces, se olvida de algunos de sus hijos.  Los tiene que necesitan tanta ayuda como los que vinieron de fuera, de otras casas, de otras madres, pero ella, la buena madrastra, los deja a su suerte. Vosotros podéis buscaros la vida, les dice.

Ahí sigue, con las puertas de su casa abiertas de par en par: Unas para que entre los hijos de otras madres, otras para que salgan los suyos a buscar lo que ella no les da.


12 agosto 2011

Agosto en Sevilla.

Agosto está siendo lo que es el verano en Sevilla: cuarenta y algo a pleno sol durante el día y veintimuchos de mínima durante las madrugadas. Hasta las ranas pasan calor, y si no aquí tenéis esa imagen que vale más que mil palabras.  La fotografía la he tomado en la plaza de América del parque de María Luisa, en la fuente que hay entre el museo arqueológico y el de Artes y Costumbres Populares.  

Lo dicho; en verano, en Sevilla, hasta las ranas pasan calor.

09 agosto 2011

El escrito más corto del mundo.

     La visita del papa a España costará 50 millones de euros.
       Con 72 millones  se puedan salvar más de 3 millones  de vidas en África.



21 julio 2011

Faros de España.

Os dejo un enlace a un pequeño montaje que he dejado en You Tube. Se trata de una serie de fotografías de faros españoles. De fondo quise ponerle Cançao do mar, de Dulce Pontes, pero hay problemas con los derechos de autor y al final he puesto una muy española de Albéniz.  No ha quedado como yo quería pero bueno, algo es algo, la próxima prometo hacerlo mejor.

Si queréis verlo solamente tenéis que pinchar aquí: Faros de España.



El viejo farero.

02 julio 2011

Letras invisibles.

Tiene María dos pizarras en su cantina: Una se la regaló hace unos años una empresa de refrescos y a mi, cuando María la encendía los primeros días, me recordaba a una de esas pantallas que tienen algunos médicos para ver las radiografías al contraluz.  Sobre ella hay unas pequeñas guías y dentro de éstas se ponen, letra a letra, las diferentes tapas que hay en el bar y sus precios.  La otra es una pizarra tan vieja como el bar, como las estanterías, como el mismo mostrador.  Es una pizarra de las de toda la vida, pequeña, negra, con un marco de madera.

A María nunca le gustó eso de andar ordenando letras de plástico para formar un nombre y, a las pocas semanas de tenerla, la desenchufó y nunca más volvió a jugar a las imprentas.  Ya no hay luz detrás de la pantalla, ni tampoco letras encima de ella. Es un cuadro blanco, sin dibujos, sin letras, sin vida.

Cada viernes por la tarde María borra las tapas de la vieja pizarra y escribe las nuevas para el fin de semana. Aunque cada semana pone alguna nueva la mayoría de ellas son siempre las mismas. Son tapas que forman, igual que la pizarra, las copas, las viejas mesas y la madera gastada del mostrador, parte del café. Pero María, cada viernes, las borra y las vuelve a escribir con su tiza blanca.

Hace un poco de magia cuando lo borra todo con su paño húmedo y escribe con la tiza blanca sobre la pizarra negra y mojada, porque cuando lo hace no se lee nada, no se ve letra alguna. Después, a medida que todo se va secando, las letras van apareciendo, como la luz de la luna llena sobre el mar. 

Tiene María una bonita letra y a mi me gusta verla de espaldas,  esparciendo semillas sobre una tierra negra y húmeda que, a los pocos segundos, florece  y se llena de letras blancas como flores de azahar.

Ahora, en la soledad del faro, recuerdo a María escribiendo letras invisibles y me vienen a la cabeza sentimientos que son como esas letras, que han nacido sin darme cuenta, que un buen día los descubrí en mi corazón.  Han ido tomando cuerpo y fuerza poco a poco, han ido siendo cada día un poco más claros, más intensos.  Hoy mi corazón es una pizarra llena de letras que, las ponga como las ponga, siempre me hablan de ella y me dicen cuanto la amo.

27 junio 2011

Un regalo inmenso.

A mi, como muchos de vosotros sabéis, me encantan los faros. Me gusta ver fotografías de ellos, saber donde están, cuando se pusieron en marcha, cómo es su óptica...  También me gusta la fotografía aérea y también, una inmensidad, Asturias.  Y resulta que desde hace unos días tengo un serio problema: No sé cómo agradecer un regalo que me han hecho. ¿Cómo puedo agradecer que me regalen un libro sobre los faros asturianos? ¿Cómo agradezco que alguien que no me conoce de nada me regale un libro que habla sobre los faros del litoral asturiano, un libro lleno de fotos, de datos, de historia...?

Este "rey mago" que ha venido en verano se llama Belén Menéndez y es geógrafa. Ha escrito varios libros, entre ellos uno dedicado a los faros de Asturias. El libro se agotó (no me  extraña) y ella, generosa, ha tenido a bien escanearlo y ahora lo está regalando, poniendo trocitos suyos en su blog. Yo, que algunas veces sigo teniendo mi hada madrina, tengo la suerte de tenerlo ahora en mi ordenador. Por las noches lo enciendo, abro la carpeta y me marcho a Asturias. Es una sensación preciosa ver desde el aire lugares donde has estado a pie, es precioso aprender que el faro de Tapia de Casariego (al que un buen día rodeé para verlo y fotografiarlo de distintas formas) fue una escuela porque su farero, en sus ratos libres, hacía de maestro con los niños del pueblo.

Os invito a que visitéis el blog de Belén, merece la pena. Seguro que más de uno me lo va a agradecer, aunque dudo que sea tanto como yo le agradezco a ella su regalo.

Para todos, un saludo, para ti Belén, un beso y un abrazo.

21 junio 2011

Mi república.

Hace ya muchos años,  el día que me convertí en farero, Onofre, el  viejo farero de entonces, me dio las llaves del faro, unos cuantos consejos, un abrazo de padre y una bandera republicana.  A Onofre nunca le gustaron los militares que pisotean las leyes, que dan golpes de estado, que llevan a un país a una guerra fratricida,  que quitan gobiernos elegidos por el pueblo y que imponen una dictadura. 

Durante años guardó aquella bandera esperando el día en que las cosas volviesen a ser como eran, esperando que alguien le devolviese al pueblo lo que le había robado y esperando izarla en lo más alto del faro, pero los años pasaron y las cosas que el ejército golpista robó al pueblo se perdieron para siempre.

Onofre, el farero republicano, se fue de este mundo sin poder ver su bandera ondeando en lo alto del faro. La tuvo muchos años en el sótano, allí donde nadie entraba, guardada, bien doblada, en una caja de madera. Era lo más profundo y sagrado de esta minúscula república que era su faro.  Yo, un buen día, la saqué de aquellas penumbras y la puse en las escaleras,  junto a una ventana.  Pero las banderas no se inventaron para tenerlas escondidas, las banderas, cuando las sentimos nuestras, dicen quienes somos, y esta mañana he bajado a la playa con la bandera de Onofre y mía y he clavado su pequeño mástil como si, por unas horas, tomase posesión de aquel trocito de tierra.

Nunca me gustaron los dictadores, ni las cosas impuestas sin más motivo que el capricho o  los intereses de alguien. Tampoco me gustaron nunca las personas que son lo que son porque tienen cierto apellido, aquellas que lo único que han hecho para tenerlo todo a sus pies es haber nacido en determinada familia. Supongo que es por eso por lo que no me gusta tener un rey: porque lo impuso un dictador, porque su familia está por encima de todos, a años luz del pueblo, por el único hecho de llamarse Borbón, porque nunca nadie me preguntó si yo quería volver al medievo y vivir en un reino o volver al sistema, bueno o malo, que mis predecesores habían elegido y que les robaron.

Ahora, en la soledad del faro, he vuelto a recordar  a mi antecesor, Onofre, y he decidido colgar de nuevo la bandera, esta vez a la entrada, sobre el arco que da paso a las escaleras. Hoy le devuelvo a mi faro lo que era suyo y lo convierto en mi minúscula república.


El viejo farero.


18 junio 2011

La respuesta es...


Pues no, no es un tiburón, ni es una flor, ni una serpiente, ni una lagartija ni un cactus. Esta es la imagen (recortada de la original) que os dejé:



Y esta la fotografía completa tal y como la tomé en su día:




Gracias por participar y lo mismo dentro de unos días lo intentamos de nuevo con otra cosilla.


El viejo farero.

15 junio 2011

Pregunta:

Esta fotografía es una parte ampliada de la original.  ¿Sabéis de que se trata? 

Dentro de un par de días os pongo la imagen completa.

01 junio 2011

El primero.

Hace ya varios días que María, cansada de una mala cobertura en su móvil, cambió de compañía.  Desde entonces es fácil verla, cuando no tiene otra cosa que hacer, tocando botones, mirando el manual... y quejándose de lo complicado que es este nuevo. Pero María es una mujer porfiada y terca. Es luchadora, y cariñosa, y buena... pero es sobre todo eso, dice ella,  luchadora: Es la única forma de conseguir cosas por uno mismo en esta vida dice; las que conseguimos gracias a la suerte no saben igual.

-María, ¿aún andáis con el celular aprendiendo su manejo? -Le pregunta Alfredo, un marinero argentino que a pesar de llevar media vida en esta tierra sigue hablando con el mismo acento del primer día y al que, cariñosamente, el primer día que lo oyeron hablar en el puerto alguien le llamó Di Stéfano. Nunca le molestó, incluso algunas veces se sonreía y hacía alguna broma sobre el tema.

-Ya aprenderé, además, con saber recibir llamadas y hacerlas y lo de los mensajes tengo suficiente.

Me siento junto a ella y observo el movimiento de páginas hacia adelante buscando una instrucción, páginas hacia atrás buscando un dibujo, miradas al móvil intentando  hacer lo que dice el librito...  y María se levanta a poner un refresco y mis ojos, que la siguen como si mi mirada la hubiesen cosido a su cuerpo y no pudiera mirar hacia otra parte, se van con ella.

Regresa y en sus manos trae  otro móvil, uno de la otra compañía que muchas veces nos castigaba y no nos dejaba hablar de noche. Hace tiempo que no funciona, o al menos no puede hablar con él, ya no tiene línea, pero ella lo conserva.

Lo deja en la mesa y mientras sigue en su guerra particular con los menús, las opciones, las aplicaciones, la conectividad y los ajustes yo cojo el móvil viejo. Es triste ver lo pronto que se hacen viejas estas cosas. Toco una tecla y el móvil se enciende. Sonríe María casi a escondidas.

-No me digas que aún funciona este cacharro...

- Bueno,  no puedo hacer llamadas ni recibirlas, pero sigue vivo. Le tengo cariño.

-¿Conservas todos los móviles que has tenido hasta ahora?

-No, sólo este.  

Espera María una pregunta que, inevitablemente llega.

- Venga, ¿Cual es el motivo?

Y María coge el teléfono de mis manos, lo mira, lo acaricia con las suyas y con su mirada.

-Aquí dentro está el primer mensaje que me enviaste, una noche, hace ya mucho tiempo.


17 abril 2011

Segundo aniversario.

El próximo día 21 hará 2 años que mi querida amiga Mar comenzó la mudanza de docenas de escritos e imágenes del viejo faro de entonces a este nuevo.  3 días después, el 24 de abril de 2009, abrimos las puertas y vosotros comenzasteis a venir, a visitarlo, a leer cosillas, a dejar comentarios...  Desde entonces más de 46.000 visitas vuestras han hecho que tener este faro abierto merezca la pena porque escribir es un modo de comunicación, pero si no hay quien reciba el mensaje todo queda en nada.

Hoy quiero agradecer sinceramente a todos cuantos alguna vez habéis entrado al faro vuestra presencia en él, agradecer ese tiempo que de alguna manera me habéis dedicado al leerme, los minutos dedicados a dejar un comentario, una simple frase que termina siendo un empuje para seguir escribiendo.

Si este faro sigue alumbrando hoy es gracias a muchas personas, algunas totalmente ajenas a él y que de alguna manera han sido fuente de inspiración para algunas de las historias pero, sobre todo a 2 mujeres, 2 amigas muy especiales:  Sakkarah, que hace ya mucho tiempo preparó y me regaló este blog y que sigue, a pesar de conocerme, apoyándome en todo, y Mar, otra gran persona que tuve la suerte de conocer y que es la única responsable de que este blog sea como es, y todo con su trabajo de creación y mantenimiento siempre en la sombra.


El blog hace  poco más de 2 meses dio lugar al nacimiento de un libro con 55 de las historias que con el tiempo habéis podido leer aqui  y de nuevo 2 amigas han puesto su montón de granitos de arena: repite la amiga Sakkarah, que me ha vuelto a hacer un regalo precioso, esta vez un prólogo para el libro, que forma parte inseparable del mismo, no por estar dentro de él, sino porque ella está dentro de mi corazón,  y Charo, una mujer que algunas veces ejerce de hada madrina y hace que algunos sueños se hagan realidad y que un buen día hizo que una ilusión dejara de serlo para convertirse en una realidad con formas de libro.


Espero que dentro de un año pueda dejar un escrito semejante a  este y que ese número 2 se convierta en un 3, y con el tiempo en un 4, un 5, un 6...  y, por supuesto, que vosotros sigáis teniendo a bien visitar este faro de vez en cuando.


Gracias a todos, de todo corazón.




El viejo farero.