12 diciembre 2012

Dieta mediterránea.

Esta es parte de la dieta mediterránea de la que tanto presume este país: patatas, naranjas y chorizos. 

Se dice que España es el segundo país del mundo con más "niños obesos" (gordos que se decía cuando yo era un crío) y que solamente tenemos por delante, de momento, a los Estados Unidos. También se dice que la culpa de ello es la bollería industrial, pero yo creo que no, al menos en España no. En Yanquilandia puede que sea tanto dulce y tanta comida basura, pero en España la causa es el exceso de chorizos. Eso engorda.Sobre todo los números rojos. Y tanto y tanto y tanto chorizo no solamente es el motivo  de que los españolitos se lleven la medalla de plata en el campeonato mundial de gordos, es también la principal causa de esta ruina que tenemos encima y a la que llaman crisis. Yo estoy convencido de que si nos pasamos a la mortadela con aceitunas y quitamos de en medio tantísimo chorizo este país levanta cabeza en cuestión de semanas. Claro que si se hiciera posiblemente nos surgiría un nuevo problema y tendríamos que convocar elecciones generales para reponer diputados, autonómicas para buscar nuevos directores generales y presidentes, municipales para reponer concejales y alcaldes nuevos... por otro lado tendríamos que preparar sobre la marcha gente que ocupase los cargos de banqueros, consejeros de grandes empresas... incluso, posiblemente, quedase libre alguna plaza de yerno real.   

Hay quien se queja de lo que nos cuesta el jamón que comen cuando viajan el señor Rajoy y compañía        ( 200 euros el kilo). Barato, comparado con lo que le está costando a España el kilo de chorizo.


El viejo farero.

08 diciembre 2012

¡¡Ya existimos!!

Bueno,  aquí tenéis el primer pasito que hemos dado: desde Chipiona, tierra del faro más alto de España, dan la noticia de nuestra existencia. Pincha sobre la imagen para poder leerla. Comenzamos la andadura.



El viejo farero.

04 diciembre 2012

LOS AMIGOS DE LOS FAROS

Acabamos de crear en Sevilla la Asociación de Amigos de los Faros de Andalucía. Estamos dando los primeros pasos: ya la tenemos registrada en el registro de asociaciones de la Junta de Andalucía y el próximo miércoles 5 tendremos nuestro N.I.F. Los chavales de un colegio están participando en un concurso para elegir el dibujo de un faro que será el símbolo de la Asociación y dentro de poco comenzaremos a diseñar la página web. 

Aunque hace referencia a los faros de Andalucía cualquier persona de cualquier parte puede pertenecer a ella. Los objetivos de la Asociación son:

-Que sea un punto de encuentro entre personas amantes de los faros o que sencillamente se interesen por ellos en cualquier sentido.

-Conseguir acuerdos de colaboración con las Autoridades Portuarias para su conservación.

-Luchar para que los que no están habitados y los que dejarán de estarlo se mantengan en condiciones dignas.

-Negociar con las Autoridades Portuarias visitas organizadas a determinados faros cuyas estructuras permitan el acceso a ellos sin que supongan un riesgo. Lamentablemente no todos los faros (sobre todo por el diseño de sus escaleras) pueden ser visitados en grupo.

-Acercar el mundo de los faros, su historia, su valor arquitectónico y social, a los colegios organizando charlas, exposiciones, concursos...  

-Colaborar con  Asociaciones de otros países.

-Incitar a la creación de otras Asociaciones en otras comunidades de España y trabajar juntos para lograr objetivos comunes y tener más peso a la hora de negociar con la Administración.

-Dar a conocer en general los faros, su historia y su labor a la ciudadanía en general y homenajear la figura histórica del farero.

-Cualquier otro fin que se proponga y que vaya encaminado a proteger los faros y a popularizarlos.

Estamos haciendo un listado de emisoras de radio y periódicos locales para contactar con ellos y ver si pueden echar una mano dando a conocer la noticia (mientras más seamos más fuerte seremos), de momento ya tenemos una puerta abierta en una emisora de radio y la posibilidad de otra más dentro de unos días. 

Si te interesa el tema puedes informarte en el correo de la Asociación:

farosdeandalucia@hotmail.es


El viejo farero.

29 noviembre 2012

Gustaf Dalén. (Segunda parte)

El capítulo anterior lo había dedicado a relatar los problemas que había para conseguir transportar  y almacenar el gas acetileno de manera segura,  para lograr un sistema de encendido y apagado de los faros  que no precisara de la presencia de un farero y para reducir los costos de los sistemas usados para las intermitencias de las luces. Después de 5 décadas de intentos entramos en el siglo XX y los 3 principales   problemas de los faros siguen siendo los mismos.

En 1.901 Claude y Hess, incapaces de resolver las continuas contrariedades que surgen a su invento deciden vender la patente a la empresa sueca Aktiebolaget Gasaccumulator que posteriormente pasaría a llamarse AGA ltd. y que hoy en día sigue comercializando sus productos. Allí permanecería el trabajo de los dos franceses durmiendo el sueño de los justos durante 5 años, hasta que en 1.906 la empresa contrata a Dalén y éste  retoma el trabajo sobre el almacenamiento del acetileno.

Gustaf Dalén había nacido el 30 de noviembre de 1.869 en la localidad sueca de Stenstorp. Era hijo de ganaderos y ya de chaval mostró su capacidad inventiva cuando, a partir de una vieja rueca, construyó una trilladora para su padre. Poco después inventó un aparato para medir el contenido en nata de la leche y envió su idea al ingeniero Gustaf de Laval, autor de numerosos avances relacionados con la leche).  Tan impresionado quedó el ingeniero que convenció al joven Dalén para que en lugar de estudiar en la Escuela de Agricultura lo hiciese en la de ingeniería, la Chalmers högskola de Gotenburgo. Tras graduarse y hacer el doctorado Dalén viajó a Suiza donde estuvo un año estudiando para después volver a Suecia y empezar a trabajar como ingeniero.

Como si fuese obra del destino en 1.906 AGA contrata a Dalén y como decía antes el nuevo ingeniero retoma el trabajo de Claude y Hess. No había transcurrido un año desde su ingreso en la empresa cuando tenía desarrollado el compuesto perfecto y que entre otros materiales llevaba carbón, asbesto y cemento. El compuesto recibió el nombre de masa de aga aunque se redujo a aga que hacía referencia a las siglas de la empresa.

El aga además de tener la porosidad perfecta tenía una cualidad crucial: era muy elástico, incluso si era golpeado no se desmoronaba sino que mantenía su estructura homogénea con poros lo suficientemente pequeños como que el acetileno no fuese explosivo. La perfección del invento la demuestra un sólo dato: más de 100 años después se sigue utilizando el mismo sistema  para transportar y almacenar el acetileno. El primer gran problema estaba resuelto y los faros disponían de un combustible compacto y seguro con un poder calorífico capaz de alimentar las más potentes luminarias.

Prácticamente de manera simultánea Dalén solucionó otro gran problema. Diseñó una válvula que tenía una membrana y un resorte provisto de  un imán que se abría para dejar pasar el gas. Al pasar el gas la presión que ejercía  sobre la membrana hacía que se cerrase y al cerrarse, como no había presión del gas, la válvula volvía a abrirse, dejaba pasar gas y comenzaba el ciclo.  Colocando una pequeña llama piloto a la salida del acetileno se conseguía que cada vez que entraba gas en la cámara se encendiera el faro para apagarse casi de inmediato al interrumpirse el paso del gas.

Las consecuencias del invento eran extraordinarias: se producían destellos de una duración mucho menor que la producida mediante la rotación de la luz del faro, destellos que eran controlables hasta la décima de segundo. Por otro lado el consumo de combustible era inmensamente menor y, por si no fuese bastante,  no necesitaba engranajes ni mecanismos de rotación.  Además la lengüeta de la válvula era mucho más barata, más fiable y más duradera y si se estropeaba era mucho más fácil y barato cambiarla que enviar a un técnico a reparar engranajes.

Solamente quedaba un problema serio que resolver: la automatización del encendido y apagado de los faros, pero el amigo Dalén ya tenía puesta su mirada en ello.

La solución que dio Gustaf Dalén a un problema tan grande e imposible de solucionar durante tantos años fue tan simple que muchos ingenieros se negaban a aceptar que funcionase. El mismísimo Thomas Edison dudó de su validez y la Oficina de Patentes de Berlín exigió ver una demostración práctica antes de registrar la patente. El invento, llamado válvula solar,  puede parecer tremendamente simple, pero a nadie se le había ocurrido antes. 

El funcionamiento de la válvula solar es el siguiente: la válvula dispone de 4 barras metálicas colocadas verticalmente dentro de un cilindro de cristal. Tres de ellas son de color dorado y están sumamente pulidas y colocadas alrededor de la cuarta que se encuentra ennegrecida. Sobre las barras descansa un émbolo que al subir cierra el paso del acetileno y por tanto apaga la llama y al bajar deja pasar el gas haciendo que la luz del faro se encienda. De noche todos los cilindros tienen la misma longitud y el émbolo descasa sobre ellos dejando la válvula abierta y permitiendo el paso del acetileno que al contacto con la llama piloto se encendía.
Al salir el sol el cilindro negro se calentaba y, al hacerlo, se dilataba a lo alto de manera que el émbolo  iba subiendo y terminaba cerrando la válvula y apagando el faro dejando encendida solamente la llama piloto. Las válvulas solares de Dalén eran tan sensibles que si había niebla o las nubes eran suficientemente espesas el cilindro se retraía, el émbolo bajaba y el faro se encendía automáticamente. El primer faro en colocar una válvula solar fue el de Furuholmen, entre Estocolmo y Vaxholm.

La unión de los tres inventos de Dalén (el acumulador poroso de acetileno, la luz intermitente y la válvula solar) recibió el nombre de luz de Dalén y además de reducir inmensamente los costes facilitó la colocación de faros en lugar inhabitables, de boyas en lugares antes imposibles y la salida de fareros y de sus familias de sitios inhumanos salvando de una y otra manera muchas vidas. Ya no había que jugarse la vida viviendo en un islote aislado del mundo para mantener un faro encendido.

A Gustaf Dalén se le concedió el proyecto de iluminación del Canal de Panamá y  recibió muchos premios y honores a lo largo de su vida, entre ellos cabe destacar el nombramiento de Doctor Honoris Causa  por la Universidad de Lund en 1.918. Un año más tarde ingresa como miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias e Ingeniería. También recibió la medalla de Morehand otorgada por la Asociación Internacional de Acetileno pero de todos los premios que recibió destaca uno en 1.912: el Nobel de Física.

Algunas veces la vida es tremendamente injusta e irónica y Gustaf Dalén, un hombre que se dedicó a iluminar las costas, a llevar la luz a otos hombres en la oscuridad de la noche se había quedado ciego meses antes de recibir el premio Nobel. El almacenamiento del acetileno ya estaba controlado pero Dalén quería ir más lejos y saber hasta dónde podían llegar: una explosión (justo lo que quería evitar para otros hombres) lo dejó ciego. El premio lo recogió en su nombre su hermano Albin. Gustaf Dalén murió en diciembre de 1.937 habiendo pasado a la historia del mundo de los faros y escribiendo su nombre con letras doradas que destellan en la noche.


El viejo farero.


23 noviembre 2012

Gotas de agua.

Hoy os dejo un enlace a una cosilla que he subido a You Tube.

 Se trata de una serie de fotografías de gotas de agua, con música de fondo. Si pulsáis sobre la imagen y todo funciona como debe os enlazarán con la presentación. Si la veis espero que os guste.


El viejo farero.


16 noviembre 2012

Gustaf Dalén. (primera parte)

Hace ya algún tiempo que debo un artículo, una entrada, a dos personas, a dos hombres. Los separan... pongamos que cien años, pero los une el mundo de los faros. Uno de ellos es Septimio Andrés y puede presumir de ser el farero del faro más alto de España: Chipiona. El otro hombre fue un ingeniero sueco llamado Gustaf Dalén, para una inmensa  mayoría un completo desconocido, pero para los fareros todo un referente.

Hace unas semanas, cuando regresé de mi recorrido por los faros de Almería me encontré un correo de Septimio invitándome a escribir aquí en el blog sobre Gustaf Dalén. El motivo lo justificaba con creces: se cumplía por esos días el centenario de la entrega del Premio Nobel de Física al ingeniero sueco. Por ello, esta entrada y la siguiente que habla sobre Gustaf Dalén quiero dedicarla especialmente a Septimio que, de alguna manera, quiso agradecer al ingeniero las vidas que salvó con su invento. Va por ti, Septimio.

Como decía, en 1.912 se concede el Premio Nobel de Física a Gustaf Dalén por la invención de reguladores automáticos y su uso, junto con acumuladores de gas, para faros y boyas luminosas. Visto así hoy en día, cuando la tecnología lo invade todo, conceder un Premio Nobel por inventar un regulador automático puede parecer excesivo, pero retrocedamos en el tiempo y veamos qué significó en la práctica este invento.

La esencia de los faros, desde sus albores, ha sido la luz. Primero fueron hogueras de leña, más tarde de carbón, después fueron velas, lámparas de aceite... pero todas ellas tenían una cosa en común: hacía falta una persona que las encendiese con la puesta del sol, que las mantuviese encendidas durante toda la noche y que al llegar el alba las apagase. Esto hizo que con el paso de los años todos los faros tuviesen una vivienda junto a ellos para la persona encargada de su mantenimiento.

Con la caída del Imperio Romano los faros se van apagando poco a poco y casi desaparecen siendo en el siglo XVII cuando vuelven a proliferar por la inmensa mayoría de las costas. Sus técnicas fueron mejorando: de la madera se pasó a las velas, grasa animal, aceites, y más tarde a combustibles derivados del petróleo. Del simple fuego se pasó a lentes y espejos  que enfocaban y dirigían la luz de una llama. Con cada avance mejoró el alcance de los faros pero a medida que los faros proliferaban se creó un nuevo problema: había que diferenciar un faro de otro para que desde el mar los hombres supiesen frente a qué faro estaban. Fue entonces cuando aparecieron unos sistemas de engranajes que hacían girar las lentes o los espejos de manera que la luz del faro dejaba de ser fija y "aparecía y desaparecía" cada cierto tiempo. Era tan sólo cuestión de dar a cada faro una característica luminosa concreta y única: un destello cada 4 segundos,  3 destellos cada 10 segundos, 2+1 cada 15 segundos, una ocultación cada 18 segundos...  estas características se fueron anotando en las cartas de navegación y para los marineros fue un avance importantísimo. Pero el incremento de piezas y de nuevos mecanismos en los faros conllevaba un nuevo problema: necesitaban más mantenimiento. Además la navegación se extiende a pasos agigantados y ya no basta con señalar las costas, ahora es necesario marcar también bajíos o islotes deshabitados y alejados de lugares poblados. Hacía falta tener gente viviendo en lugares tremendamente peligrosos, asegurar el suministro de combustible y repara continuamente los mecanismos rotatorios que se estropeaban con facilidad. Todo ello representaba un gasto necesario pero poco asumible por los Estados por lo que se optó por una solución intermedia: colocar gran cantidad  de  faros pero no todos los que eran necesarios. Este ahorro económico supuso durante muchos años la muerte de miles de personas a causa de la ausencia de faros en lugares peligrosos pero poco accesibles o imposibles de habitar.

A mediados del siglo XIX casi todos los faros funcionaban de manera similar: quemaban propano obtenido del petróleo que se almacenaba en botellas y era transportado periódicamente al faro.  Tras la combustión del propano para producir la luz se aprovechaba la salida de gas caliente (una mezcla de vapor de agua y dióxido de carbono) para hacer girar la lente, pero seguía haciendo falta un farero que encendiese el faro al anochecer y lo apagase al  llegar el día. Había que conseguir 2 cosas: automatizar el encendido y apagado de los faros de manera que pudiesen colocarse en lugares inhabitables y donde funcionasen sin la necesidad de un farero y sustituir los mecanismos giratorios por otro sistema que no requiriese partes móviles para producir los destellos y que apenas necesiten mantenimiento. También había que encontrar un nuevo combustible que produjese una luz más potente ya que el propano en días de niebla dejaba mucho que desear.

La solución a este último problema se buscó en el acetileno, también llamado etino, pero había un serio obstáculo: sometido a una presión de más de 1 atmósfera el acetileno, gaseoso o líquido, explota con una tremenda facilidad sin necesidad de una llama o una chispa: un simple golpe es suficiente, por lo tanto usarlo como combustible en lugares remotos a los que había que llevarlo en barco lo convertía en una opción poco segura.

Se planteó la posibilidad de usarlo de la misma manera que en las antiguas linternas de los mineros. El acetileno se obtenía de mezclar carburo de calcio con agua. Bastaba con tener un depósito con carburo e ir añadiendo agua desde otro. Al producirse la reacción el acetileno se quemaba y añadiendo más o menos agua se incrementaba o disminuía la intensidad de la llama y dado que la linterna solamente contenía acetileno durante la propia combustión el peligro de explosión era nulo. Pero este sistema aplicado a faros y boyas no funcionó. Irónicamente el problema era el agua: por un lado hacía falta un depósito enorme para que el faro funcionase durante un intervalo largo de tiempo y por otro muchos faros se encontraban en lugares muy fríos y el agua se congelaba dentro de los depósitos.

Fueron dos químicos franceses, George Claude y A. Hess quienes dieron los primeros pasos hacia la solución: disolver el acetileno en acetona. Con ello se conseguían dos cosas: por un lado el acetileno disuelto en acetona no es explosivo, por otro, aumentando la presión a 10 atmósferas cada litro de acetona era capaz de disolver 250 litros de acetileno. Esto hubiera permitido transportar grandes cantidades de acetileno a los faros pero había un nuevo problema: a medida que se iba consumiendo y el depósito se iba vaciando parte del acetileno disuelto en la acetona se escapa y llenaba el hueco dejado por el que se había consumido. Esto convertía el depósito en una bomba de relojería.

Fueron los propios Hess y Claude quienes encontraron la solución a este nuevo problema. El acetileno explota por una reacción en cadena en la que el calor liberado por parte de él enciende la combustión del acetileno próximo. Si se conseguía almacenar el acetileno en celdas de menos de 1 mm la combustión incontrolada de una de ellas no llegaba a transmitirse a las demás, por lo tanto la solución era almacenar el acetileno dentro de una sustancia porosa. La disolución empaparía el cuerpo poroso llenando sus poros. Incluso si el acetileno puro llenaba los poros según se iban vaciando al estar dividido en pequeños volúmenes la explosión era tan pequeña que no afectaba al resto. Pero de nuevo surge un problema: ninguna sustancia porosa conocida servía: o no era lo suficientemente porosa o bien era tan frágil que se rompía formando huecos cada vez mayores, lo suficiente como para que una explosión en una de ellas convirtiese todo en una tremenda bomba. Así, 50 años más tarde, entrando el siglo XX los 2 grandes problemas de los faros  (automatizar su encendido y apagado y  utilizar el acetileno de forma masiva y segura), seguían sin resolverse.


El viejo farero.

29 octubre 2012

Dormir en un faro.

Dice Paulo Coelho en su libro El Alquimista que "cuando una persona desea realmente algo el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño."  Tal vez no haga falta que sea el Universo entero, tal vez baste con que una persona sea generosa, tremendamente generosa, para que algunos sueños se conviertan en realidad.

Siempre he pensado que en esta vida hay que tener sueños, ilusiones, metas que alcanzar. No siempre se logra, pero cuando lo hacemos cada una de esas metas ha de convertirse en la línea de salida del próximo sueño, del próximo objetivo. No vale conseguir algo y pensar que ya hemos cumplido, que ya está todo hecho, porque detrás de cada sueño alcanzado debemos poner uno nuevo que nos incite a seguir luchando.

Hace tiempo, entre otros muchos, yo tenía un sueño: entrar a un faro, conocerlo por dentro, subir sus escaleras, llegar a su cámara de servicio, ver su óptica, su lámpara, salir a su balcón y ver el mar, el puerto o la playa desde allí arriba. Una mañana entré a la Torre de Hércules, pero aquello no era lo que yo soñaba. La Torre de Hércules es el faro más antiguo de España, pero cuando se sueña con conocer uno por dentro la Torre de Hércules es solamente una torre en la que pagas una entrada y subes a ver el paisaje desde arriba.

Hace poco más de 2 años el Universo entero conspiró y Mario Sanz, farero (o farista como dicen por aquellas tierras almerienses) de Mesa Roldán me invitó a conocer su faro por dentro. Entrar a la casa, acercarnos a la escalera de la torre, subir por ella...  el corazón latía acelerado a cada paso porque el sueño de ver un faro por dentro estaba dejando de ser un sueño para convertirse en una realidad. 

Hoy son 20 los faros españoles a los que he entrado pero a pesar de ello sigo teniendo los mismos nervios cuando veo el faro a lo lejos, cuando saludo al farero, cuando me abre la puerta y cuando comenzamos a subir las escaleras. La misma ilusión de niño abriendo sus regalos de reyes cuando desembocamos en la linterna, cuando veo la lente, el flotador de mercurio, cuando salgo al balcón... las mismas ganas de empaparme de todo cuanto me cuentan de ese faro, de su historia...  


Alguna vez he buscado algún faro español que haya dejado de serlo para convertirse en hotel. ¿Te imaginas dormir en un faro? pero no existe. En Finisterre el hotel no forma parte del faro, es un edificio distinto, muy próximo, pero no es el faro. Y el Semáforo de Estaca de Bares ni siquiera está cerca del faro, los separan casi 3 kilómetros. Tal vez por ello el haber dormido alguna noche en la autocaravana a unos cuantos metros de un faro era lo más parecido a ese sueño. Es impresionante ver los haces de luz girando en la oscuridad de la noche, la soledad que lo rodea y oír el mar romper cerca de ti.
Hace unos días el Universo entero conspiró y mi sueño se hizo realidad. Lo hizo posible la generosidad de mi amigo Mario que nunca será consciente de lo que para mi ha significado su regalo porque, ¿cómo se agradece que te dejen pasar  una noche en un faro? ¿cómo le digo yo  a este farista lo que para mi ha sido vivir esas horas desde dentro? os puedo asegurar que pocas cosas hay más difíciles en este mundo que dormir cuando estás pasando la noche en un faro que está funcionando. No es por ruidos, ni por miedos a no tener a nadie en kilómetros a la redonda, es porque las emociones te superan, porque es algo que pasa una vez en la vida y no puedes desperdiciar todas esas horas durmiendo.

No eres el farero, pero es sin duda lo más cercano a ello que se puede ser sin serlo. El faro, la noche, la luna sobre el mar, los barcos pescando a los pies del faro, la luz de otra torre, La Polacra, haciendo guiños en la noche como diciéndome "bien tío, esta noche eres el farero". Hasta las estelas en la mar se me hacían sonrisas.

Hoy el título de esta entrada no es un juego de palabras, ni una metáfora, hoy el título hace referencia a una verdad, a una realidad que superó el mejor de los sueños. ¿Cuando iba a esperar yo pasar la noche en un faro, en el faro a mayor altitud sobre el nivel del mar de los faros españoles habitados?

Es sencillamente imposible reflejar mínimamente lo que sentí la noche del martes, es imposible explicaros lo que es una noche en un faro. Me siento tremendamente afortunado por haber conocido a Mario Sanz que me dejó pasar una noche en su faro, por haber conocido a Antonio Zea, farista, nieto y bisnieto de faristas, que me dejó ver el amanecer desde lo más alto del faro de Sabinal y que compartió conmigo sus recuerdos de crío correteando por aquella playa.  Ya veis, algunas veces el Universo entero conspira para que los sueños se hagan realidad.



El viejo farero.



14 octubre 2012

Desde las linternas.

Una de las cosas interesantes de entrar a un faro es subir a la linterna, salir al balcón y ver las cosas desde un punto de vista totalmente original, un punto desde el que no todo el mundo puede ver el mar, un puerto, una playa...  No es tanto la altura de la torre como lo particular de la misma ya que no tienes ningún piso al lado, no hay más edificio que la porción de balcón en la que tú estás. A tu alrededor está el vacío.

En los faros a los que he entrado hasta ahora siempre he procurado hacer tres tipos de fotografías: de sus escaleras, de su óptica y del paisaje que desde allí arriba se ve. Hoy, como entiendo que subir a un faro no es algo muy frecuente, quiero compartir con vosotros estas fotografías para, en la medida de lo posible, compartir también la visión de las cosas desde lo alto de esas torres.



"Subí al faro de Trafalgar,
frente a mi gaviota en vuelo,
a mis pies la playa, el  mar...
¡Que pena no ser farero!




















19 septiembre 2012

¡¡¡El escopetero... el escopetero...!!!

Hace unos días mi buena amiga Charo me envió eso que llaman un power point. Ella pensaba que con ello me hacía un regalo, pero mi amiga Charo se equivocaba, eran 3: una música preciosa, unas fotografías  lindísimas de árboles y unos recuerdos de la infancia que me dieron vida.

A mi, como a muchos de vosotros, me tocó ser niño en aquella España en la que el maestro llevaba adosado delante de su nombre un "don" que se unía al nombre y formaban una sola palabra. Se formaba antes de entrar a clase, después, ya dentro, se rezaba, se aprendía uno el catecismo de punta a punta, los ríos de España, las provincias, los países de Europa y sus capitales y antes de salir al recreo nos tomábamos aquella leche en polvo que nos mandaban los americanos. Cada cosa tenía su hora,  menos los castigos: la palmeta aparecía en cualquier momento. Los salvadores de la Patria y del mundo te miraban desde sus cuadros y su crucifijo colgados de la pared, pero nunca bajaron para salvar a ninguno de nosotros. Igual no formábamos parte ni de la Patria ni del mundo. Al menos no de su Patria ni de su mundo.

Cuando yo tenía 8 años cualquier vecina se convertía en madre con plenos derechos sobre ti, cualquier persona mayor te daba una reprimenda. Y más te valía que tu madre no se enterase si no había ración doble. Tal vez por eso, por la sobredosis de disciplina que tenía por todas partes en cuanto podía me desquitaba y hacía cualquier cosa que ellos me dijesen que no debía hacerse. 

Yo vivía en un barrio a las afueras de Sevilla; tan a las afueras que prácticamente era un pueblo. De hecho cuando cogíamos el autobús para ir al centro decíamos que íbamos a Sevilla. Frente a los pisos donde vivía había un campo de labranza donde unos años sembraban trigo y otros algodón. La frontera entre el campo y "los pisos" era una acequia de riego que, en lo que nosotros llamábamos la boquilla, se dividía en tres canales. Allí, el hombre que regaba ponía dos pequeñas compuertas y dejaba que el agua corriese solamente hacia la parte que quería regar. Cuando se alejaba para abrir surcos con la azada le cambiábamos las compuertas de sitio y el agua corría para cualquier lado menos para donde él quería. Y allí que venía el pobre hombre, con su azada al hombro, a poner otra vez las compuertas en su sitio mientras que nosotros corríamos en desbandada muertos de risa. Después él se alejaba y seguía con su trabajo... hasta que otra vez se daba cuenta de que el agua no le llegaba y que se estaba inundando la parte que ya había regado antes. Que paciencia tenía aquel hombre. Al final algún listillo tuvo la idea de poner candados en las compuertas para que no pudiésemos cambiarlas. La idea era tan buena que la copiamos y un buen día un amigo cogió un candado a su padre y el pobre regador estuvo dos días sin poder cambiar una de las compuertas. Aquella semana podían haber sembrado arroz en lugar de algodón.

Como no parábamos el dueño de las tierras puso un guarda. El escopetero. Todo el santo día dando vueltas a las tierras de Don Pablo, una especie de rectángulo formado por la línea de pisos, dos carreteras y el Tamarguillo. El escopetero no era como el regaó, iba en una Derbi poco más grande que una bicicleta y llevaba una gorra, una camisa verde con una chapa que lo identificaba como guarda jurado,  un pantalón de pana (aunque fuese pleno verano) y una escopeta con cartuchos de sal colgada a la espalda.  Cuando estábamos en la boquilla y él venía siempre había algún niño que aunque no fuese de la pandilla gritaba: ¡¡El escopetero... el escopetero...!!!  nosotros salíamos de nuevo en desbandada, ahora por medio del trigal o del sembrado de algodón mientras que él dejaba la moto en la boquilla y salía corriendo detrás de nosotros.  Como solamente podía seguir a uno los demás nos dábamos la vuelta, volvíamos a la boquilla y le vaciábamos una rueda de la moto. Mil veces lo vimos arrastrarla, con la rueda vacía y su escopeta al hombro, hasta la gasolinera a echarle aire.  Pero la gente aprende y aquel hombre no iba a ser la excepción: al cabo de un tiempo, además de la escopeta, llevaba colgada a la espalda una bomba para echar aire a la rueda. Llorábamos de risa al verlo correr detrás de alguno por medio del trigal, con la escopeta y la bomba de aire dándole saltos en la espalda. Cuando volvía a donde tenía la moto tenía que echar aire a las dos ruedas. Se le caía la gorra, se le venía la escopeta al pecho... Seguro que tendría pesadillas con nosotros y que el día más feliz de su vida no fue cuando se caso, ni cuando nació su hijo: fue cuando se jubiló y nos perdió de vista. 

Las vecinas, unas mandonas todas, también sufrían de vez en cuando nuestras travesuras. A mi la que más me gustaba era la de la cuerda de puerta a puerta. Los pisos tenían dos viviendas por planta y sus puertas estaban una frente a la otra. Atábamos una cuerda de un tirador a otro, dejando un poquito de holgura. Después llamábamos a ambas puertas, la que abría primero llevaba las de perder porque la puerta solamente podía abrirla unos centímetros porque la cuerda no le permitía más, segundos después cuando la otra vecina abría la suya daba un tirón y cerraba la de la primera, que volvía a tirar para abrirla y... vuelta a empezar.El momento  para salir corriendo escaleras abajo era cuando una de ellas dejaba de porfiar: era señal de que se iba al balcón a llamar a alguien para que subiese y quitase la cuerda. 

Igual alguien piensa que éramos unos golfillos, pero es que no teníamos internet, ni móviles, ni 70 canales de televisión, ni videoconsolas. Ni derechos. Solamente habían personas mayores que te prohibían mil cosas y ratos en los que no habían personas mayores. Posiblemente esos ratos eran los únicos que en verdad vivíamos.




06 septiembre 2012

Asociación Española de Amigos de los Faros.

Cada día somos más las personas que nos sentimos atraídas por los faros, bien por su belleza o la de su entorno para fotografiarlos, bien por su historia, por su presencia junto al mar, por su  aislamiento... 

Los faros forman parte de la historia de la Humanidad, son un bien Universal que habría que proteger a toda costa y muchos de ellos deberían estar declarados Patrimonio de la Humanidad. Un faro es un monumento a la solidaridad, a la generosidad. La luz de un faro ayuda a cualquiera que lo necesite sin mirar el color de su piel, ni su idioma, ni su clase social ni económica.  Pero los faros en general, desgraciadamente, cada día van quedando un poco más olvidados por parte de quienes tienen el deber de mantenerlos en buenas condiciones y la progresiva eliminación de los fareros es un paso más hacia el abandono de tan importantes y valiosas torres. Basta acercarse a uno de los muchos que hay en España que ya no están habitados para ver el triste y lamentable estado en el que se encuentran. 
Las Autoridades Portuarias, organismos de los que dependen los faros, empiezan a prohibir por sistema el acceso a ellos a personas que no tienen relación directa con su mantenimiento. Cada día es más complicado poder visitar uno porque las autoridades en lugar de  difundir ese tesoro y promocionar su acercamiento al pueblo los aíslan y los convierten en piezas de un sistema de navegación completamente ajeno a los ciudadanos. Y los faros no son solamente parte de un sistema de seguridad para los navegantes, los faros son parte de un paisaje, de una cultura, de unas tierras y de una vida que cuida el mar desde tierra firme. El faro de Finisterre, por ejemplo, no es solamente una luz que guía a los barcos y que pertenece a una Autoridad Oficial, el faro de Finisterre forma parte de Galicia, de su costa, de sus gentes y de su historia. ¿No tiene la gente derecho a conocer su historia, a sentirla suya?

Son muchos los blogs que, de una u otra manera, tratan sobre faros, muchas más las personas que los siguen y leen sus artículos, que ven sus fotografías, porque somos miles y miles las personas que en este país amamos los faros. Y es por ello que a vosotros que tenéis un blog sobre faros, a vosotros que entráis a leer sobre estas torres os quiero proponer un reto, un desafío: crear en España una Asociación de Amigos de los Faros, una asociación que fomente el cariño por estas torres, que presione a las autoridades para que sean visitables al menos un día en semana como ocurre en Portugal. Una asociación que de una u otra manera promocione el respeto a los faros. Puede ser complicado, lo se, y puede que el más mínimo logro nos cueste sudores y lágrimas, pero todo lo que merece la pena cuesta conseguirlo. Los faros, ayudar a que no sean edificios olvidados cada vez que su farero se jubila es algo que merece la pena.

Esta es mi propuesta, ahora os toca a vosotros; a los que tenéis otros blogs, difundirla a través de vuestra página si pensáis que merece la pena; os toca a vosotros que nos visitáis, que leéis las historias que contamos y que veis las fotografías que dejamos en nuestros blogs decir qué pensáis y poner vuestro granito de arena. Creo que los faros se lo merecen y, si quienes los amamos no lo hacemos, ¿quién va a hacerlo?


El viejo farero.


02 septiembre 2012

El faro de Cádiz.

Ya a principios  del siglo XII, historiadores y geógrafos árabes como Al-Himyari, Al-Quazwini  o Al-Yaqut  hacían referencia al faro de Cádiz describiéndolo como "un hermoso edificio de varios pisos rematado por una estatua dorada semejante al de Alejandría".  El geógrafo andalusí Al-Zuhri en su obra "Kitab al-Jaghrafiyya" (Libro de geografía)  habla del faro gaditano y escribe: <<... En esta ciudad estaba el famoso faro parecido al de Alejandría. Era cuadrado, edificado con una especie de piedra pómez, áspera, de sólida carpintería y abovedado con columnas de cobre rojo. Su rostro miraba hacia el Noroeste y tenía un brazo extendido, los dedos cerrados y con el índice señalando la boca del golfo que sale del Gran Mar, llamado Estrecho, el que se alza entre Tánger y Tarifa, como mostrando los caminos.

A lo largo de su historia el faro de Cádiz ha tenido varios nombres. Uno de ellos fue Torre de San Sebastián. Su origen se remonta al año 1.457 cuando unos venecianos refugiados a causa de una epidemia en lo que entonces era una isla levantaron una ermita en advocación a San Sebastián y labraron el escudo de la ciudad de Venecia en agradecimiento a la hospitalidad de la gente de Cádiz.

En 1.613 se levanta un nuevo faro con el ya mencionado nombre de Torre de San Sebastián. En su bóveda existía un capitel en forma de linterna en el que durante la noche se hacía fuego de leña o de alquitrán para orientar a los barcos. Ese mismo año, siendo gobernador de Cádiz Fernando de Quesada se construyó el castillo quedando el faro dentro del mismo y cambiando su nombre a faro del Castillo de San Sebastián. A lo largo de los años la torre sufre diferentes arreglos y transformaciones hasta que el 31 de octubre de  1.766 se autoriza su sustitución por un nuevo faro encargándose de su realización el brigadier  ingeniero Antonio de Gaver. Su linterna era cilíndrica, acristalada y sostenida por columnas. En ella se encendían 24 lámparas de aceite que con las reformas posteriores llegarían a ser 50.

A finales de 1.800 la pequeña isla en la que se encontraba el fuerte es unida a la ciudad por lo que hoy es el Paseo de Fernando Quiñones que parte desde la archifamosa playa de La Caleta.  En 1.818 se emplea gas de hidrógeno extraído del carbón, sistema que ya se había probada con anterioridad en el  del puerto de Barcelona.  El faro fue modernizado en 1.794 y en 1.833; en 1.856 se le instaló un aparato de destellos con características de destellos rojos de 2 en 2 segundos.

En 1.898 durante la guerra contra los Estados Unidos una comisión de ingenieros militares y de Obras Públicas considera que el faro puede servir de referencia al ejercito enemigo para un ataque a la ciudad  y el entonces gobernador militar de Cádiz, el Duque de Nájera, ordena su demolición.

Pasarían 5 años hasta que en  una Real Orden de 28 de diciembre de 1.903 el Ministerio de la Guerra impone dos condiciones para autorizar la construcción del nuevo faro: "... la torre que ha de sostener la linterna se compondrá de dos partes: una fija de mampostería cuya altura sea menos que la de las casamatas de la batería para que no sea visible desde el exterior, y otra formada por un entramado de hierro de tal forma que pueda ser desmontada con facilidad"; Se trataba de  que tuviese poco volumen y fuese ligera para así reducir su visibilidad y  que se pudiese desmontar rápidamente en caso de que estallase una nueva guerra. La misión era complicada dado que la torre, al tener su base casi a nivel del mar, debía ser bastante alta y la linterna era de gran tamaño.  Para ello se echa mano al material más resistente y ligero del que se disponía: acero laminado, y se recurre a un auténtico especialista en el diseño de faros: el ingeniero Rafael de la Cerda que realiza el proyecto durante 1.907.

En enero de 1.909 salen a subasta las obras del faro por un importe de 71.584 pesetas. Para realizar la obra se presentaron 3 ofertas: una  de la Compañía Trasatlántica, otra de la Compañía Cordobesa y la tercera de La Constructora Gijonesa.  Ninguna de las empresas propuso cambio alguno por lo que se adjudicó a la última citada como mejor postor al realizar un descuento de casi el 18%.  El plazo de ejecución era de un año pero... por un lado huelgas, por otro retrasos en el suministro de materiales y a todo ello se añadía los días en los que no se podía trabajar debido al viento de levante, al final las obras no fueron recibidas hasta marzo de 1.912. A pesar de ello el faro no se iluminó hasta el 30 de septiembre de 1.913 debido a cambios en el proyecto para que funcionase con electricidad siendo el segundo de España, después del de Cabo Villán, en usar este sistema. La electricidad la suministraría la firma Lebón y Cía. pagándose el Kw/h a 0.58 pesetas. Para hacer llegar la corriente hasta el faro se compraron 1.750 metros de cable a la empresa Pirelli y Cía, de Villanueva y Geltrú, a razón de 3 pesetas el metro.

El faro de Cádiz es una torre de acero laminado de 38 metros de altura sostenida sobre una base de hormigón armado de 1 metro de profundidad. La torre es un cilindro de palastro formado por 16 anillos con un diámetro de 2 metros que están reforzados por fuera con 8 contrafuertes radiales  en forma de vigas, con grandes celosías existiendo una ventana en cada anillo. En su eje existe un tubo del mismo material, hueco, por donde discurren los cables que alimentan la lámpara y el del contrapeso de la antigua maquinaria de relojería. Las paredes de este tubo tienen un grosor de 7 mm. y los escalones de la escalera de caracol que sube a la linterna están adosados por un lado a dicho tubo y por otro a la pared de la torre.
Entrar a este faro es una experiencia inolvidable. Hay faros originales, pero después de quedar fuera de servicio el de La Baña en el Delta del Ebro el faro de Cádiz es literalmente único en España, no existe en este país otro faro histórico de estructura metálica. Una vez dentro de la torre vista desde abajo la escalera formada por escalones metálicos perforados impresiona, cuando comienzas a subir por ella impone. Al final de la torre la cámara de servicio, con 3 metros de altura, se ensancha y tiene un diámetro de 3,40 (el de la torre que la sostiene es de 2 m.) de tal manera que cuando te asomas al exterior tienes la sensación de estar casi en el aire: bajo tus pies hay una caída de más de 30 metros.

La óptica actual es la original de 1.913, una óptica bivalva de 300 mm. de distancia focal formada por 4 lentes cada una con 4 anillos catadióptricos inferiores y 6 superiores. El primer sistema de luz era de arco eléctrico, en 1.942 se sustituye por lámparas de incandescencia trifásica, sistema que se utiliza hasta que en 1.995 se moderniza y se instalan lámparas halógenas monofásicas. El plano focal se encuentra a 41 metros sobre el nivel del mar y su alcance es de 25 millas con una característica luminosa de un destello cada 10 segundos. El peso total de la torre es de 41 toneladas.

en mayo de 1.953 se instaló una sirena eléctrica para los días de niebla cuyo sonido parece ser que molestaba a una parte de la población que vivía cercana al faro. Solamente hubo que esperar a los carnavales del año siguiente para que una chirigota presentara su queja cantando:

"Han colocao en el faro, vaya por Dios,
un pito mu caprichoso,
que cada vez que hay neblina, Josú Josú,
vaya un pito escandaloso.
Se pone dale que dale,
y no deja de pitá.
Yo le pido a quien lo ha puesto
que lo ponga más p`ayá.

La importancia de la óptica de un faro queda patente en los presupuestos  de éste de Cádiz:

Torre.....................................................  70.275,58 ptas.
Cable adquisición....................................    5.490,00 ptas.
Cable tendido.........................................  11.978,39 ptas.
Linterna, aparato e instalación.................  79.040,00 ptas.
Muebles................................................   1.600,00 ptas.


En 1.914 la denominación oficial de Faro del Castillo de San Sebastián fue sustituida por la de Faro de Cádiz. La razón era que existía otro faro en la provincia de Gerona con el nombre de San Sebastián y el faro del monte Igueldo que también recibía el nombre de San Sebastián por su proximidad al puerto de la ciudad, situación que podía confundir a los marinos.

Visitar un faro tiene 5 momentos claves: el primero es conocer al farero, el saludo, las primeras palabras con alguien que dedica su vida a un trabajo que admiro. El segundo  cuando te abre la puerta del faro y te invita a entrar. El tercero cuando pasas a la torre, sea como sea, y tienes ante ti la escalera. El cuarto cuando terminas de subirla y tienes a unos centímetros la óptica. El quinto, cuando te asomas al balcón y ves el mundo desde donde solamente lo ven unos cuantos afortunados. Ver el faro de Cádiz desde la Caleta es bonito, pero ver la Caleta desde el faro es un lujo impagable. A tus pies tienes el mar, un camino que dibuja una raya en el agua y que te lleva a Cádiz. Ningún gaditano debería irse de este mundo sin ver  su Caleta, su catedral, su Campo del Sur...  su "Cai", desde su faro.



El viejo farero.

28 agosto 2012

¡Andaluces, levantaos!

Con esas dos palabras comienza el himno de Andalucía. Tal vez  vaya siendo hora de llevarlas a la práctica y de levantarnos contra un gobierno que confunde la mayoría absoluta con una "licencia para matar", contra un gobierno que empieza a parecerse a Dios: se ensaña con los más débiles.

Sánchez Gordillo no es un Robin Hood, en Andalucía no hace falta que nos hablen de ningún inglés que robaba (un inglés que roba tampoco es novedad) a los ricos para darlo a los pobres, en Andalucía tuvimos nuestro José María el Tempranillo, nuestro Diego Corrientes y docenas más.

La imagen que Sánchez Gordillo,  dirigente del Sindicato Andaluz de Trabajadores está dando en el extranjero no es ni mala, ni buena ni vergonzosa, es la imagen de la realidad. A nuestro gobierno, que  le preocupa la imagen que estas acciones dan de este país más allá de nuestras fronteras lo que debería preocuparle es la situación de cientos de miles de españoles, muchos de ellos andaluces, que no tienen para comer, pero de un gobierno que manda detener a unos sindicalistas por llevarse sin pagar, por robar si queremos llamarlo así, unos carros de comida y concede el tercer grado a un terrorista "por razones humanitarias" ¿qué se puede esperar?  ¿No es en todo caso humanitario dar de comer al hambriento?  ¿Qué podemos esperar de un gobierno con diputados como la "señora" Fabras, con diputados que dicen "pasarlas canutas para llegar a fin de mes" con su sueldo de 5.100 euros?  Esos 5.100 euros es lo que ingresan durante todo un año miles y miles de parados en España. ¿Cómo las pasarán ellos entonces? La mala imagen de España en el extranjero no la dan unos parados andaluces que hacen pública su situación, la dan unos políticos que se gastan cientos de millones en aeropuertos que no sirven para nada, la dan los otros que se reparten en dinero de los ERES, la dan los jueces que quitan de juez a uno que quiere investigar crímenes de guerra de una dictadura, la da un presidente de jueces que se paga viajes con dinero del pueblo, la da un rey que "pierde el sueño por la situación de la juventud española" pero que se va a escondidas de cacería a África y que su pueblo se entera porque ha sufrido un accidente, la da el yerno del rey que usa su título para robar y enriquecerse, la da una hija del mismo rey que parece tonta y no se entera de lo que hace su marido, la da un gobierno que pide 208 euros a una señora porque "eran para una ayuda que no ha necesitado", la dan los banqueros que engañan a gente  que confió en ellos, la dan banqueros que hunden un banco y además  se llevan  una indemnización millonaria. Esa es la mala imagen de España: la que dan quienes nos gobiernan.

Jarcha, un grupo andaluz comprometido con el pueblo, cantaba hace unos años una canción en cuya letra había una frase: "El día que nos unamos puede que tiemble la tierra".  Tal vez sea hora de unirnos, hora de que el pueblo salga a la calle a exigir sus derechos, de hacer que tiemble la tierra si hace falta. 

Andaluces, levantaos,
pedid tierra y libertad.
Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad.

También va siendo hora de quitar de nuestro himno ese último verso, hora de aprender de otros pueblos de este país que buscan solamente sus intereses, que desprecian a otras tierras por no tener una lengua propia, por ser pobres. 

ANDALUCES...  ¡LEVANTAOS!

12 agosto 2012

A mi madre.

Yo, que en este blog he escrito de mil cosas nunca escribí de ti, nunca conté  nada sobre ti... hasta que te marchaste. Hoy podría hablar de Marilyn Monroe, de sus 50 años de ausencia, o de unos jornaleros que entraron a un supermercado y se llevaron sin pagar comida para gente que no tiene para comer, pero hoy algo dentro de mí me pide escribirte. Ya ves, no hace falta que sea una fecha concreta, que se cumpla un aniversario, que sea un cumpleaños... 

Aquella mañana de octubre, cuando te apagabas como una vela, lloré. Hacía mucho tiempo que no lloraba, hacía mucho tiempo que la vida no me golpeaba tan fuerte, que no me sentía tan niño, tan solo, tan desamparado. Tú estabas dormida, los medicamentos te tenían ausente del mundo y no te enteraste que te morías. Yo sí. Una maquinita que marcaba tu pulso y el aire que entraba a tus pulmones me decía que te ibas, que me quedaba huérfano. Tomé tu mano y la sentí fría, la froté, te dije mil cosas, pero tú ya no eras tú. ¡Cuántas cosas tenía que haberte dicho antes de aquella triste mañana! 

Una tarde, unos días después de que tu te hubieses marchado pensé que tenía que llamarte porque ya hacía muchos días que no sabía de ti, que no hablaba contigo. ¡Dios! llegué a coger el teléfono y cuando marqué el primer número la realidad me golpeó de repente, sin previo aviso: hacía una semana que habías muerto.

Hoy  me arrepiento de todas esas noches que te hice pasar en vela porque yo andaba en la calle con los amigos y no te avisaba de que llegaría tarde. De todas aquellas comidas que hacías con todo el cariño del mundo y que no me comía porque eran verduras, o guisos. Me arrepiento de no haberte llamado más veces, de no haberte dado más besos y, sobre todo, me arrepiento de no haberte dicho más veces que te quería.

Hoy te echo de menos, me pasa muchas veces, más de las que puedas imaginar, pero esta noche además de extrañarte mis hijos en la calle hacen que te entienda como nunca lo había hecho: El miedo a que les pase algo, las horas en el reloj, la puerta en la que no suena la llave que llevan...  Hoy se cruzan ideas y sentimientos en mi cabeza y en mi corazón porque soy padre, porque sin ti  mamá, me siento un poco perdido, un poco solo...  huérfano.




02 agosto 2012

La brújula mágica.

Cuando Martín, el marinero más viejo del pueblo se jubiló hace ya unos años, repartió sus pequeños tesoros entre sus amigos. Nunca quiso que su único hijo fuese marinero y dio media vida al mar para que el chaval no se jugase la suya entre las olas abordo de una barca con la que traer unas cuantas cajas de peces  a la lonja y sacar lo justo para seguir viviendo.

Una mañana de hace ya varios  inviernos coincidimos en el bar de María. Él estaba tomando un café y yo había bajado a tomar una copita de anís dulce de Cazalla. Unos días antes un amigo me había comentado que Martín ya no salía a la mar, que lo había dejado y que ahora disfrutaba de las mañanas, paseando, sin prisas, sin relojes y sin obligaciones. Charlamos un rato y, para celebrar su nueva vida, lo invité al faro a tomar un café y, si quería, una copita. Tres o cuatro días después Martín llamó a la puerta del faro, no solamente venía a tomar ese café, también me traía un regalo. Después de charlar un rato sacó del bolsillo de su chaqueta una cajita y me la ofreció: -Toma farero, es un regalo, estoy repartiendo las cosas que antes me ayudaban y que ahora, como ya no voy a salir más a la mar, quiero que ayuden a mis amigos, así de camino cuando yo ya no esté os acordaréis de mí.

-Pero Martín, yo no soy marinero, ni tampoco me hace falta nada material para recordarte.- Pero Martín era tan terco como viejo y me obligó a coger el regalo. Era una pequeña cajita metálica y dentro, envuelta en un paño azul como el mar, una brújula. -Llevas media vida guiando a los demás, ahora esta brújula te guiará a ti y te llevará siempre a tu destino.

Aquella mañana, cuando Martín se marchó del faro, miré cien veces la brújula,  le dí cien vueltas y cada una de las  cien veces la aguja marcaba el norte. Tienen algo de magia, pensé, estos artilugios. Después la guardé en ese cajón donde guardo docenas de cosas que a muchos les parecerían tonterías y que para mí son caminos invisibles que me llevan a otros tiempos, a personas queridas. 

Hace ya más de 7 años que la brújula descansa en el cajón de los recuerdos, en ese tiempo  tan sólo la he sacado de vez en cuando para limpiarla, para darle brillo a su metal, para recordar a mi amigo Martín y para sonreír con su aguja mágica que siempre mira al mar. Hasta hoy.

Esta mañana decidí sacarla, hacer caso a mi amigo Martín y dejar que ella me guíe. He subido al balconcillo que rodea la linterna del faro y he mirado la brújula esperando que me marcase mi camino. He salido al sendero y en la puerta del faro he vuelto a mirar la aguja que duerme bajo el cristal de la brújula. Me he puesto nervioso y he dado media vuelta, pero la aguja seguía marcando la misma dirección. La he seguido y he llegado al pueblo, he querido ir hacia el sur pero ella marcaba otra dirección, otra letra. He recordado las palabras de mi amigo Martín aquella mañana: "Esta brújula te guiará a ti y te llevará siempre a tu destino."

Le he dado mil vueltas pero  la aguja siempre marca la misma letra, la única letra que hay pintada en su esfera. No tiene norte ni sur, ni este ni oeste, solamente una M en cada punto cardinal. ¿Qué clase de brújula me regaló mi amigo que pretende guiarme a  mi destino y no tiene norte ni sur?  He seguido el camino que me marcaba la aguja y he terminado en el bar de María. He entrado y la brújula me marcaba el camino hasta el mostrador. Detrás de él, con sus ojos negros, son su leve sonrisa, estaba María. He dejado la brújula sobre la vieja madera, le he dado mil vueltas pero su aguja siempre marca una letra M.  -Es una brújula mágica María. Y conoce mi destino.


El viejo farero.


18 julio 2012

El niño que escribía poemas.

La primera vez que estuve frente al mar tenía 12 años. Tal vez porque ya había visto su color en el atlas de Aguilar donde tenía marcado el recorrido del Nautilus en sus "20.000  leguas de viaje submarino" su color me resultó conocido. Tal vez porque lo había visto en aquella vieja serie titulada "Viaje al fondo del mar" donde el almirante Nelson comandaba  otro  submarino, en este caso llamado Sibiu creo recordar, su inmensidad no me sorprendió. Ni siquiera el sonido de las olas rompiendo en la playa fue nuevo porque lo había oído en la tele muchas veces. Lo que nunca había hecho, ni en la tele, ni en los libros, ni siquiera en sueños era percibir su olor. Tal vez por eso la imagen más antigua, la primera de todas las imágenes que tengo del mar no es una imagen, es un olor: el olor a salitre, el olor a las algas entre las rocas, el olor a mar de las piedras que cogía de la playa y acercaba a mi cara para olerlas.  Aun hoy, más de 40 años después de aquella mi primera visita al mar, cada vez que llegó a sus orillas cierro los ojos y aspiro hasta llenar mis pulmones y mi alma de aquel olor a salitre, a algas, a mar inmenso. Tal vez por eso prefiera pasear junto a él en invierno, cuando el aire no está lleno de olores a bronceadores y cada partícula que aspiro es una partícula de aire marino.

Hace unos días he encontrado un viejo cuaderno que mi madre guardó durante cerca de  40 años entre sus cosas como si fuese un tesoro y que cuando ella falleció me  traje a casa. Su portada está llena de pegatinas. Son fotografías de motos, de una colección llamada Pepsi Motos Grand-Prix  y de la que no tengo el más mínimo recuerdo. Dentro, en unas páginas que una vez fueron blancas y ahora están teñidas por el ocre amarillento con el que el tiempo tiñe las cosas,  una colección de poemas que, según la fecha, escribí un par de años después de aquel primer viaje al mar.  ¿Os imagináis los versos que podía escribir un chaval de 14 años, 14 años de entonces?  De todos ellos he escogido uno que a pesar de los años siempre he recordado, el único posiblemente que recordaba. Tenía 14 años y ya el mar estaba en el fondo de mis escritos. Hoy os dejo un poema muy especial, no porque el poema lo sea en sí mismo, sino porque tiene casi 4 décadas, porque lo escribió un chaval de 14 años que ya soñaba con el mar. 




Mi barquilla.


Mi barquilla marinera
que la mar me arrebató
está encallada en la arena
entre rocas, bajo el sol.
Por la noche van las olas 
y la besan en la quilla,
que al verse mi barca sola

llora como una chiquilla.
Mi barca mira hacia el mar
cuando el sol se está poniendo,
¡ay, cómo rompe a llorar
mi barquilla con el viento!
Las  olas, con tantos besos
su nombre le están borrando,
mi barca llora por eso 
cuando el sol la está mirando. 
En el mástil de su vela
las gaviotas se posan
y mi barquilla recuerda 
cientos de bonitas cosas.
Mi barca perdió sus remos
que se fueron entre espumas.
Barquilla, ya no podemos
traernos de la mar fortunas,
barquilla, yo ya no quiero,
salir al mar con ninguna.
Y tú sola, mi olvidada,
que estás dormida en la arena
con tus tablas deterioradas
miras con ojos de pena
tu proa desmantelada
de tu nombre "Macarena".
Y los hilos de mis redes
cuando ya se marcha el día,
cuando el cielo pierde su azul,
lloran porque tú no vienes...
y yo no tengo alegrías
desde que me faltas tú.



El viejo farero...  hace casi 40 años.