
Con su pelo negro y sus vestidos blancos se asomaba tras los cristales, a esperarlo, a verlo venir. Su vista se perdía a lo lejos buscando su barco, y cuando lo veía lo seguía hasta que él bajaba a tierra. Entonces respiraba tranquila y se arreglaba el pelo para estar guapa para su marido.
Él, cada vez que salía de casa, al cruzar la calle, miraba a la ventana con la ilusión de tirarle un último beso, pero ella jamás estaba alli cuando él partía, no quería ver como se iba a la mar.
Ahora, con su pelo blanco y sus vestidos negros, se asoma a la ventana, trás los cristales, a verlo venir. Su pelo ya no es negro, sus vestidos ya no son blancos... pero ella sigue esperando ver el barco a lo lejos, ver como él baja a tierra... igual que lo hacía su padre hace años, antes de que el mar, celoso y egoista, se quedara con él para siempre.
El viejo farero.
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