23 abril 2009

Una estrella en el faro.

Se había enganchado en la barandilla del faro y cuando esta mañana he abierto la puerta me lo he encontrado luchando por escapar y seguir volando. Salgo y lo miro, es un globo de esos que llevan gas dentro, de los que venden en las ferias, en las fiestas de los pueblos. Tiene forma de estrella y unos colores llenos de vida. De una de sus puntas pende una cuerdecilla blanca y fina que termina en un pequeño lazo, y ha sido este el que se ha enganchado en uno de los adornos de la barandilla deteniendo el vuelo de la estrella.

La miro y no se si soltarla de su atadura y dejarla que siga su vuelo o si llevarla dentro y tomarla como prisionera hasta la tarde, cuando baje al pueblo y se la entregue al primer chiquillo que vea.

Dentro, en la salita, la he atado a la pata de una silla. Se queda la estrella a la altura de mis ojos cuando estoy de pié, se mueve levemente, se gira sobre el eje que traza la fina cuerda. Algunas veces, hace el intento de escaparse, de huir, de seguir volando, tan solo necesita sentir una pequeña corriente de aire para sentirse viva e intentarlo. ¿Se creerá esta estrella de plástico y gas una estrella de verdad? ¿Habrá visto volar sobre el puerto a las gaviotas y quiere irse mar adentro, como ellas, detrás de los barcos de los marineros?

Pobre estrella, no sabe que es un globo, no sabe que es el viento quien la lleva, que no decide ella su rumbo, que no tiene alas, que no deja una estela tras de si cuando vuela.

Me he enterado en el bar de María que en un pueblo cercano están de fiestas y mientras me lo cuentan mi mente vuela al faro, al globo que se cree una estrella de verdad, y pienso que se le habrá escapado a cualquier crío, que ha venido hasta mi faro, que una simple barandilla le ha cortado el vuelo y los sueños.

Ahora, de madrugada, casi amaneciendo, en la soledad del faro, he liberado a esta estrella tan particular de su atadura a la silla, he cortado la cuerda a unos centímetros de su comienzo dejándola casi en un simple nudo. La he tenido en mis manos y he querido creer que es una estrella de verdad que quiere volver al cielo, una gaviota transformada en estrella que necesita volver a volar sobre los acantilados, sobre la playa, sobre el mar…

He subido con ella al sitio donde la barandilla del faro la retuvo y, cosas de viejo, supongo, le he dado un beso y la he dejado en el aire. Ha salido volando, dando vueltas, como bailando, loca de contenta, hacia el mar. Se ha quedado un momento casi parada en el aire, sobre el faro, como despidiéndose de él, tal vez de mí, y después se ha hecho gaviota y ha volado hacia el mar, estrella que ha volado hacia el cielo.

Bajo a la cocina, y en la pizarra donde algunas veces anoto las cosas que se van terminando, pensando en la estrella, me pongo a escribir palabras sin sentido: Amor, amistad, recuerdos, años, vida…

El viejo farero.

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