Tiene María dos pizarras en su cantina: Una se la regaló hace unos años una empresa de refrescos y a mi, cuando María la encendía los primeros días, me recordaba a una de esas pantallas que tienen algunos médicos para ver las radiografías al contraluz. Sobre ella hay unas pequeñas guías y dentro de éstas se ponen, letra a letra, las diferentes tapas que hay en el bar y sus precios. La otra es una pizarra tan vieja como el bar, como las estanterías, como el mismo mostrador. Es una pizarra de las de toda la vida, pequeña, negra, con un marco de madera.
A María nunca le gustó eso de andar ordenando letras de plástico para formar un nombre y, a las pocas semanas de tenerla, la desenchufó y nunca más volvió a jugar a las imprentas. Ya no hay luz detrás de la pantalla, ni tampoco letras encima de ella. Es un cuadro blanco, sin dibujos, sin letras, sin vida.
Cada viernes por la tarde María borra las tapas de la vieja pizarra y escribe las nuevas para el fin de semana. Aunque cada semana pone alguna nueva la mayoría de ellas son siempre las mismas. Son tapas que forman, igual que la pizarra, las copas, las viejas mesas y la madera gastada del mostrador, parte del café. Pero María, cada viernes, las borra y las vuelve a escribir con su tiza blanca.
Hace un poco de magia cuando lo borra todo con su paño húmedo y escribe con la tiza blanca sobre la pizarra negra y mojada, porque cuando lo hace no se lee nada, no se ve letra alguna. Después, a medida que todo se va secando, las letras van apareciendo, como la luz de la luna llena sobre el mar.
Tiene María una bonita letra y a mi me gusta verla de espaldas, esparciendo semillas sobre una tierra negra y húmeda que, a los pocos segundos, florece y se llena de letras blancas como flores de azahar.
Ahora, en la soledad del faro, recuerdo a María escribiendo letras invisibles y me vienen a la cabeza sentimientos que son como esas letras, que han nacido sin darme cuenta, que un buen día los descubrí en mi corazón. Han ido tomando cuerpo y fuerza poco a poco, han ido siendo cada día un poco más claros, más intensos. Hoy mi corazón es una pizarra llena de letras que, las ponga como las ponga, siempre me hablan de ella y me dicen cuanto la amo.
7 comentarios:
¡Amigo farero!
No hay nada más generoso como dejar el corazón abierto para que María escriba letrás en él.
Un saludo.
Que bonito escribes. Es que las letras...
Un beso
Lourdes
Amigo Paco…Farero, he leído de cabo a rabo tu libro. Tenerlo en mi poder, gracias a tu generosidad, es un tesoro único. Leer las historias de ese pueblo en dónde se desgrana la vida del farero y la de María es una caricia tibia para el alma. Ese modo de describir el amor inocente, calmo, enternecido y sabio me ha regocijado el espíritu. En tu pluma habita un ángel y en tu musa todas las estrellas. He visto esas manos curtidas y esos ojos mansos; tan llenas de caricias para dar (ellas), tan llenos de amor para ofrecer (ellos), los he visto con total nitidez en la narrativa intensa, y en los momentos de soledad. Entre los cristales del faro y el agua de la mar, con la luna quebrada en pedacitos que no se pudo pescar… He caminado la cuesta hasta la playa donde están las grutas y también he compartido la suelta del pajarillo… Y por sobre todo he caminado las calles de esa Andalucía que mis abuelos me han hecho amar con tanto ahínco, como si fuera mi propia tierra. La emoción me ha tomado el pecho y me poblé de lágrimas, y he vuelto a ser esa niña que jugaba con su abuelo a las cartas y cantaba villancicos con su abuela, y que ha visto –en su casa- cientos de veces esos vasos que tan bien describes en el bar de María. Y esa mágica pizarra donde las letras aparecen lentamente, me ha dejado sin aliento por sentirla tan familiar… tan conocida… tan característica…
Paco, Farero, Amigo…no sé qué más decirte. Ni te imaginas la emoción que me produce todo esto. ¡Eternamente Gracias!
Un abrazo fuerte muy fuerte desde Ciudad de Buenos Aires
Ante todo quiero pediros perdón por esta tardanza en responder pero es que he estado unos días, relajándome de tensiones y problemas ahora que algunas cosas empiezan a retornar un poquito a la normalidad.
Fernando, no es que deje el corazón abierto, es que María tiene su llave, y entra, y escribe, y deja su huella...
Mil gracias por tus letras y por tu visita. Un abrazo.
Lourdes, mi querida amiga, un beso inmenso. Igual la próxima primavera tenemos ocasión de volvernos a ver, ya te contaré.
Susana, un millón de gracias por tus palabras y otro de besos. Mañana te respondo en un correo, pero aquí quiero decirte que eres un encanto de persona.
Un beso desde Andalucía.
¡Farero, me encantó ver que en la carta del bar de María hay "quesu cabrales"!. Un abrazo desde Asturias.
Qué ternura, qué ternura hay en ese contar sobre María, la verdad farero, hacía meses que no te visitaba, y volver a leerte, con la calma que proponen tus relatos, uf...me llena de alegría mansa.
Un abrazo inmenso, desde la otra orilla, más acá, más abajo, o más arriba, vaya uno a saber!
Aveces las letras aunque invisibles estan ahi,siempre.
Preciosas las tuyas.
Muchos besos nene
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