Cuando Martín, el marinero más viejo del pueblo se jubiló hace ya unos años, repartió sus pequeños tesoros entre sus amigos. Nunca quiso que su único hijo fuese marinero y dio media vida al mar para que el chaval no se jugase la suya entre las olas abordo de una barca con la que traer unas cuantas cajas de peces a la lonja y sacar lo justo para seguir viviendo.
Una mañana de hace ya varios inviernos coincidimos en el bar de María. Él estaba tomando un café y yo había bajado a tomar una copita de anís dulce de Cazalla. Unos días antes un amigo me había comentado que Martín ya no salía a la mar, que lo había dejado y que ahora disfrutaba de las mañanas, paseando, sin prisas, sin relojes y sin obligaciones. Charlamos un rato y, para celebrar su nueva vida, lo invité al faro a tomar un café y, si quería, una copita. Tres o cuatro días después Martín llamó a la puerta del faro, no solamente venía a tomar ese café, también me traía un regalo. Después de charlar un rato sacó del bolsillo de su chaqueta una cajita y me la ofreció: -Toma farero, es un regalo, estoy repartiendo las cosas que antes me ayudaban y que ahora, como ya no voy a salir más a la mar, quiero que ayuden a mis amigos, así de camino cuando yo ya no esté os acordaréis de mí.
-Pero Martín, yo no soy marinero, ni tampoco me hace falta nada material para recordarte.- Pero Martín era tan terco como viejo y me obligó a coger el regalo. Era una pequeña cajita metálica y dentro, envuelta en un paño azul como el mar, una brújula. -Llevas media vida guiando a los demás, ahora esta brújula te guiará a ti y te llevará siempre a tu destino.
Aquella mañana, cuando Martín se marchó del faro, miré cien veces la brújula, le dí cien vueltas y cada una de las cien veces la aguja marcaba el norte. Tienen algo de magia, pensé, estos artilugios. Después la guardé en ese cajón donde guardo docenas de cosas que a muchos les parecerían tonterías y que para mí son caminos invisibles que me llevan a otros tiempos, a personas queridas.
Hace ya más de 7 años que la brújula descansa en el cajón de los recuerdos, en ese tiempo tan sólo la he sacado de vez en cuando para limpiarla, para darle brillo a su metal, para recordar a mi amigo Martín y para sonreír con su aguja mágica que siempre mira al mar. Hasta hoy.
Esta mañana decidí sacarla, hacer caso a mi amigo Martín y dejar que ella me guíe. He subido al balconcillo que rodea la linterna del faro y he mirado la brújula esperando que me marcase mi camino. He salido al sendero y en la puerta del faro he vuelto a mirar la aguja que duerme bajo el cristal de la brújula. Me he puesto nervioso y he dado media vuelta, pero la aguja seguía marcando la misma dirección. La he seguido y he llegado al pueblo, he querido ir hacia el sur pero ella marcaba otra dirección, otra letra. He recordado las palabras de mi amigo Martín aquella mañana: "Esta brújula te guiará a ti y te llevará siempre a tu destino."
Le he dado mil vueltas pero la aguja siempre marca la misma letra, la única letra que hay pintada en su esfera. No tiene norte ni sur, ni este ni oeste, solamente una M en cada punto cardinal. ¿Qué clase de brújula me regaló mi amigo que pretende guiarme a mi destino y no tiene norte ni sur? He seguido el camino que me marcaba la aguja y he terminado en el bar de María. He entrado y la brújula me marcaba el camino hasta el mostrador. Detrás de él, con sus ojos negros, son su leve sonrisa, estaba María. He dejado la brújula sobre la vieja madera, le he dado mil vueltas pero su aguja siempre marca una letra M. -Es una brújula mágica María. Y conoce mi destino.
El viejo farero.
12 comentarios:
Siempre me han parecido mágicas las brújulas,y,sabeis porqué? Marcan siempre lo que,para mí,es lo mas bonito:el Norte.Pero tu brújula,Farero,es especial marca lo que tú mas quieres,y eso es algo que no todo el mundo puede conseguir.Un beso fuerte.
Wow!!! que linda historia.... encierra sus magias ;) un abrazo viejo farero... :**
Ay ay ay, si es Maria de nuevo. Si es esa Brújula eterna que da su presencia o su recuerdo, en la esencia de tus maravillosas letras, y otra vez la emoción, y otra vez vos ¡Farero!... que maravilla.
Un beso desde Ciudad de Buenos Aires
Haz caso a esa brújula, farero, sabe dónde está la felicidad. Gracias por otro maravilloso momento...
GALERNA: La inmensa mayoría de las brújulas, mi querida amiga, son bastante inconformistas: te marcan el Norte y, cuando crees que has llegado, te vuelve a marcar otro Norte, más al norte. Otras, como la del relato, son especiales y marcan cosas especiales, de todos modos a mi también me gusta mucho tu Norte.
Un beso y un abrazo desde el Sur.
PATTY: Muchas gracias, otro abrazo para ti desde Andalucía.
SUSANA INÉS: Ya ves, hay personas que son el Norte de algunas brújulas, el imán de otras.
Un beso y un abrazo desde este lado de la mar.
HUELQUÉN: Gracias por tu visita y por tus palabras. Sí, haré caso a esta brújula tan especial.
Un saludo.
Que historia tan bonita ..no pierdas nunca la ilusion de "tu Norte ".
Un abrazo desde esta tierra Castellana
Siempre he pensado que en esta vida hay que tener un sueño que sirva de guía, de aliciente para seguir adelante. Si además uno tiene la suerte de tener una brújula que te indica ese camino a la fuerza debe sentirse un ser afortunado. Muchas gracias abuela, por tus palabras y, sobre todo, por tu visita.
Un beso desde un Sur que hoy se asemeja a un horno.
Hey excelente historia me parecio muy sentida de verdad! y es verdad hay que seguir adelante
Sí, hay que hacer caso a las brújulas, sobre todo si son mágicas, y seguir adelante.
Gracia por tu visita.
Un saludo desde el Sur.
Fijate que curioso: mi abuelo paterno, que fue quien me crió, me regaló una piedra mágica (invisible a los ojos) para que me sentara a meditar cuando la vida apretara sus clavijas, y desde entonces la llevo conmigo a todas partes. Desde ella grito, lloro, escribo, sueño...
Al leer tu relato de la brújula, un pálpito me ha hecho comprender que están hechas del mismo material.
Un abrazo.
Lo mejor de la magia es que nos hace creer que existe la magia: en una piedra, en una brújula... tu piedra y mi brújula son un claro ejemplo, ¿verdad?
Un abrazo.
Lo mejor de la magia es que nos hace creer que existe la magia: en una piedra, en una brújula... tu piedra y mi brújula son un claro ejemplo, ¿verdad?
Un abrazo.
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