La semana santa era una
buena fecha para escaparse unos días a Asturias. Allí mi amiga Sara tiene unos estupendos apartamentos en la Montaña Central, en Morcín, un lugar situado a los pies del mítico Angliru y desde
el que todo está cerca, ideal para hacer
escapadas a cualquier sitio: a la capital del Principado, a una cueva con
pinturas rupestres de hace miles de años, a una playa que se enfadó con el mar
y dejó de estar en él, a senderos que discurren por las laderas de desfiladeros o a la costa a ver el Cantábrico,
algún puertecito marinero y… en esta ocasión, visitar un faro por dentro.
Mi amiga Belén Menéndez me
puso en contacto con un farero de los de toda la vida que vivió unos
cuantos años en el faro de la isla de Sálvora y que ahora tiene su casa en uno de la costa asturiana. Este hombre además de farero es buena gente y se ofreció a
enseñarme el faro de Avilés si el trabajo se lo permitía.
Quedamos para la mañana del
lunes en la puerta del reciento del faro
y mientras él llegaba aproveché para hacer algunas fotografías del exterior. En
su entrada pone “Faro de Avilés”, aunque en verdad el faro ni tan siquiera está
en su término municipal (pertenece a Gozón), pero Avilés está a un tiro de piedra, es la
población más importante que hay en las inmediaciones y el faro es la
referencia de entrada tanto a la ría como al puerto avilesino.
Siempre me atrajo este faro
porque su torre es, dentro de las españolas, bastante original y tiene cierto
aire con los faros franceses o portugueses. Se construyó en 1.863 en la margen derecha de
la ría de Avilés en el saliente de San Juan de Nieva, y su torre es
troncopiramidal recubierta de azulejos en otros tiempos blancos y que hoy,
debido a la contaminación emitida por la factoría de Ensidesa resultan de un
color amarillento pajizo. Posee una cúpula completamente acristalada y la
linterna está rodeada por un balcón y una bonita cornisa. En su óptica existe
un sector rojo que avisa de los peligros del bajo de El Petón. El faro en
principio iba a erigirse en la punta de la Horcada, en el extremo norte de la
boca de la ría ya que era mejor ubicación para la señalización marítima, pero
el lugar resultaba demasiado expuesto a los temporales.
La contaminación de
Ensidesa no se quedó en cambiar el color del faro, también se encargó de
estropear y hacer desaparecer como tal la playa de San Balandrán situada en la
misma margen derecha de la ría y que era muy utilizada por los avilesinos que
cruzaban a ella desde Avilés a través de
un servicio de barcas que unía ambas orillas. Hoy en día San Balandrán es
solamente un recuerdo y un cenagal donde reposan embarcaciones abandonadas.
A mediados del siglo XIX la
reina Isabel II visitó Asturias y el diputado local D. Estanislao Suárez Inclán
aprovechó para obtener de ella la aprobación de un proyecto para el
encauzamiento de la Ría de Avilés y otras mejoras costeadas a partes iguales
por el Estado y el propio municipio.
El 8 de noviembre de 1.861
salen a subasta las obras de construcción del faro, imprescindible para la entrada
a la peligrosa ría que deposita importantes barras de arena en su desembocadura,
alumbrando por primera vez el 31 de agosto de 1.863.
Desde su construcción el
reciento que ocupa este faro está amurallado. El primitivo edificio era de
planta casi cuadrada, de una sola altura, rematando esquinas y puertas con
sillería y estando el resto de la fachada pintada de color blanco. La cubierta
era a 4 aguas de teja roja. Las características actuales del edificio principal
son prácticamente las mismas aunque el color
de la fachada se ha cambiado por el crema. La entrada principal se produce por
la cara Sur y tiene como novedad un cuerpo adosado a la cara oeste con las
mismas características. Esta obra data del año 1.917.
La torre ha sufrido alguna
reforma y la linterna fue sustituida en el año 1.957 por una aeromarítima de La
Maquinista Valenciana y está electrificado desde en 1.926. Su luz es de color blanco (salvo el sector rojo) tiene un alcance
de 20 millas y al ser fija(no gira) ofrece ocultaciones cada 5 segundos. El
faro tiene una altura de 15 metros y su plano focal es de 40.*
Cuando entras a la torre lo
primero que sientes es una sorpresa total. Nada tiene que ver su aspecto
exterior con la escalera que sube hasta la linterna. Visto desde fuera lo lógico
es imaginarse una escalera más o menos amplia, de obra, que corre pegada a las
paredes de la torre, en cambio se trata de una escalera de caracol hecha de
hierro e inmensamente más estrecha de lo que sería esperable a la vista de la
torre.
Desde su balcón las vistas
son realmente bonitas pues tienes la Ría de Avilés a tus pies, al otro lado la
playa de Salinas y un poco más lejos, hacia poniente, la costa de Castrillón y
la isla de Deva.
Se pasa el tiempo volando
mientras charlo con este hombre y aprendo
cosas de este faro. Le gusta su trabajo y le duele el cada vez mayor abandono
que sufren los que ya no tienen farero. Y como en esta vida todo termina la visita
al faro de Avilés llega a su fin. Me siento feliz por haberlo conocido por
dentro, por haber podido subir a su linterna y por haber podido ver el mundo
igual que lo ven los fareros, pero sobre todo me siento dichoso por haber
conocido a este hombre, una buena persona, generoso y amable. Y eso,
generosidad, es lo que le sobra y me pregunta qué plan tenemos
para hoy. –Ver este faro, con esto ya tengo el día hecho. - ¿Quieres ver el de Cudillero? – Y este
farero asturiano me deja sin palabras, con el corazón en la boca y el pulso a
150.
*Los datos técnicos referentes al faro han sido tomados del libro "Faros del
litoral asturiano", de Belén Menéndez Solar.
El viejo farero.
2 comentarios:
A ver si nos hemos cruzado esta Semana Santa en mi tierra, farero. Me hubiera gustado visitar esos faros
Saludos,
Saray Schaetzler
Toda una alegría verte por el faro Saray. ¿Quién sabe? igual nos hemos cruzado y ni lo supimos. Yo no puedo hacer que visites un faro pero si puedo pasarte las fotografías del interior de algunos de ellos, de Portugal tengo un par de escaleras impresionantes.
Un beso desde el Sur.
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