Hace unos días volví a recorrer la Vía Verde de la Sierra Norte de Sevilla, una pista para bicis que recorre parte del antiguo trazado del tren que unía las minas del Cerro del Hierro con la estación de Cazalla-Constantina. El recorrido total es de 36 kilómetros, 18 de ida y otros tantos de vuelta. No es muy dura, la ida es una constante subida, leve, pero constante, lo mejor es lógicamente la vuelta que si no tienes viento de cara la haces casi sin tocar pedales.
Hacía 7 años que no la pisaba, que no hacía ese recorrido y ahora, a mis 67 años, quise volver a hacerlo. En 2018 era 7 años menos viejo, hacía muchos más kilómetros cada día y tenía una bicicleta mejor. No se trataba de probar si era capaz, si todavía podría hacerlo, se trataba de hacerla posiblemente por última vez, de disfrutarla siendo consciente de ello, de intentar quedarme con el recuerdo de los puentes, del túnel, de los bosques y del río. Al Cerro del Hierro se puede ir en coche pero evidentemente no es lo mismo.

Algunas veces he visto tiendas del barrio, de toda la vida, que un mal día han cerrado y en su lugar hay un rótulo nuevo, un comercio nuevo. Entonces me vienen a la cabeza recuerdos de su interior, del mostrador, de las estanterías... y lamento no haberle hecho algunas fotos para quedarme con algo que me mantenga unido a aquella tienda.
Hacer ese recorrido en bici ha sido en cierto modo hacer esas fotos, es posible que vuelva a intentarlo, pero si no puedo hacerlo ya tengo en mi memoria ese viaje, ese río, ese esfuerzo necesario para subir hasta el Cerro. Y la satisfacción de haberlo hecho con cierta edad.
Es la primera tanda de fotos, la primera vivencia enfocada de ese modo, pero quedan muchas más, mil cosas que disfrutar como si fuese la última vez, mil cosas que disfrutar y vivir.
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