09 marzo 2024

NÚMEROS.

 

El día había amanecido frío y desapacible y los pocos clientes que tenía, 4 amigos,  estaban todos dentro, sentados a una mesa, la mejor ubicada del bar, casi en un rincón y cerca de la ventana. Cuando no hay nadie es la que suelo utilizar, me gusta aislarme un poco pero sin perder de vista el pueblo, a las pocas personas que pasan por delante de los cristales, tal vez por estar un poco solo sin sentirme solo, tal vez por observar desde cierta distancia a la vida misma.

María estaba detrás de la barra, como yo otras veces en esa mesa: físicamente allí, mentalmente ausente.

Una sonrisa, unas palabras, el café con leche y la copita de ese anís dulce que un buen día me trajo desde un pueblo de Sevilla. Hasta entonces yo tomaba, cuando lo hacía en esta época de frío, uno de Cazalla de la Sierra, también en la misma provincia, pero ella hace un par de años hizo un viaje a la capital andaluza y me trajo otro de otro pueblo: Utrera. Le habían hablado bien de él y me trajo una botella para que lo probase.  Después, sin yo saberlo, encargó una caja, y ahí la tiene, casi en exclusiva para mí. A este ritmo de sólo una copita los días de invierno  seguramente algunas botellas duren más que yo.

Hablan mis amigos marineros de números, se quejan de que todo son números en esta vida: el móvil, el dni, la cuenta corriente del banco, las contraseñas... me mira Andrés y me pregunta: Farero, en el faro no hay tantos números ¿verdad?  Una mano que golpea levemente el asiento de  una silla vacía es la invitación a que me una a su charla. Sonríe María, me acerco a la mesa con pocas ganas, pero son mis amigos. Claro que el faro tiene  números, muchos números. Y les hablo de ellos: la fecha del proyecto, la del comienzo de las obras, su encendido, la altura de la torre, el alcance de su luz, la frecuencia de sus destellos... Hasta tiene -les digo un poco en serio un poco en broma- su dni y su pasaporte, más números, pero con otros nombres: su número nocional y el internacional. 

Vuelvo con María que ahora mira  al televisor, hablan de una mujer asesinada, presuntamente, por su pareja. La han encontrado muerta en su cocina con una docena de puñaladas en su cuerpo y a él junto a ella, lleno de sangre y con un cuchillo en las manos. Es solamente el presunto asesino hasta que un juez borre el adjetivo con una sentencia. No han dicho el nombre de la víctima, solamente su edad y que deja dos críos de 9 y 7 años.

Ahora, en la soledad del faro pongo la radio y de nuevo hablan de ella, la mujer asesinada, pero ahora de otra manera, es, dicen, la víctima número 19 en lo que va de año, la no sé cuanto desde que hay registro de ello. Esta mañana, además de la vida,  le habían robado su nombre, su historia, su personalidad: era solamente unas iniciales, ya no es ni eso,  es solamente un numero, un dato más en  una estadística.

Mañana habrá seguramente un minuto de silencio en su ciudad, una pequeña concentración en contra de esta violencia contra las mujeres. Después cada uno volverá a su vida, a sus cosas, a sus números. Dentro de unos años, no sé cuantos, seguramente pocos,  el asesino habrá pagado su deuda con la sociedad y volverá a la calle y tendrá con ello la posibilidad de convertir en otro número a otra mujer. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta como cuentas las cosas, haces que al leerlas casi casi las vea. Gracias por tu generosidad.
María J.